Seguridad ¿para quién?

Seguridad ¿para quién?

Artículo publicado en Diagonal

La nueva Estrategia Española de Seguridad sigue la lógica militarista establecida tras el 11S. Apuesta por continuar con un esfuerzo militar sostenido y consolida la política de rearme perpetuo.

El Consejo de ministros aprobó antes del verano la Estrategia de Seguridad Española (EES). Este documento pretende abordar de manera integral la política de seguridad, más allá del ámbito militar desde donde habitualmente se ha tratado, para integrar otros medios y recursos del Estado como los políticos, económicos y diplomáticos.

Con esta primera EES, el Estado español se suma al grupo de países, –EE UU, Holanda, Reino Unido, Alemania o Francia–, que en los últimos años han elaborado sus estrategias de seguridad nacional.

La Estrategia de Seguridad Española traza un mapa de los riesgos y amenazas que presenta pocos cambios respecto a las que la política de defensa ha venido estableciendo en los últimos años. Como novedad se añade la inseguridad económica y financiera, en consonancia con la crisis actual, que se suma a riesgos más tradicionales como los conflictos armados en que España pueda participar, ya sea para defender intereses propios, intereses compartidos o que se deriven de unas retóricas obligaciones internacionales que nadie nos impone; el terrorismo, tanto el de ETA, como el trasnacional, especialmente el yihadista; así como el crimen organizado; la proliferación de armas de destrucción masiva; las ciberamenazas; la vulnerabilidad energética o los flujos migratorios no controlados.

La novedad estriba en que la EES agrupa las diferentes políticas y líneas de acción desarrolladas en diferentes ámbitos relacionándolas en un documento. Asimismo crea el Consejo Español de Seguridad, como máximo órgano de asesoramiento presidencial y de gestión de crisis, y otros órganos e iniciativas como la Unidad de Respuesta Integrada Exterior, que permita desplegar de manera coordinada personal civil en misiones en el extranjero extranjero; el Sistema de Inteligencia Económica; o la potenciación del Centro de Inteligencia contra el Crimen Organizado.

La seguridad humana
El debate de la seguridad ha avanzado estos años por caminos más profundos que los que la Estrategia propone. Uno de ellos es el concepto de seguridad humana. Este concepto nació en el informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo de 1994, y desde ese momento ha desplazado el enfoque de una seguridad centrada en proteger a los Estados para poner a las personas como sujeto central de la seguridad. El paradigma de la seguridad humana muestra que la seguridad de todos los seres humanos está profundamente interconectada en un escenario global en el que, o todos perdemos o todos ganamos.

A pesar de este nuevo paradigma, a partir del 11 de septiembre de 2001, EE UU reforzó un concepto de seguridad formulado casi en exclusiva en términos militares, en el que la principal amenaza a la seguridad nacional proviene del terrorismo internacional, al que se añade la proliferación de armas de destrucción masiva. Con la “guerra global contra el terrorismo” se fijó una estrategia reactiva y militarista centrada en la seguridad y en los intereses particulares de algunos Estados. La administración Obama ha suavizado el impulso unilateralista inicial, pero mantiene la “guerra contra el terror” llevada ahora hacia una “guerra quirúrgica”, de la que los asesinatos de Bin Laden y de Anuar el Aulaki, en Yemen, al margen de toda legalidad nacional o internacional, son su expresión más visible.

Desgraciadamente, la política de seguridad española no va significar un cambio en la militarización de la seguridad. La EES apuesta por continuar con un esfuerzo militar sostenido. Consolida la política de rearme perpetuo, invirtiendo en armamento y en promover una industria militar que es incapaz de cumplir con el propio código de conducta de la UE, y exporta armamento a países en conflicto, que vulneran los derechos humanos o que, generarían mayor seguridad en su población dirigiendo el gasto a cubrir las necesidades de sanidad o educación. La Estrategia apuesta también por impulsar la investigación y desarrollo militar buscando la implicación de la universidad y de la empresa privada. No cabe argumentar que ello genera desarrollo, porque está demostrado que el mismo esfuerzo económico dirigido al sector civil genera más puestos de trabajo y mayor innovación tecnológica.

La EES se interroga sobre los riesgos y amenazas a los que enfrentarnos como sociedad. Pero no se interroga sobre qué riesgos e inseguridades generamos sobre los otros. El Sur es visto como un peligro. Se genera empobrecimiento y subdesarrollo al tiempo que éste es temido como fuente de conflicto, criminalización e inestabilidad internacional. Cuando la Estrategia dice “la política de seguridad española estará siempre guiada por la defensa de nuestros intereses vitales y estratégicos y de nuestros valores”, en realidad se está hablando de cómo preservar los recursos y beneficios obtenidos de un intercambio desigual con el Sur; de cómo impedir que la desestructuración que nuestro consumo y nuestras políticas económicas generan nos sea retornada en forma de inseguridad. Inseguridad a la que se hace frente militarmente.

Es necesario un cambio de paradigma que articule las estrategias de seguridad ubicando al ser humano en el centro de las políticas públicas e internacionales. Mientras el grueso de los recursos se destine a aumentar las capacidades militares y a intentar blindar el primer mundo de amenazas exteriores que, por otro lado, nosotros mismos contribuimos a alimentar, nos alejamos de la paz y la justicia, que es, en definitiva, a lo que una política de seguridad debería aspirar.



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