España y las guerras por el petróleo: ¿Es el caso de Libia?
En los últimos años, se han popularizado las expresiones «guerra por petróleo» o «guerras por los recursos». Sin embargo, los recursos naturales no suelen estar tan relacionados con las causas de los conflictos armados como se cree, sino que más bien jugarían un papel determinante en la duración y la intensidad de las guerras, ya que influyen directamente en la financiación y la perpetuación de la violencia, entre otros.
No obstante, existen determinadas excepciones, sobre todo el petróleo. Podemos reconocer una «causa» si nos preguntamos hasta qué punto existiría conflicto armado sin ella, o hasta qué punto la realidad sería muy diferente. Efectivamente, en buena parte de los conflictos armados en todo el mundo (Sudán, Angola, Colombia, etc.), los hidrocarburos han desempeñado un papel importante, pero no serían su causa, sino más bien sus catalizadores. Existen, sin embargo, otros escenarios que serían excepciones, y donde el petróleo podría ser no la única, pero sí una causa relevante que explicaría la guerra. Irak, la guerra de Bush, Blair y Aznar es un buen ejemplo. El Delta del Níger es otro. ¿Y Libia?
¿Combate España a Gadafi por el petróleo? Afirmar esto podría resultar pretencioso, pero sin duda el petróleo es una causa importante que explicaría el porqué de su participación en una operación militar de la OTAN que, en contra de lo que dicta la resolución de la ONU, incluye objetivos no autorizados (y, por tanto, contrarios a derecho) como derrocar a Gadafi y combatir sus fuerzas, incluso utilizando grupos mercenarios privados y helicópteros. Pero existen otras razones. Las principales motivaciones de los países que combaten a Gadafi están, con mucha probabilidad, estrechamente relacionadas con cinco puntos: 1) sus intereses energéticos (desde este punto de vista, sí sería una «guerra por el petróleo»; 2) las presiones internas (escándalos en el Estado francés por complicidades con los antiguos regímenes en Túnez y Egipto, tensiones partidistas o cuestiones electorales, con ciertas dosis de egolatría); 3) la voluntad de influir en las protestas en los países árabes, unos procesos en los que adoptan la estrategia del oportunismo y la prudencia en la protección de los propios intereses; 4) las oportunidades y las influencias en una eventual Libia post Gadafi (quien ganaba poco antes, puede aumentar sus beneficios si cae el dictador); y 5) para ganar peso, prestigio militar y favor internacional y/o regional (y el que otorgan los estados más poderosos a quienes les siguen). Para EEUU, Libia era un país situado en el punto de mira desde hace años, es decir, la intervención militar para derrocar a Gadafi ya sería un objetivo anterior a las revueltas y éstas solo habrían supuesto una oportunidad para llevarla a cabo. Al menos, así lo reconoció el ex general estadounidense y ex comandante supremo de la OTAN, Wesley Clark. Los intereses españoles, por otro lado, estarían centrados en el primer punto (petróleo) y el quinto (que también afectaría a otros lugares como, por ejemplo, Afganistán), pero también influirían el tercer punto y el cuarto (también relacionado con el petróleo).
El petróleo y el gas tienen un papel destacado en la política y la economía libia. De hecho, los hidrocarburos representan el 71% del Producto Interior Bruto del país. EEUU también tenía intereses en la Libia de Gadafi, si bien de un volumen inferior al que Washington deseaba. Algunas de las compañías que operaban en el país eran ExxonMobil, Oxy, Marathon, ConocoPhilips y Morgan Stanley. Si bien el 5% de las exportaciones de Libia estaban destinadas a EEUU, el porcentaje sobre el total de necesidades estadounidenses era inferior al 1%. Los beneficios europeos han sido más fuertes. Destacaba la presencia de las petroleras OMV (Austria), Total (Francia), Eni (Italia), Royal Dutch Shell (Reino Unido / Holanda), RWE y Wintershall (Alemania), Statoil (Noruega) y Repsol YPF (España / Argentina). Estas compañías gozaban de autorización para operar en Libia. No todos estos países estaban satisfechos (notoriamente, los más beligerantes contra Gadafi), pero en general las relaciones entre los mandatarios de las potencias mundiales y el régimen de Gadafi han sido más que cordiales, incluso, como en el caso italiano, de alianza. De hecho, 180 empresas italianas trabajaban en Libia hace dos meses, y quizá por ello Berlusconi todavía no ha congelado todas las cuentas y detenido todos los numerosos intereses del régimen libio en el país que gobierna, como obligan las resoluciones de la ONU y la Unión Europea (UE).
Los intereses petroleros españoles se concentran en la empresa privada Repsol YPF. Esta compañía gozaba, antes de la crisis libia, de derechos mineros sobre 10 bloques, 9 de ellos onshore y uno en la cuenca offshore de Sirte. Los principales intereses son de exploración: 8 de los 10 bloques, con una superficie de 20.718 km2, mientras que los dos bloques restantes, de producción, tienen una superficie de 1.566km2, según se menciona en el propio sitio web de la empresa. Repsol está presente en Libia desde los años 70 (Gadafi accedió al poder en 1969) y las relaciones con el dictador eran, según afirmó un portavoz de Repsol en 2009, «excelentes»: «Tenemos una excelente relación con Libia, como muestra el hecho de que hemos extendido nuestro contrato en el país hasta 2032». Sin embargo, el portal argentino La Nación advirtió en enero de 2009 que, como reacción a una conferencia de Gadafi en la Universidad de Georgetown (Washington, EEUU) en la que sugería que se podrían producir nacionalizaciones debido a la fuerte caída del precio del petróleo, un portavoz de Repsol dijo que «no creemos que haya una posibilidad real de nacionalización de las petroleras en Libia». Cabe añadir que Repsol ha realizado fuertes inversiones recientes en Libia y tenía expectativas de ampliar su producción en zonas descubiertas en 2006, en las que se esperaba que las instalaciones estuvieran preparadas para 2012 y 2013. En cualquier caso, cabe destacar la dependencia de España del petróleo libio. ¿Habrá sido casual la coincidencia en el tiempo de la limitación de velocidad en las autopistas a 110 Km/h y la operación militar en Libia?
¿Y por qué involucrarse en un conflicto armado contra el mismo Gadafi que se ha mostrado generoso con determinados intereses españoles? Probablemente, para apoyar a quien se creía que controlaría Libia. De hecho, la operación militar fue posterior a los encuentros con el Consejo Nacional Libio (CNL), y los grupos rebeldes han sido muy claros al decir que considerarán la participación extranjera a la intervención militar a la hora de realizar concesiones futuras de exploración, explotación y exportación de hidrocarburos. Los países intervinientes, con la connivencia de la UE y la ONU, entre otros, han demostrado numerosos esfuerzos para que Libia continúe exportando petróleo, incluyendo, entre estos esfuerzos, combates en las áreas productoras, iniciativas para que la Arabian Gulf Company (AGOCO) evitara las sanciones de la ONU y la UE, o el reconocimiento del CNL para facilitar las exportaciones.
Para los países miembros de la OTAN que bombardean, lo más importante no es la Libia de la posguerra, la población civil o los rebeldes. Lo que cuenta es que las concesiones de explotación de hidrocarburos y otras ganancias de tipo político compensen la inversión realizada. Al fin y al cabo, la guerra, en el depredador modelo capitalista actual, es una manera práctica de hacer negocios y relaciones internacionales.