¿Economía de guerra o economía de paz?
La historia demuestra que el aumento en militarismo siempre es el preludio de la guerra. Por eso, el aumento del gasto militar, el impulso de la industria militar para adquirir más armamentos y demostrar el poderío militar es una política suicida.
A la ministra de Defensa, Margarita Robles, la hemos oído en diversas ocasiones hacer declaraciones en favor de invertir en defensa, alegando que ello “es invertir en paz, en seguridad, en libertad, en ciencia y en la creación de puestos de trabajo”.
Unas declaraciones que se enmarcan al lado de otras similares de otros gobernantes europeos, quienes, con escasísimas excepciones, se han lanzado a justificar un inmenso gasto militar en sus países, afirmando que solo con una potente disuasión militar Europa se sentirá segura, y por ello, hay que potenciar el músculo militar fomentando la inversión y financiando la industria militar europea.
Ante las elecciones europeas del 9 de junio, se ha de levantar la voz: las declaraciones de esos líderes europeos no son verdad, que engañan a la población. Hay que decir que, si bien el gasto e inversiones en defensa son una actividad económica, se debe analizar el efecto neto, es decir, si ese mismo gasto invertido en otros ámbitos podrían obtener mejores resultados. Pues múltiples estudios demuestran el impacto negativo del gasto militar en el crecimiento económico por la cuestión de costes de oportunidad. Eminentes expertos como Seymour Melman y Wassily Leontief lo han demostrado, y otros más recientes, como la conservadora Rand Corporation (2021), avisa de que el gasto militar canaliza recursos a usos más improductivos que el gasto civil.
También hay estudios que demuestran que las inversiones en industria civil crean más empleo que en la industria militar. Heidi W. Garret-Pettier, (2017), del Watson Institute, explicaba que por cada millón de dólares de gasto en defensa se creaban 6,9 nuevos empleos, mientras que ese millón dedicado a energías renovables creaba 9,8; en salud, 14,3; y en educación, 15,2.
El otro argumento de Si vis pacem, para bellum, es decir, si quieres paz, seguridad y libertad, invierte en defensa, también es una falacia. La historia demuestra que el aumento en armamentismo, en belicismo y militarismo siempre es el preludio de la guerra. Por eso, el aumento del gasto militar, el impulso de la industria militar para adquirir más armamentos y demostrar el poderío militar es una política suicida que conduce inevitablemente a una escalada de tensión, a una carrera de armamentos y a una espiral belicista.
Esta histeria colectiva de que la guerra se puede extender por Europa viene motivada después de la invasión de Ucrania por parte de Rusia, y de la idea que Vladimir Putin no tiene bastante con Ucrania y atacará alguno otro país europeo. Eso es tanto cómo considerar que habrá una guerra europea y mundial, pues el ataque a un país miembro de la OTAN representaría una respuesta de los 31 países miembros. Además, con el trasfondo de una posible utilización de armas nucleares con sus consecuencias catastróficas para la vida europea y del mundo.
A pesar de que el presupuesto está prorrogado, Defensa ya ha recibido dos nuevos créditos extraordinarios: una transferencia de 581,2 M€, para hacer frente a las misiones militares y otro crédito de 1.129,6 M€ para adquirir material
Esta paranoia militarista de los países europeos se ha materializado en la apuesta de llegar a un mínimo (que no máximo) del 2% del PIB en gasto militar, y se han comprometido en hacerlo antes de 2029. Un 2% o un 20% del PIB no da garantías de mayor seguridad porque no existe ningún estudio que avale tal cuestión.
Pese a ello, los países europeos se han lanzado al rearme aumentando el gasto militar, y la Comisión Europea, por su parte, propuso que se necesitaban no menos de 100.000 millones de euros para financiarlo; añadiendo que había que impulsar a la industria militar europea en la producción de armamento. Proponiendo, por una parte, que el Banco Europeo Industrial (presidido por Nadia Calviño), modificara sus estatutos para permitir financiar a las industrias militares (ya se ha acordado); por otro lado, la emisión de bonos del Banco Central Europeo como ayuda a los países para realizarlo (aún no aprobado). Ayudas que tienen como finalidad que los estados miembros puedan realizar compras conjuntas de armas, y así evitar la excesiva dependencia de la industria militar de EE UU, donde se adquieren el 60% de todas las armas europeas.
Un rearme que ha relanzado el gasto militar de los países de la UE. En 2023 llegó a 289.300 millones de euros y aumentó un 21,3% respecto a 2022. Sí se suma la de los países no comunitarios: Reino Unido y Noruega (77.323 M€), y lo que la UE destina a través del Fondo Europeo de Defensa a ayudar a la industria militar europea (8.000 M€), el gasto militar total fue de 374.600 M€. La segunda mayor del mundo, detrás de EE UU (900.000 M€), y muy superior a la de Rusia (100.000 M€).
El aumento del gasto militar y el armamentismo no son ninguna garantía de más seguridad, sino al contrario, abren el camino a más inseguridad, nuevos conflictos y quizás nuevas guerras
El Estado español no se escapa de la economía de guerra que ha puesto en marcha la UE, como lo demuestra que el presupuesto consolidado del Ministerio de Defensa de 2023 fue de 14.453,8 M€, que había aumentado un importante 23,4% respecto a 2022. Ahora sabemos, al revisar la liquidación del presupuesto de Defensa a 31/12/2023 que, además, recibió cuantiosos créditos extraordinarios por 2.423,6 millones, algo que pasa todos los años. Y este año, a pesar de que el presupuesto está prorrogado, Defensa ya ha recibido dos nuevos créditos extraordinarios: una transferencia de 581,2 M€, para hacer frente a las misiones militares españolas al exterior, y otro crédito de 1.129,6 M€ para adquirir diverso material militar (Consejos de ministros 09/04 y 16/04/24). Son destacables estos últimos 1.129 millones para adquirir armas, cuando, el presupuesto prorrogado de Defensa de este año ya tiene asignados 6.141,8 millones, pero al parecer, no eran suficientes y han tenido que inyectar más crédito para adquirir más armas y así acercarse al deseado 2% del PIB.
Ante las elecciones europeas hemos de llamar al sentido común, que se imponga la racionalidad. Hay que decir que el aumento del gasto militar y el armamentismo no son ninguna garantía de más seguridad, sino al contrario, abren el camino a más inseguridad, nuevos conflictos y quizás nuevas guerras. Que el gasto militar sustrae recursos para luchar contra el cambio climático, la reducción de las desigualdades, la equidad de género, la salud, los servicios sociales y la armonización de salarios. Que el camino de la seguridad entre Estados se consigue con distensión, cooperación, buscando la seguridad compartida y común.
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