La OTAN y España, de Kosovo a Afganistán

La OTAN y España, de Kosovo a Afganistán

La ministra Chacón ha ocupado, otra vez –dudo que inconscientemente– buena parte de los titulares, con su sorpresivo anuncio de retirada de las tropas españolas de Kosovo. (Jordi Calvo, Diario de un altermundista, publico.es, 1 de abril de 2009)

Las críticas no han ido dirigidas tanto al hecho de retirarse en sí mismo, sino a las formas en cómo se ha llevado a cabo. La descoordinación ha sido tal, que parece que esta decisión fue tomada por Zapatero y Chacón, sin informar ni siquiera al ministro Moratinos, al representante de España en la OTAN y al embajador español en EEUU.

Independientemente de que el funcionamiento de la maquinaria diplomática española no parece el más deseado, de tal actuación podemos extraer tres lecturas.

Una de ellas se refiere a la relación de España con la OTAN. Cuando parece que estamos presos a seguir a pies juntillas las decisiones tomadas en su seno, de la cual somos miembros plenamente, resulta que nuestros gobernantes tienen margen de maniobra para desmarcarse de la OTAN, sin que ocurra ninguna catástrofe. Aunque deberíamos recordar que en el referéndum de 1986 en el que ganó el “sí” (excepto en Cataluña, Euskadi y Canarias) no se votó exactamente la incorporación plena de España en la OTAN, sino que el sí de la ciudadanía fue condicionado a que la incorporación no sería a la estructura militar integrada, de la cual ahora España forma parte. Por otra parte, fue ilegal que la OTAN se saltara a la torera su mandato inicial de actuar en el Atlántico Norte, para defender a sus miembros de posibles agresiones, con el nuevo concepto estratégico firmado en 1999, que amplía su ámbito de actuación a todo el planeta y convierte a la OTAN en un organismo que puede realizar operaciones ofensivas. El gobierno español debió haber contado en este caso con la autorización del Parlamento, tal y como exige el artículo 94.1.b) de la Constitución, referido a los tratados internacionales de carácter militar. Quizá, el hecho de que los gobernantes de este país se hayan saltado tradicionalmente sus obligaciones democráticas en cuanto al establecimiento de sus relaciones con la OTAN, –lo que pone en duda la legitimidad de nuestros compromisos con el mencionado organismo militar–, haya animado a la Ministra de Defensa a darse un baño de soberanía y decidir unilateralmente el retorno de los soldados españoles de Kosovo.

Una segunda lectura es que las misiones de España en el exterior, calificadas tantas veces por la ministra como humanitarias y de mantenimiento de la paz, dando pie a lo que se ha llamado, con cierta sorna, el oenegército, parece que están dando un giro radical, y una misión como la de Kosovo, de estabilización de un país en situación posterior al conflicto y que parece necesitar del apoyo internacional –preferiblemente no militarizado– para establecer las bases de un funcionamiento democrático consolidado, no es una prioridad para el gobierno español por razones de política interna. Porque pueden pensar que tener un destacamento español en un lugar que se ha autoproclamado independiente, puede alentar a que Euskadi o Cataluña sigan los mismos pasos.

Finalmente, la tercera lectura de la retirada precipitada de las tropas españolas de Kosovo puede tener relación con la próxima celebración del 60º aniversario de la OTAN en Estrasburgo, en tan sólo dos semanas. En la que con toda probabilidad se hablará sobre la presencia de la OTAN en Afganistán, y a la que Zapatero quiere acudir con una buena oferta bajo el brazo y así ganarse la confianza de Obama. Además, si tenemos en cuenta que la opinión pública española sobre la presencia militar española en Afganistán es de cerca de un 60% a favor de la retirada o disminución, de un 30% a favor del mantenimiento de las tropas actuales, y sólo de un 5% por el aumento, podemos pensar que se trata de una estrategia del gobierno para que la opinión pública se muestre más propensa al aumento de tropas en Afganistán. Así, el hecho de que Obama se haya mostrado molesto por la reducción unilateral del contingente español en Kosovo, puede haber ayudado a crear el marco propicio para que, con el objetivo de cultivar una buena relación con EEUU y con nuestros aliados de la OTAN, les compensemos con un aumento de nuestra presencia en Afganistán donde, el oenegército español, tal y como muestran los datos, está en guerra –el 95% del gasto español en Afganistán es para operaciones militares–, al contrario que en Kosovo.

En definitiva, la retirada de España de Kosovo, no parece haber sido tan precipitada como nos hacen creer, porque forma parte de la estrategia global del gobierno español de aumentar su presencia militar en la escena internacional para reforzar su candidatura a los foros de poder internacionales. Sin embargo, esta decisión nos sirve para pensar que si no seguimos a la OTAN con los ojos cerrados, no pasa nada, porque las relaciones internacionales, afortunadamente, se basan en algo más que en la participación en guerras como la de Afganistán.



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