La acusación contra el programa de armas nucleares de Irán no es nada clara
El conflicto entre Irán y Occidente continúa calentándose justamente cuando los iraníes anuncian a principios de este mes que han comenzado a enriquecer uranio en una segunda gran instalación, Fordo, ubicada en un complejo bien defendido fuera de la ciudad de Qom.
Ya que hay mucho en juego, vale la pena hacer otra ojeada a la causa principal de la tensión: el presunto programa de armamento nuclear de Irán. Que este es un programa activo, es un hecho ampliamente reconocido en EEUU. De hecho, la evidencia, descrita en un informe publicado en noviembre de 2011 por el director general del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), Yukiya Amano, es incompleta. Además, la forma en que han presentado los datos, produce una enfermiza sensación de dejà vu.
En 2003, como miembro del Equipo de Acción en Irak de la OIEA, aprendí de primera mano de qué manera la ocultación de hechos puede desembocar en un derramamiento de sangre. Habiendo conocido los detalles en ese momento, aunque no me fue permitido hablar, siento una cierta responsabilidad compartida por la guerra que mató a más de 4.000 estadounidenses y más de 100.000 iraquíes. Hoy, como ciudadano particular, espero ayudar a asegurar que los hechos sean claros antes de que EEUU no dé pasos adelante que puedan conducir, de forma intencionada o no, a una nueva conflagración, esta vez en Irán.
Está aceptado que Irán tuvo en un cierto momento un programa de armamento nuclear. La enorme inversión del país en un complejo subterráneo secreto de enriquecimiento de uranio en la ciudad de Natanz es básicamente la prueba de intenciones clandestinas. El reactor de producción de plutonio militar en Arak es aún otro indicador.
Sin embargo, en la Evaluación de la Inteligencia Nacional de 2007, las agencias de EEUU concluían «con un alto grado de confianza» que Irán había detenido su programa de armas nucleares a finales de 2003, bajo la presión internacional. Es poco frecuente que los oficiales de inteligencia determinen que tienen evidencias suficientes para decir que un programa ha terminado, por tanto, presumiblemente, la información era muy buena. Igualmente, hasta ese año (2007), el OIEA había informado sistemáticamente que no tenía ninguna información que sugiriera que Irán tuviera un programa de armamento nuclear con posterioridad a 2004.
La cuestión, por tanto, no es si hay evidencia de que Irán ha tenido un programa de este tipo, sino si hay evidencia de que lo haya reiniciado después de que lo cerrara en 2003. El informe de Amano es extenso en el primer aspecto y muy corto en el segundo. En el documento de 24 páginas (de distribución restringida, pero fácilmente disponible online) todos los apartados, excepto tres, que se ofrecen como prueba de un posible programa de armas nucleares, no tienen fecha o se refieren a eventos anteriores 2004. La mayor parte de un anexo de 14 páginas se destina a retomar lo que ya se sabía: que en un cierto momento el programa nuclear de Irán tenía dimensiones militares.
Los tres «indicios»
¿Cuál de los tres apartados con fecha reciente demuestra que el programa de armamento nuclear de Irán puede haber sido reactivado?
Dos de ellos se refieren a supuestos estudios de modelización de una ojiva nuclear diseñada en 2008 y 2009 y a una supuesta «investigación experimental» sobre reducción y optimización de un paquete altamente explosivo relacionado con armas nucleares. Son atribuidos a «dos estados miembros», por lo tanto, la fuente es imposible de evaluar. Además, se cuestiona su validez debido a la manipulación que hace el informe del tercer apartado.
Esta tercera evidencia, según el informe, nos dice que Irán está embarcado en un programa de cuatro años, comenzado hacia el 2006, para validar el diseño de un dispositivo para producir un rayo de neutrones que pueda iniciar una reacción de fisión en cadena. Aunque no está clara la fuente de la que se fía del informe, lo que sí es cierto es que este proyecto ya focalizó tiempo atrás lo que pareció una campaña de desinformación.
En 2009, el OIEA recibía un documento de dos páginas, que pretendía provenir de Irán y que describía el mismo supuesto proyecto. Mohamed ElBaradei, que era entonces el director general del organismo, rechazó la información porque no había habido una cadena de custodia del documento, no había fuentes seguras ni ninguna señal en el documento, fecha de publicación o cualquier otra cosa que pudiera establecer su autenticidad. Es más, el documento contenía errores estilísticos, que sugerían que el autor no era un hablante nativo persa. Parecía que hubiera sido escrito usando un procesador de textos arábigo, más que persa. Después de que ElBaradei tirara el documento a la papelera, fue publicado por el diario británico The Times.
Este episodio tuvo similitudes sospechosas con un caso previo, que se provó de una forma definitiva que era un engaño. En 1995 el OIEA recibía algunos documentos del Sunday Times, un diario asociado al Times, que pretendían demostrar que Irak había reanudado su programa de armas nucleares, a pesar de todas las evidencias en contra. El OIEA determinó rápidamente que los documentos eran elaboradas falsificaciones. Había errores en el formateo de las correcciones de los documentos, la clasificación y las fechas y muchos errores de lenguaje y de estilo indicaban que el idioma propio del autor era diferente del árabe o el persa. Las inspecciones posteriores de 1995 en Irak confirmaron incontrovertiblemente que no había habido reanudación del programa nuclear iraquí.
Las lecciones del pasado
Ahora lamento que ElBaradei no hablara con más vehemencia, antes que EEUU comenzara la guerra en Irak, sobre la falsificación de evidencias: los documentos de 1995, las falsificaciones adicionales suministradas a la OIEA en 2003 y otras. Un buen hombre, que ha sido un abogado internacional con años de experiencia tratando con medias verdades y evasivas, pero que quedó atrapado entre decir la historia completa e insultar abiertamente a EEUU, que suministra el 25% de los fondos de la OIEA.
ElBaradei cualificó documentos, suministrados a la OIEA, sobre los intentos de Irak de adquirir uranio de África como «no auténticos». Una descripción mejor habría sido «descaradas falsificaciones de aficionado». Él aportó la evidencia de que los tubos de aluminio que EEUU decía que eran para las centrifugadoras nucleares, eran realmente para cohetes, pero no hizo público los detalles del apoyo de ingeniería. La verdad se perdió en el escandaloso detalle del Secretario de Estado Colin Powell sobre las supuestas armas de destrucción masiva, que era erróneo en prácticamente todos los sentidos.
El sucesor de ElBaradei ha fallado de forma similar al dejar de señalar en su informe las anteriores dudas sobre que Irán continúe desarrollando un dispositivo de producción de neutrones. Si Amano ha encontrado razones nuevas para examinar los aspectos muy cuestionables de esta historia, los debe presentar. Dadas las dudas anteriores sobre el episodio, su informe al respecto debe ser irreprochable.
Cuando se dedica a controlar cuidadosamente las potenciales desviaciones de los materiales nucleares (la misión principal del OIEA), el organismo ha hecho su trabajo con precisión. Necesita ser igualmente riguroso cuando profundiza en denuncias sobre actividades de armas de Irán.
Debo ser claro: Irán merece un examen estricto. Afirma que ha abandonado sus ambiciones de armamento nuclear, aunque repetidamente actúa como si tuviera algo que ocultar. Soy escéptico; sospecho que los iraníes pueden tener un programa de armamentismo en curso. La incertidumbre debe resolverse.
Asimismo, no podemos ser otra vez rehenes de falsificaciones y del giro de los datos para empeorar el asunto. Si Irán está desarrollando armas nucleares, vamos a probarlo mediante el análisis de información sólida y actual, no de datos desacreditados y reciclados. Si debe haber una guerra con Irán, que no se tengan que repetir, más tarde, los artículos y libros angustiados de funcionarios que guardaron para si sus dudas. Vamos a poner ahora todos los hechos sobre la mesa.
<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<<
Robert Kelley, ingeniero nuclear, ha sido un miembro senior de investigación del SIPRI desde 2010. Fue director del Organismo Internacional de la Energía Atómica (OIEA), donde trabajó nueve años. Más de treinta años en el laboratorio de armas nucleares de la Universidad de California han hecho un experto en armamento.
dirección original:
SIPRI, 12 enero 2012
http://www.sipri.org/media/newsletter/essay/january12