Armas españolas y Arabia Saudí, las buenas intenciones no bastan

Armas españolas y Arabia Saudí, las buenas intenciones no bastan

Al margen de la decisión final del Gobierno de enviar las 400 bombas al Ejército de Arabia Saudí, es de agradecer que, por casualidad, equivocación o simplemente sin querer, haya habido en el Ministerio de Defensa una voz sensata y coherente en relación a la exportación de armas españolas. Aunque la resolución sea que nada cambie, para que nada cambie, el asunto merece un análisis.

Cuatro cuestiones claves

Empecemos por el principio. España es una de las principales potencias exportadoras de armamento del mundo. Según los datos del último informe del SIPRI sobre la temática, se sitúa en el séptimo puesto mundial entre el 2013 y el 2017, solo detrás de EEUU, Rusia, Francia, Alemania, China y el Reino Unido. Digamos que España está en el G-7 de los exportadores de armas de manera más que consolidada. El segundo punto a tener en cuenta es identificar el peso de Arabia Saudí en el grueso de las exportaciones españolas. Siguiendo con la misma fuente de datos, el reino alauí es el tercer mayor comprador de armas españolas en el periodo mencionado. Tercero, ambos gobiernos han firmado acuerdos de cooperación en defensa por el cual se establecen dos cuestiones fundamentales, garantizar las exportaciones de armas con una vinculación de Gobierno a Gobierno de las mismas -cuando lo habitual es que se limite a la relación entre la empresa exportadora y el Gobierno importador- y dotar de carácter confidencial las relaciones militares entre ambos países. En base a estos acuerdos, Arabia Saudí va a intentar con todos sus medios que no se cancele ninguna venta de armas a su Ejército, porque esto cuestionaría su actuación en la guerra de Yemen y pondría sobre la mesa sus vulneraciones del derecho internacional humanitario. De buen seguro que la presión que ejerce sobre el Gobierno español en este sentido es más que considerable. En cuarto lugar, Navantia -empresa pública, deficitaria, situada en uno de los lugares con mayores índices de paro del Estado- dice estar ya trabajando en la fabricación de cinco buques de guerra para la Armada saudí, lo que supondrá el empleo de 6.000 trabajadores durante cinco años. A ello cabe sumar la beligerante postura del comité de empresa de Navantia para defender los puestos de trabajo y la convocatoria de elecciones anticipadas en Andalucía.

Con todo ello, las buenas intenciones de la titular del Ministerio de Defensa no podían quedar más que en eso, a pesar de que con la ley en la mano España no debiera vender ningún tipo de armamento a Arabia Saudí, un país que desde el 2015 es uno de los principales actores militares en la guerra de Yemen, con un activo uso de toda su potencia militar para ganar la guerra y que no respeta ni civiles, ni niños ni nada -como suele ocurrir en todas las guerras. Más aún cuando existe un criterio específico de la ley 53/2007, de 28 de diciembre, sobre el control del comercio exterior de material de defensa y de doble uso, según el cual queda explícitamente prohibido exportar material de defensa a países en conflicto armado o donde se vulneren los derechos humanos. De hecho, teniendo en cuenta la intensidad con que España vende armas a la monarquía saudí, para el Gobierno español, Arabia Saudí es un remanso de paz y el adalid de los derechos humanos. Pero no, afortunadamente no somos tan ingenuos y, siendo conocedores del riesgo de que las armas exportadas pudieran ser utilizadas en los ataques a Yemen, el Gobierno español ha conseguido que el Ejecutivo saudí haya firmado cláusulas de uso final por las que asegura que las armas españolas no serán utilizadas en la guerra. No somos tan ingenuos: Arabia Saudí compra armas, está en guerra, pero justamente las españolas no las usará nunca.

España no debería vender armas a Arabia Saudí, ni bombas, ni corbetas. Los barcos de guerra son vitales para la estrategia militar saudí en la guerra de Yemen, son necesarios para realizar bloqueos marítimos e impedir la llegada de suministros a su enemigo e incluso pueden servir para bombardear desde el propio buque. Las armas que se envíen a un país en guerra serán para la guerra y sabemos que las víctimas serán, como siempre, la población civil.

Lo que está ocurriendo en Yemen no es muy diferente a lo que ocurre en Siria. Me pregunto si quienes defienden la venta de armas a Arabia Saudí, aceptarían fabricar y vender barcos de guerra para el Ejército de Bashar al Assad. La conclusión a la que hemos llegado usted y yo parece que es la misma a la que llegó la titular de Defensa, quien muy probablemente no ha podido hasta ahora hacer lo que debiera: cancelar toda exportación de armas a Arabia Saudí.


  Lea el artículo en El Periódico

Publicaciones relacionadas
 14/09/2018


Líneas de investigación:
Publicado en El Periódico, el 14/09/2018
Celebramos ’25 años desarmando la guerra’ con diferentes actos abiertos en la Nau Bostik de Barcelona los próximos 27 y 28 de noviembre