La OTAN una amenaza para la democracia
De 1989 a 1991, la URSS se desintegra, sus antiguos aliados rompen sus lazos con la URSS y el Pacto de Varsovia que los unía en una alianza militar se disuelve en febrero de 1991. Previamente, en noviembre de 1990, se habían reunido en París todos los miembros de la OTAN y el Pacto de Varsovia en la Conferencia para la Seguridad y la Cooperación en Europa (CSCE), que dio paso a la Carta para una Nueva Europa que generó muchas esperanzas, pues ponía fin a la guerra fría con un conjunto de medidas de desarme. Entre las más apreciadas, la firma del Tratado de Limitación de Fuerzas Convencionales en Europa (CFE) que reducía substancialmente el militarismo en suelo europeo.
Pero pronto las esperanzas se convirtieron en frustración, cuándo en Roma, en 1991, se reunieron los estados miembros de la OTAN para discutir sobre el futuro de la Alianza. La OTAN se quedaba sin rivales y sin misión. El entonces presidente de EEUU, George Bush padre, preguntó a sus aliados europeos si querían continuar en la OTAN o preferían construir su propia defensa, en clara alusión a los movimientos realizados por los estados partidarios de crear una defensa autónoma europea. Estos, sin ninguna objeción, aceptaron la continuidad de la OTAN. La nueva OTAN surgida de ésta cumbre tomó la decisión de introducir cambios importantes en su estructura: a) una reducción de las fuerzas armadas en Europa; b) una mayor capacitación tecnológica de las fuerzas armadas para hacer frente a nuevos desafíos; c) más movilidad y fluidez de sus fuerzas; d) actuar ante las demandas de los organismos internacionales; e) actuaciones fuera de la zona de cobertura tradicional del Atlántico Norte; f) definir una nueva identidad de seguridad y defensa.
Se trataba de definir unas nuevas fuerzas armadas, hacerlas más polivalentes, más reducidas, más flexibles, más profesionales, mejor armadas y con capacidad de llevar a cabo respuestas rápidas. Esta nueva OTAN, consideraba los peligros y desafíos multifacéticos y multidireccionales. Así se sustituyó la antigua amenaza de la URSS, por desafíos provenientes de varios puntos cardinales, pero sin señalar su carácter. Añadiendo que estos desafíos podían poner en peligro los intereses estratégicos occidentales. Lo cual determinaba la necesidad de disponer de unas fuerzas armadas con unas características diferentes a las que Europa tenía entonces. Y se confirió a la OTAN la posibilidad de actuar en la pacificación de conflictos en cualquier lugar cuándo las necesidades lo exigieran. Aunque se introduce la referencia de actuar bajo demanda de organismos internacionales, en clara referencia a Naciones Unidas pero sin nombrarla. Lo cual se puede interpretar en una doble lectura: actuar bajo el paraguas de una resolución de la ONU, o por el contrario, hacerlo sin su cobertura. Todo lo cual fue aprobado en la reunión del Consejo Atlántico de diciembre de 1996 en Bruselas, y aprobado de forma definitiva en la Cumbre de la celebración del 50 aniversario del nacimiento de la OTAN, en Washington, en abril de 1999, donde se adoptó de manera definitiva el denominado Nuevo Concepto Estratégico (NCE), que vino a sustituir al aprobado en Roma en 1991, y que enterraba de manera definitiva las esperanzas puestas en la Carta de París de 1990.
La estrategia de la nueva OTAN fue reconfigurada en la posterior cumbre de Lisboa de Jefes de Estado en noviembre de 2010. En esa cumbre se actualizaba el NCE de 1999, con una característica de gran importancia, el paso de la OTAN de organización defensiva, sólo podía utilizar la fuerza armada en caso de agresión a alguno de sus miembros (artículo 5 del Tratado) y con la condición de que ésta se produjera en territorios al norte del trópico de Cáncer (artículo 6), y su conversión en un organismo militar ofensivo que asumía un impreciso hemisferio norte que desbordaba el ámbito del Tratado fundacional hasta alcanzar todo el planeta, lo cual convertía la OTAN en un organismo militar global.
Todo este proceso de adaptación no se hizo sin problemas. Se establecieron dos grandes corrientes encontradas en el interior de la OTAN. Los partidarios de una defensa europea: Francia, Alemania y España (esto durante la etapa de gobierno del PSOE, después con el Partido Popular el gobierno el Estado español cambió de bando). Y los contrarios: Reino Unido, Dinamarca, Holanda y Portugal que deseaban una OTAN como principal pilar de la seguridad europea. Esta corriente europeísta creará la brigada francoalemana, conocida como Eurocuerpo, de cien mil efectivos; así como varios cuerpos militares multinacionales para actuar en el flanco del Mediterráneo, la Eurofuerza Operativa Terrestre (Eurofor) y la Fuerza Marítima Europea (Euromarfor). Los partidarios de una defensa europea autónoma recuperan a la adormecida Unión Europea Occidental (UEO), organismo militar hasta ese momento inservible. Estos mismos estados serán quienes más adelante impulsarán las políticas militares dentro de la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) en la UE, con la creación de una Identidad Europea de Seguridad y Defensa, ambas surgidas del Tratado de Maastrich de 1999, donde encargarán a Javier Solana asumir la política de defensa europea. Una iniciativa que finalmente no acabó de desarrollarse en toda su amplitud, pues se tomó la decisión de que esta embrionaria defensa europea estaría coordinada con la OTAN, que en todos los documentos de la UE, continuaba ejerciendo el papel de pilar indiscutible de la defensa europea.
Ese mismo año de 1999, tendrá lugar en diciembre una nueva cita, la cumbre de Helsinki, donde se dará, finalmente, satisfacción a los partidarios de la defensa europea, aprobando las denominadas Misiones Petersberg, con la misión de actuar como misiones de imposición y mantenimiento de la paz, intervenciones humanitarias y gestión de crisis con capacidad de actuar fuera del Atlántico norte. Pero, una vez más, estas fuerzas quedan vinculadas a la OTAN, a través de un operativo denominado Fuerzas Operativas Combinadas Conjuntas que permitirá a las fuerzas europeas del Eurocuerpo disponer de los medios de la OTAN.
Esta situación se ha prolongado hasta hoy. Pero la llegada de Donald Trump a la presidencia de EEUU, su menosprecio y críticas a sus socios de la OTAN, y el giro en política exterior de la Casa Blanca, que centra su interés en el sudeste asiático, desplazando su potente maquinaría militar hacia aquella región, sobre todo, rodeando a China. Potencia a quién teme, pues bien sabe, si continúan los actuales índices de crecimiento, que en pocos años la superará en PIB y se pondrá a la par en gasto militar. Estos hechos han despertado, de nuevo, en el interior de la UE, la corriente europeísta de una establecer una defensa autónoma. Así, el pasado 13 de noviembre, en Bruselas, los cancilleres de política exterior de la UE, decidieron la puesta en marcha de una Cooperación Estructurada en Defensa (PESCO), impulsada por Alemania, Francia, Italia y España, y a la que sorpresivamente se han sumado hasta 23 países de la UE, creando un Fondo Europeo de Defensa con un presupuesto de 600 millones hasta 2020 y de 1.500 millones a partir de 2021. Este nuevo organismo de defensa arroja incertidumbre sobre su futuro, pues si la OTAN, con 28 países, no ha sido fácil de coordinar, la PESCO son 23, tampoco parece fácil que lo consiga. Por otro lado, ninguno de los estados que impulsan la PESCO, han manifestado ninguna muestra de rechazo hacia la OTAN, con lo cual, lo más probable, es que acaben conviviendo y existan dos organismos multilaterales de defensa.
Al margen de cómo se vaya desarrollando la PESCO, la realidad es que la OTAN, a pesar de las diferencias internas que la dividen, continúa siendo la maquinaria militar mundial más potente. En la cumbre de Gales de septiembre de 2014, el líder de la Alianza, exigió a sus socios europeos, un aumento del gasto militar y alcanzar, al menos, el 2% del PIB, aumento que los europeos se comprometieron alcanzar en 2024.
Un incremento que por lo bajo pueden representar 100.000 M€ para los países europeos que tienen una media de gasto de 1,5% del PIB (para España podrían suponer 10.000 M€). Una maquinaria de guerra de un potencial enorme, en 2016, entre todos sus miembros, suma 3,4 millones de efectivos militares y juntos acumulan el 51% del total del gasto militar mundial, 904.000 millones de $. Esta OTAN, además, no ha renunciado jamás a las armas nucleares, ni tan siquiera a eliminar las estacionadas en suelo europeo donde siguen permaneciendo. Aparte de las armas nucleares que poseen Francia y Reino Unido, EEUU tiene desplegadas unas 200 bombas nucleares en distintas bases aéreas europeas . Se trata de bombas tácticas modelo B61 fuera de los acuerdos bilaterales de reducción de armas estratégicas, para ser lanzadas desde aviones. Concretamente esta ubicadas en bases de Alemania, Bélgica, Países Bajos, Italia (base de Aviano) y Turquía (base de Incirlik).
Intervenciones y crisis de la OTAN
La OTAN, tras la aprobación del Nuevo Concepto Estratégico se fortaleció con la incorporación de países del desaparecido Pacto de Varsovia de 1991. A partir de esa fecha se incorporaron paulatinamente: Bulgaria, República Checa, Hungría, Polonia, Rumania, Albania, Croacia, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia y Lituania, hasta alcanzar a 28 los actuales países miembros. Pero esa ampliación no ha dado más fortaleza a la OTAN, debido a las disensiones internas que han ido apareciendo en los diferentes conflictos en que ha intervenido. Mientras los países que provenían del antiguo Pacto de Varsovia se han mostrado fieles seguidores del liderazgo de EEUU, los socios de la Europa occidental se han mostrado divididos y en algunos casos incluso enfrentados a EEUU. Y es que la desaparición del enemigo común, la URSS, impidió a la nueva OTAN hacer frente de manera unitaria a conflictos donde los intereses de los países miembros son divergentes. Eso ha motivado diversas crisis en su interior que han sumido a la OTAN, en ocasiones, en la inacción.
La primera crisis fue cuando la OTAN intervino en la guerra de Yugoslavia en 1995. Esta era su primera intervención militar fuera de área desde su nacimiento, conformada por quince países contra las fuerzas serbobosnias. Cuatro años más tarde, en 1999, la OTAN bombardeaba Serbia durante la guerra de Kosovo. Los bombardeos fueron iniciados unilateralmente por la OTAN sin autorización previa del Consejo de Seguridad de la ONU, por lo que fue considerada una guerra ilegal. Esta intervención dio lugar a una grave crisis entre los países miembros. Se produjo a raíz de los bombardeos sobre la embajada de China y de la TV de Belgrado, que fueron criticados por algunos países, especialmente por Francia e Italia. ¿Qué lección sacó EEUU de aquella guerra? Que no podía intervenir militarmente junto a unos aliados que querían compartir el mando militar, y que constantemente pedían explicaciones sobre algunas misiones en las qué no habían sido consultados.
Las discrepancias surgidas en las actuaciones en la guerra de Serbia y Kosovo, tuvieron continuidad después de los atentados del 11S de 2001 en EEUU, cuando George Bush reclamó el derecho a llevar a cabo acciones bélicas preventivas para defender su seguridad a escala mundial. EEUU pidió ayuda a los países socios de la OTAN y reclamó la aplicación del artículo 5 de defensa mutua del Tratado. Artículo que obliga, en caso de ataque a un país miembro de la coalición, a apoyar y participar militarmente en defensa del agredido. Pero finalmente, EEUU no llegará a exigir su cumplimiento, y en octubre de 2001, comienza sus ataques en Afganistán al frente a una coalición y donde el resto de países juegan un papel secundario y sobre todo de cobertura política a sus acciones bélicas. ¿Por qué EEUU no exigió la aplicación del artículo 5 de la OTAN? Porque no confiaba en sus aliados europeos y reservó a la OTAN un papel subsidiario, como se vio poco después, en enero de 2002, cuando la OTAN asumió el mando de la ISAF, una operación autorizada por el Consejo de Seguridad con la misión de ayudar a la reconstrucción de Afganistán.
Esta situación se reprodujo en la guerra de Iraq de 2003. EEUU no contó con la OTAN debido al desencuentro entre diversos países miembros. Francia y Alemania se opusieron firmemente a la guerra de EEUU en Iraq. Esto abocó a la OTAN a una nueva crisis, puesto que no existía la unanimidad que enuncia el Tratado fundacional. Y finalmente, se asignó a la OTAN en 2004, una misión de apoyo y formación de las fuerzas iraquíes, es decir, de nuevo un papel secundario.
Una situación similar aconteció en la intervención de Libia en 2011, en la cual, a pesar de que la OTAN asumió la operación, los países miembros se volvieron a dividir. Francia, Reino Unido e Italia presionaron para intervenir mientras Alemania negó su participación. EEUU, a pesar de asumir inicialmente el mando, avisó que el grueso de las operaciones debía recaer en los países europeos, advirtiendo que Libia no era un asunto prioritario para los EEUU, y se fue retirando a un segundo término, dejando que los países europeos asumiesen el grueso de la operación.
En la crisis y conflicto surgido en
Ucrania en 2014, las cosas mejoraron para la OTAN. En ese conflicto la
OTAN vio de nuevo una oportunidad para legitimarse como organización
militar frente a su antiguo enemigo, ahora la Rusia de Putin. Pero las
cosas no fueron fáciles. De nuevo surgieron divergencias entre los 28
estados miembros con visiones muy diferentes de cómo afrontar la crisis
con Rusia. Mientras que EEUU, sin demasiados intereses económicos en
Rusia, apostó fuerte por endurecer la beligerancia con el apoyo
explícito de los países del antiguo bloque soviético, que decían
sentirse amenazados por la intervención de Rusia en Ucrania. Europa
occidental, se resistía por la interdependencia económica con Rusia, en
especial, por la dependencia del gas ruso, más los flujos comerciales e
inversiones de Europa occidental en Rusia. Con la crisis de Ucrania como
telón de fondo, EEUU, en la cumbre de Gales de 2014 mencionada, se
aprobaron una serie de medidas frente a Rusia. Se puso en marcha una
Fuerza de Intervención Inmediata de 5.000 efectivos dispuesta a entrar
en acción como punta de lanza en el flanco oriental. Fuerza que en su
primer mandato lidera España a la que debe aportar hasta 3.000
efectivos, y que se ha ido desplegando en Polonia y en las tres
repúblicas bálticas. Además, se aprobó el envió aviones de combate a las
repúblicas bálticas para hacer frente a violaciones del espacio aéreo
báltico por parte de Rusia, a las que España también contribuyó con tres
aviones EF-2000, y que posteriormente se ha complementado con unidades
terrestres, en las que España también participa con el despliegue de
blindados Leopardo en Letonia.
La OTAN, con el hostigamiento a su
viejo enemigo ha conseguido un cierto renacimiento. Primero incorporó a
estados pertenecientes al antiguo bloque de la URSS acercándose a las
fronteras de Rusia, un incumplimiento del pacto, aunque no escrito,
entre George Bush y Gorbachov en 1990. Posteriormente, EEUU, rompió el
Tratado ABM firmado con la URSS, de misiles antibalísticos e instaló el
Escudo Antimisiles en Rumania y Polonia, lo cual irritó a Rusia pues
debilitaba su defensa. Lo cual, desembocó, con Putin en el gobierno, a
que Rusia respondiera instalando baterías de misiles en Kaliningrado e
interviniendo militarmente, primero en Georgia (2008), cuando ésta pidió
la admisión en la OTAN y poco después se produjeran conflictos en
Osetia del Sur y Abjasia; después en Ucrania con la adhesión de Crimea e
interviniendo en el conflicto en el Donbás (2014). El conflicto de
Ucrania ha servido a la OTAN como excusa perfecta para reordenarse en
Europa y abrir nuevos frentes que no había conseguido en otros
escenarios. Una escalada bélica que no beneficia a Europa occidental, sí
a EEUU, pues le permite seguir con el liderazgo militar a través de la
OTAN en el interior de Europa y lo que de ello se deriva, un mayor
control político, en especial entre los países que formaron parte del
área de influencia de la URSS. Así, la OTAN, con una actividad
centralizada en Europa, al parecer, sólo tiene como principal misión,
ocuparse de las rencillas domésticas frente a Rusia.
La OTAN y la democracia
En el Preámbulo del Tratado de la OTAN, se proclama con orgullo «pertenecer a una civilización común, basada en los principios de democracia, libertades individuales y el imperio del derecho», valores que han de reunir cualquiera de los estados signatarios de la Alianza. De hecho, unos principios que siempre han sido una falacia, pues en el momento de la firma del Pacto Atlántico, ni Portugal reunía esos requisitos, era una dictadura pseudo fascista, ni tampoco Turquía y Grecia respetaban la democracia ni las libertades de sus ciudadanos. Además en ambos países se sucedieron golpes militares, en Turquía en marzo de 1971 y en septiembre de 1980; y en Grecia, en 1967, se produjo un golpe de estado conocido como el Golpe de los Coroneles. Unos años después, en 1974, en Chipre, se produjo un pronunciamiento derechista pro turco contra el gobierno de Makarios, que fue acompañado de la invasión de la isla por parte de las fuerzas armadas turcas. Todos esos golpes contaron con la ayuda de EEUU y de la OTAN.
Por otro lado, la razón principal de la creación de la OTAN fue hacer frente al comunismo. Las fuerzas militares de la OTAN no sólo hicieron frente al supuesto peligro de un ataque proveniente de la Unión Soviética, sino que también debían hacer frente al comunismo interno de los países miembros de la OTAN, frenando el auge de los partidos comunistas que, especialmente en Francia e Italia tenían grandes posibilidades de alcanzar el gobierno. Esa fue la principal razón de la inclusión de Italia en el núcleo inicial de la OTAN. Pero combatir las ideas comunistas, era de manera inevitable, también recortar los derechos de los ciudadanos y por tanto combatir la democracia. Esto se evidenció terminada la guerra fría en 1990, tras las revelaciones de un ex agente de la CIA sobre la existencia de una red denominada Gladio. La red Gladio consistía en un organismo con presencia de miembros de la CIA de EEUU, del Servicio de Información de las Fuerzas Armadas Italianas (SIFAR), de la OTAN y elementos de la extrema derecha . Esta organización clandestina tenía como objetivo impedir la llegada de los partidos comunistas al gobierno en Italia. Gladio contemplaba servicios de información, grupos de contra insurgencia y de sabotaje en el caso de una invasión por parte de la URSS, e incluso posibilitar un golpe de estado en el caso de que el Partico Comunista alcanzara el gobierno, e impedir un gobierno de coalición con la democracia cristiana. A lo que eran proclives tanto el PCI liderado por Enrico Berlinguer, como también de Aldo Moro, presidente de la DC. Estos planes no escaparon a supuestas relaciones con el secuestro y asesinato de Aldo Moro por parte del grupo extremista de las Brigadas Rojas. Como también de los diversos atentados terroristas ocurridos en Italia (Piaza Fontana, Estación de Bolonia) durante los denominados “años de plomo”, los cuales tenían como propósito desacreditar al PCI y a la extrema izquierda, a la que se hizo responsable de los atentados.
Si la OTAN ha contribuido, como muchos políticos y gobernantes europeos nunca se han cansado de repetir, en dar seguridad y consistencia a la Europa occidental; por otro, durante la guerra fría, contribuyó a la división de la Europa continental en dos bloques antagónicos y enfrentados; cuándo no, y aquí radica su aspecto más negativo, sirvió para reprimir los derechos de la ciudadanía en aras de salvaguardar el sistema capitalista, y, en ese sentido, la OTAN fue una amenaza para la misma democracia.
Desde esta constatación, se puede afirmar que la OTAN contribuyó a la pugna ideológica, económica y geopolítica entre el Este y el Oeste europeo. Apoyó dictaduras, justificó las violencias de los estados y, en ocasiones, apoyó el terror contra sus opositores, facilitó el desarrollo de agencias de espionaje y contraespionaje creando un clima de temor en la ciudadanía que suplantó la seguridad de la ciudadanía por una seguridad policial y militar, limitando la soberanía nacional y la democracia. Claro que todo ello también fue extensivo al bloque soviético. Pero quizás, sí la OTAN no se hubiera creado el supuesto «peligro soviético» no hubiera existido y los dos sistemas hubieran “coexistido” sin amenazas y no se hubiera tenido que pagar un precio tan alto como el de la división de Europa en dos zonas enemigas. Ni se hubiera provocado una «guerra fría», una carrera de armamentos y la nuclearización del suelo europeo. Pues la existencia de la OTAN, no alejó el peligro de guerra de Europa, sino que la acrecentó, estableciendo la posibilidad de una guerra nuclear limitada. Tampoco hubiéramos tenido que sufrir la influencia negativa del denominado «complejo militar-industrial», que hoy prosigue, relacionado con el militarismo: ejércitos sobre dimensionados, exceso de gasto militar, inversiones desorbitadas en armas, comercio de armas y las secuelas negativas que estos factores ejercen en el desarrollo económico y social tanto de Europa como del resto del planeta. En ese sentido, hoy, la existencia de la OTAN continúa siendo una amenaza para la democracia, la seguridad y la paz europea y mundial.
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