Tráfico de armas en la región de los Grandes Lagos

Tráfico de armas en la región de los Grandes Lagos

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El genocidio cometido en Ruanda tiene su aspecto más perverso en la venta de armas al gobierno hutu por parte de diversos países africanos y europeos, unas armas que además provenián de industrias europeas.
Campanya Contra el Comerç d’Armes, (febrero de 1997). Materiales de Trabajo, núm. 11.



De espectáculo vergonzoso podría denominarse la actuación de la denominada «Comunidad Internacional» (países del primer mundo) con respecto a los conflictos que se han desarrollando en la región de los Grandes Lagos, puesto que la división y la falta de acuerdos en realizar una acción conjunta que acabara con la tragedia humana que la región está padeciendo ha sido la tónica común desde el inicio de los conflictos. Pero el hecho de estar en juego la vida de cientos de miles de personas, hace que la vergüenza se trueque en complicidad criminal, cuando las responsabilidades, no sólo pertenecen a las partes enfrentadas, sino que en buena medida, son el resultado de las actuaciones de las potencias occidentales las que han conducido a la situación de caos actual.


En primer lugar, porque las causas del actual conflicto hay que buscarlas en el proceso de descolonización que estableció unas fronteras artificiales, con divisiones arbitrarias entre los pueblos de la región, con las que favorecer los intereses económicos de las metrópolis; los mismos intereses que favorecieron el acceso de determinadas élites autóctonas al poder político. En segundo lugar, porqué en el origen de los actuales conflictos, se encuentran los intereses enfrentados de las potencias por el control de los recursos minerales de la zona (oro, diamantes, cobre, pero sobre todo por el cobalto), como lo demuestra el hecho de que Francia y Bélgica, hayan apoyado a los hutus; Estados Unidos e Israel se encuentren detrás de los tutsis. Y en tercer y último lugar, por la venta indiscriminada de armas a los diferentes bandos de la región. Es en este punto, donde la responsabilidad se trueca en complicidad criminal, puesto que no ha habido ningún reparo en alimentar desde el primer mundo, unos conflictos que las o­nG que trabajan en la zona, estaban avisando se volverían a producir, sino se frenaba la llegada de armas y a la vez no se arbitraban las medidas políticas (conferencia internacional) que remediaran las diferencias internas.


Desde luego, no son muchas las informaciones aparecidas sobre las exportaciones de armas realizadas en la región, pues de sobra es conocido el secretismo que envuelve este tipo de transacciones, debido al rechazo que el comercio de armas tiene en la opinión publica. Pero algunas han ido trascendiendo, así, se tienen noticias de que han existido suministros de armas al gobierno de Burundi, controlado por la minoría tutsi, por parte de Estados Unidos y China; al actual gobierno de Ruanda, han llegado armas procedentes de Rusia, Rumania y Uganda; el gobierno del dictador Mobutu de Zaire, ha recibido armas desde Israel y Estados Unidos; los grupos armados hutus que actúan en el Zaire les han suministrado armas desde Sudáfrica, Israel, China, Albania y Bulgaria.


Una de las operaciones que ha salido a la luz, es la que se desprende del informe de la comisión de Naciones Unidas que investiga las ventas de armas en la región, en el que se involucra al gobierno español. Se trata de una operación de tráfico de armas desde España hacia Ruanda, realizada en mayo de 1994. Al parecer se trató de un avión con matricula nigeriana B 707, que el 24 de mayo de 1994 salió del aeropuerto de Barajas (Madrid) con un cargamento de 30 toneladas de fusiles de asalto alemanes G-3 procedentes del ejercito portugués y con destino al este del Zaire.

Esta operación, una más de las que han realizado diversos países europeos durante los últimos años, y que fue realizada durante el mandato del PSOE, ha sido desmentida por el actual gobierno, aunque no ha descartado que se tratara de una operación «ilegal». El problema de este desmentido es que difícilmente puede ser creíble, o demostrada su falta de veracidad, cuando la mayor parte del comercio de armas está amparado por el secreto oficial, una política secretista y sin control parlamentario de una actividad «económica» que mueve en el estado español miles de millones de pesetas al año. El carácter de secreto oficial de estas actividades se remonta al 12 de marzo de 1987 cuando el Consejo de Ministros del anterior gobierno declaró secretas «la actas de la Junta Interministerial, que se encarga de controlar este comercio y de autorizar las exportaciones de material militar y de «doble uso».

Por otra parte, los servicios de aduanas de Bruselas confiscaron a principios de enero de este año varios centenares de motores y piezas de recambio para carros de combate de origen ruso que iban a ser enviados a Burundi, país sometido al embargo internacional tras el golpe de Estado militar el 25 de julio del año pasado.

En el intento de encontrar ventas de armamentos contrastadas, el C3A, ha explorado la base de datos Eurostat, del censo de exportaciones de la Unión Europea, y se han extraído las transacciones del cuadro adjunto. No son, desde luego, ventas muy cuantiosas, pero en cambio si que son muy significativas, puesto que demuestran la existencia de ventas de armas. Pues se trata de informaciones facilitadas por los países miembros de la UE, de exportaciones a cuatro de los países que forman la región de los Grandes Lagos (Ruanda, Burundi, Zaire y Uganda, y precisamente de aquella partida arancelaria, la 93 de armas y municiones, que engloba armas cortas y ligeras (rifles, pistolas, municiones, explosivos, minas…) que son las que más muertos causan en esta clase de conflictos.


Sólo es una página más de esa monstruosa historia general de la infamia, con que la Comunidad Internacional obsequia a sus ciudadanos súbditos.



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