Las guerras 10 años después del 11-S
A menudo después de un acontecimiento impactante solemos decir, nada no será igual. Con el 11S pasa algo similar, a partir de este acontecimiento las guerras ya no serán iguales, el 11S marcará un antes y un después.
La invasión de Afganistán representó la revancha de los
norteamericanos por el atentado que sufrieron en las torres gemelas, y
la implementación de la guerra preventiva, atacar antes de que ser
atacado. La invasión de Irak representaría una acción militar
preventiva.
Estas dos guerras la de Afganistán y la de Irak se
han caracterizado por empezar con una asombrosa exhibición de fuerza por
parte del ejército norteamericano, por una victoria rápida, aun cuando
no ha habido derrota del enemigo, una larga posguerra, una presencia
militar permanente y unos conflictos no resueltos.
La Guerra
Civil española y la II Guerra Mundial dejaron impronta en un par de
generaciones. Nuestros abuelos y nuestros padres vivieron los
sacrificios y las penurias de las guerras, sufrieron el dolor de perder
algún familiar y sufrieron los destrozos en infraestructuras, economía
productiva, hambre, miseria, etc. La guerra de Afganistán o Irak no han
sido vividas por las sociedades occidentales con sacrificio o dolor y
las generaciones más jóvenes ya no recuerdan los sufrimientos y
sacrificios que supusieron las guerras en nuestros abuelos. La gente más
joven ha vivido la guerra de Irak o Afganistán como si no fuera con
ellos o como una película. Solamente los familiares de soldado que están
desplazados haciendo la guerra sienten que están haciendo un sacrificio
por el resto de la sociedad. Es en este sentido, que cuando la guerra
la hace un ejército no profesional se socializa el dolor por las
víctimas y los sacrificios que representan las guerras. Pero nuestras
sociedades, pese a estuvimos en guerra, han podido seguir viviendo y
disfrutando del mismo nivel de consumo, la guerra no ha alterado su
nivel de vida y como que la mayoría de nosotros no conoce un militar, no
nos hemos aproximado al sacrificio o al dolor de los familiares que han
tenido víctimas.
Esta escasa adhesión o apoyo a la guerra de
Afganistán y Irak, junto con el elevado coste de las mismas y la crisis
económica actual ha provocado y provocará fatiga bélica en los
ciudadanos, y de rebote en los gobernantes que cada vez más les costará
utilizar la fuerza militar en grandes proporciones. Como de ha puesto de
manifiesto en la intervención en Libia, dónde hoy por hoy no se ha
llevado a cabo una invasión o intervención terrestre.
Militarmente,
a partir de los años noventa se plantea la situación de como mantener
la superioridad militar en el teatro de nuevas operaciones, en un
contexto de presupuestos más bajos y en un escenario de poco apoyo
social. Este escenario propiciará cambios en las fuerzas armadas, tal y
como pasó tras la I Guerra Mundial, II Guerra Mundial o la Guerra de
Vietnam. En este caso cabe esperar dos-tres líneas de acción. Una
primera se centrará en la tecnología, en el aumento del uso de alta
tecnología, de tecnología de la información, de sistemas no tripulados y
sistemas de armas con mayor precisión, etcétera. Una segunda línea se
centrará en la reducción del tamaño de las fuerzas armadas, menos
soldados con mayor capacidad de destrucción en cualquier rincón del
mundo. Esta segunda línea comportará que los ministerios de defensa
tengan que abordar la organización y la gestión militar, como: disminuir
las proporciones, aligerar la estructura, privatizar muchas de las
funciones e incorporar cometidos policiales, etc. Una tercera línea
íntimamente ligada a la segunda será la de contratar servicios militares
privados, incluso contratar ejercidos privados y formar ejércitos
públicos secretos que puedan hacer guerras secretas, con la intención de
minimizar coste político para los gobernantes.