Las armas no educan, las armas matan
(Artículo publicado en La Directa)
Un año más, coincidiendo con la celebración del Salón de la Enseñanza en Barcelona, la Campaña Desmilitaricemos la Educación ha vuelto a denunciar la creciente presencia del ejército en determinados espacios públicos y, de forma más preocupante, en los espacios educativos.
Más de cuarenta entidades, entre asociaciones que trabajan por el fomento de la paz, AMPAS y sindicatos educativos, apoyan esta campaña con el objetivo de impedir la presencia de las instituciones militares en los espacios educativos.
Tal y como se afirma en el manifiesto de la campaña, la misión
de las instituciones y los agentes educativos debe ser el fomento de la
cultura, la ciencia y los valores de la convivencia y la diversidad; por
lo tanto, “ejército y educación son conceptos manifiestamente
antagónicos”. Es por eso que cada año las entidades que forman parte de
la campaña ponen de manifiesto la incoherencia de gobiernos que, por un
lado, se llenan la boca con leyes para el “fomento de la paz” y, por
otro, continúan intentando convencernos que los ejércitos son ONGs de
ayuda humanitaria, con la pequeña diferencia del uso de la maquinaria
militar. Lamentablemente, son viejos conocidos los valores que emanan de
esta institución, y no viene de nuevo si decimos que poco tienen que
ver con los valores que pretendía promover Naciones Unidas cuando
declaró, en 2001, la Década para la Cultura de la Paz. ¿Qué sentido
tiene hablar de paz y promover la “Cultura de la defensa” como hace el
Gobierno catalán y el español?
Limpiando la imagen del ejército
Como consecuencia del fin del servicio militar obligatorio y con la profesionalización del ejército en 2001, el Ministerio de Defensa se ha visto obligado a destinar entre 10 y 20 millones de euros en publicidad al año. Según estos datos, la campaña de publicidad del ejército sería la segunda más cara del estado, con 10 millones de euros en 2010, apesar de las reducciones aplicadas al gasto público. Como vemos, el Ministerio de Defensa no tiene problemas presupuestarios cuando de hacer proselitismo se trata. Este año, Defensa destinará casi 7 millones de euros en dos concursos para la “campaña de proximidad” de las Fuerzas Armadas y apoyo al reclutamiento. Evidentemente, esta reducción no responde sino a una cuestión coyuntural, como es la agudització de la actual crisis económica. Tal y cómo ha sido demostrado en otras ocasiones, en momentos de crisis el Gobierno necesita de menos recursos publicitarios para captar nuevos y engañados adeptos para enviar, tarde o temprano, a alguna de las numerosas guerras en las que España está involucrada.
Por otro lado, y con la misma intención de mejorar la imagen del ejército, el Ministerio de Defensa publicó recientemente una convocatoria de subvenciones, de 645.370 euros, para proyectos educativos de primaria, secundaria y universidad para explicar las bondades del ejército y para promover una “Cultura de la Defensa”, término que podríamos considerar un buen ejemplo de oxímoron. Además, durante el año 2010 se concedieron un total de 115.800 euros en premios a través de diferentes convocatorias. Otros premios han sido galardonados con viajes y estancias en Canarias o visitas al buque-escuela “Juan Sebastián lo Cano” para grupos escolares de secundaria y de formación profesional.
Probablemente, serán muchos los que pongan de manifiesto el
escaso impacto que tiene decir que Defensa dedica diez o veinte millones
de euros al año para promover la “Cultura de la Defensa” o para
promover actividades relacionadas directa o indirectamente con las
Fuerzas Armadas. Sin embargo, lo que aquí queremos denunciar es el
esfuerzo destinado a mejorar la imagen de las Fuerzas Armadas con una
publicidad intencionadamente engañosa sobre lo que supone la vida
militar, así como la contradicción de los gobiernos que por un lado
dicen querer caminar hacia la paz y, por otro, financian la
militarización de la vida. Es vergonzoso que en plena época de recortes
presupuestarios, en la cual se eliminan ayudas sociales y se reduce el
ya de por sí limitado estado del bienestar que tantas luchas sociales
supusieron a este país, estemos dedicando aunque solamente sea un euro a
gastos no sólo totalmente prescindibles sino no deseables desde un
punto de vista ético, como es el caso de los gastos de publicidad y
marketing del ejército.