La OTAN, la seguridad energética y la nueva guerra fría
El nuevo concepto estratégico de la OTAN vaticina unas relaciones internacionales divididas en dos bloques: el Occidental, dirigido por EE UU con el brazo armado de la Alianza Atlántica, y el de China y Rusia junto a sus países aliados.
El hostigamiento de Estados Unidos y la OTAN a Rusia aproximándose a sus fronteras y rompiendo los acuerdos ABM e INF sobre armamento nuclear que comprometía a ambas potencias a no instalar misiles balísticos ni baterías de antimisiles en Europa, propiciaron la invasión —condenable— de Ucrania por parte de Rusia, despertando un belicismo de nefastas consecuencias para Europa y el mundo. La prueba más evidente de ello ha sido la Cumbre de la OTAN de Madrid los días 28 y 29 de junio pasado, donde se ha dado entrada a dos países históricamente neutrales, Finlandia y Suecia, que habían servido de ejemplo para una Europa no alineada con los afanes belicistas tanto de EE UU como de la extinta URSS. Una Cumbre, donde, además, se ha aprobado un nuevo Concepto Estratégico que anuncia un incremento del belicismo con la creación de una fuerza de intervención rápida de 300.000 efectivos, un mayor armamentismo y un aumento vertiginoso del gasto militar que conduce a Europa y el mundo a una nueva guerra fría.
El nuevo Concepto Estratégico (CE) aprobado en Madrid, enumera cuáles son las principales amenazas y peligros a los que los países miembros de la OTAN deben hacer frente. En primer lugar, se señala a Rusia como la principal amenaza directa para todo el mundo occidental, país que, tras su ataque en Ucrania, se convierte en el principal enemigo de la OTAN, algo que desde el final de la Guerra Fría no aparecía en los CE anteriores. Tras Rusia, aparecen como novedad las ambiciones de China, a quién señalan como un peligro desestabilizador para los países occidentales. Una mención falaz, pues en política exterior no se conoce ninguna actuación de China con el ánimo de desestabilizar a ningún país, cosa que no se puede de decir de EE UU y Rusia, que sí lo han hecho en numerosas ocasiones. Se trata de un CE que vaticina unas relaciones internacionales divididas en dos bloques: el Occidental dirigido por EE UU con el brazo armado de la OTAN, y el de China y Rusia junto a sus países aliados, lo que posibilita una nueva guerra fría.
«La gran novedad del CE se produce cuando se señala la energía como motivo de planificación operacional para su protección»
Después se señalan otras amenazas y peligros que ya aparecían en anteriores CE: la seguridad energética; los ataques en el ciberespacio a infraestructuras críticas; el uso de diferentes armas de destrucción masiva (químicas, biológicas, radiológicas o nucleares), señalando a Irán, Corea del Norte, Siria y Rusia; los conflictos de África y Oriente Medio, señalando el Sahel como foco de actuación de grupos yihadistas; y el terrorismo que interconectado con estados fallidos es una amenaza global. Por último, se señala el cambio climático, que junto a cuestiones demográficas, las emergencias sanitarias debido a pandemias y la inseguridad alimentaria, es un multiplicador de conflictos que inevitablemente derivaran en tráfico de personas y migraciones masivas e irregulares que afectaran a los países miembros de la OTAN.
Empero, la gran novedad del CE se produce cuando se señala la energía como motivo de planificación operacional para su protección. Es evidente que la OTAN está señalando que las necesidades crecientes de energía pueden ser desencadenantes de conflictos en los cuales esta organización se verá obligada a llevar a cabo intervenciones militares. Con la mención de la seguridad energética, con referencia al petróleo y el gas, es evidente que se está advirtiendo de que la creciente escasez de las energías fósiles las convierte en un recurso estratégico para el sistema político y económico que es común de los países miembros, y el preámbulo del Tratado de la OTAN señala que su objetivo es defender el sistema de vida que les es común a sus países miembro. Se trata de unas energías fósiles que, por otra parte, son la causa principal de las emisiones de CO2e a la atmósfera y por consiguiente causantes del cambio climático que, por otro lado, la misma OTAN señala como desencadenante de conflictos.
A las cuestiones derivadas de la seguridad energética, se incluye como una amenaza para la seguridad de sus miembros el proteger las redes de suministro, que incluyen las instalaciones de distribución de gas y petróleo, tanto por tubería como por barco, como su almacenamiento y tratamiento. A la vez que se incluye la elevación artificial de los precios de las energías fósiles u otras materias primas. Estas nuevas medidas hay que enclavarlas entre las denominadas como amenazas “no bélicas” o “híbridas” de las nuevas guerras alejadas de las guerras “convencionales”. Por tanto, hay que entender que la interrupción del suministro por gaseoductos, tuberías de petróleo, buques que los transporten, un boicot energético o elevar los precios de los hidrocarburos de manera artificial podría ser incluido como un “ataque híbrido” y podría invocarse el artículo 5 del Tratado. En ese sentido, el CE señala de manera explícita que deben estar preparados para disuadir y defenderse frente al uso coercitivo de tácticas políticas, económicas, energéticas, informativas y otras tácticas híbridas por parte de Estados y actores no estatales, acciones que pasan a considerarse como ataque armado. Es decir, obligar a todos los Estados miembros a dar una respuesta armada. Sin duda, se trata de una ampliación del campo de batalla de la OTAN hacía esas zonas grises donde se sitúan los ataques cibernéticos.
«El nuevo Concepto Estratégico anuncia el retroceso hacia una Europa y un mundo dividido en dos bloques enfrentados que aboga por el aumento de los presupuestos de defensa para adquirir más capacidades militares»
En otro ámbito, el nuevo CE señala al cambio climático como provocador de migraciones y que estas pueden ser utilizadas por fuerzas hostiles como un elemento para desestabilizar a los países receptores. Esto, dicho por un organismo militar, es tanto como decir que se debe actuar militarmente para impedirlas pues representan una amenaza a la seguridad y que, por tanto, se deben impedir y si es necesario reprimir.
Por último, y como se viene repitiendo hasta la saciedad por los dirigentes de la Casa Blanca, se señala la exigencia de aumentar el gasto militar en defensa de todos los países miembros de la OTAN para garantizar los compromisos adoptados en este nuevo CE.
El nuevo Concepto Estratégico anuncia el retroceso hacia una Europa y un mundo dividido en dos bloques enfrentados que aboga por el aumento de los presupuestos de defensa para adquirir más capacidades militares, lo que irremediablemente conducirá a una carrera de armamento, incluidas las nucleares y donde sin duda aparecerán nuevos conflictos que provocarán enfrentamientos armados. Un mundo bipolar que tira por tierra todo el esfuerzo de la gente que ha estado trabajando por una Europa que fuera la Casa Común de todos los pueblos europeos. Un mundo multilateral donde los conflictos se abordaran desde la negociación política en un marco de concertación y de seguridad compartida, alejados del militarismo que subyace en el Si vis pacem para bellum que ahora se pretende de nuevo instaurar.
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