Por una sociedad pacifista y desmilitarizada

Por una sociedad pacifista y desmilitarizada

Oponerse a las guerras actuales, obstaculizar la preparación de futuros conflictos armados y la generalización de la cultura de la Paz. Estos son los tres grandes retos que el movimiento antimilitarista deberá afrontar en los próximos años.
Tomàs Gisbert, Illacrua núm 150 (junio 2007)

Cuando el expresidente norteamericano George Bush, padre, en una conferencia ante los magnates del petróleo dijo «las protestas de Barcelona no nos dictan la política», involuntariamente estaba reconociendo el fuerte peso del pacifismo y el antimilitarismo en Catalunya, puesto de manifiesto con las impresionantes manifestaciones catalanas del 2003 contra la guerra de Irak.

La movilización de la sociedad catalana contra la guerra no caía del vacío, era la expresión de un trabajo de más de 40 años del movimiento pacifista y antimilitarista en Catalunya, que Enric Prat, muy acertadamente, se ha encargado de certificar y grabar en su libro «Moviéndose por la Paz. De Pax Christi a las movilizaciones contra la guerra» para que no caiga en el olvido que imponen los poderosos.

Hace poco, Rafael Grasa nos recordaba la comparación que hacía Joan Gomis del movimiento por la paz con una ballena, en alusión a un movimiento que pasa mucho tiempo sumergido, fuera de la vista, mostrando sólo el trabajo de pequeños núcleos de pacifistas y antimilitaristas; pero que, de vez en cuando, cuando la situación lo requiere, emerge con toda su magnitud, como lo hizo en las manifestaciones del 2003 o a la movilización, que desde fuera de Catalunya parecía imposible, contra el desfile militar del 2000. Esta ballena a lo largo de los años ha ido engordando, y en ella hay desde las generaciones que con la oposición a la entrada en la Otan descubrieron que la lucha por la paz era fundamental para poder transformar el mundo, hasta aquellas que se han hecho mayores acompañadas por el pacifismo y el antimilitarismo. Por un movimiento por la paz que ha conseguido una fuerte incidencia en la sociedad catalana y que no ha sido únicamente un movimiento testimonial, cosa que muchos veces es imprescindible, sino que ha sido capaz de situar sus temas en el centro del debate público, lograr reivindicaciones muy importantes, como la desaparición del servicio militar obligatorio o la retirada de las tropas españolas de Irak, y afianzar una conciencia pacifista y antibelicista en la sociedad.

La pluralidad del movimiento por la paz

Una primera enseñanza es que lo que ha hecho grande esta magnifica ballena no ha sido una campaña concreta, una corriente ideológica o una generación. Si el movimiento por la paz ha tenido en Catalunya una característica importante, es la pluralidad: pluralidad de campañas, pluralidad de puntos de interés para los núcleos más activos, pluralidad ideológica de diferentes tradiciones emancipadores de las personas que lo han integrado (cristianos, marxistas, libertarios, noviolentos…); pluralidad, en fin, de ámbitos de trabajo.

Durante la primera guerra del Golfo del 1991, en una de las primeras reuniones para organizar la oposición a la guerra, algún colectivo insinuó que la referencia a la insumisión era un punto que dividía el movimiento. El debate se acabó cuando todos constatamos que lo más importante era parar la guerra, y que para ello lo que necesitábamos no era ponernos de acuerdo en unos puntos mínimos que inevitablemente excluirían partes, iniciativas o puntos de vista sino sumar, sumar todas las fuerzas, todas las percepciones y todas las iniciativas contra la guerra.

La pluralidad también ha significado poner en diálogo diferentes corrientes y tradiciones ideológicas que se han influido mutuamente. El movimiento por la paz ha sido un punto de encuentro no sólo de las personas que se podían coordinar para impulsar alguna campaña concreta, sino un punto de encuentro de pensamientos diversos, un laboratorio de ideas donde todos aprendíamos de los otros y nos influíamos mutuamente.

Las jornadas sobre el Movimiento por la paz en Catalunya, pasado, presente y futuro, organizadas por el Icip el año pasado, de las cuales recientemente ha aparecido el libro que recoge todas las intervenciones, fueron un buen muestrario de esta diversidad y pluralidad.

Creo que esta reflexión debe servir no sólo para interpretar el pasado, sino para mirar el futuro. Porque esta pluralidad se da también en la pluralidad de campañas pacifistas y antimilitaristas hoy en marcha en Catalunya. Pero la pluralidad no la hemos de entender como una dispersión de esfuerzos. Al contrario, es una garantía de tener presentes y trabajar los retos más importantes, de aprovechar al máximo las energías de todos los núcleos más activos, porque hace que todo el mundo pueda implicarse en la campaña que lo llame y lo urja más y es la ballena, cada día más gorda, la que decide cuándo y por qué emerge a la superficie.

Tres grandes retos

La diversidad del movimiento también viene marcada por los retos que habrá de afrontar y guiar el trabajo en los próximos años.

El primero gran reto es oponerse a las guerras actuales y trabajar por lograr la paz. Esto quiere decir seguir protestando contra la guerra de Irak y mantener una actividad regular sobre el conjunto de guerras y conflictos armados que se están dando en el mundo. Igualmente es necesario llevar un seguimiento sobre los procesos de paz hoy en marcha, para poder contribuir a que acaben con éxito. Y en este punto no podemos dejar de esforzarnos porque el proceso de paz en Euskadi llegue a buen puerto.

También ha aparecido en los últimos años un fenómeno nuevo como es la privatización de la guerra. Las denominadas corporaciones militares privadas, que sustituyen los ejércitos de los estados en las tareas más sucias y hacen de la guerra un negocio, deben ser un centro de atención para el movimiento pacifista.

La lucha contra la guerra ha de incidir en la contribución que a ella hace el militarismo español. La retirada de las tropas españolas de Irak fue una gran victoria del movimiento por la paz, pero las denominadas misiones humanitarias de los ejércitos encubren la participación directa o indirectamente en las guerras actuales; la intervención en Afganistán es un buen ejemplo.

El segundo grand reto es oponerse y obstaculizar la preparación de la guerra. Esto significa luchar y denunciar todas las partes que conforman lo que se han dado en llamar como el ciclo militarista: el gasto militar, que está volviendo a los niveles anteriores propios de llena guerra fría; el rearme, con nuevos sistemas de armas, entre ellas una nueva generación de armas nucleares, y una ofensiva de la Otan, pero también de la Unión Europea, para que los aliados aumenten más su gasto en rearme; la industria militar, el papel que tienen las entidades financieras en su desarrollo, los intentos de fortalecer una industria militar en Catalunya desarrollando la industria aeronáutica; el comercio de armas, que aviva los conflictos por todas partes; la militarización del territorio, con la red de bases e instalaciones militares que lo ocupan; cuestionar las denominadas políticas de defensa y el papel de los ejércitos, discutiendo las leyes que está aprobando el actual gobierno, así como también la política de defensa que nos viene de la Unión Europea.

Pueden parecer temas difíciles pero campañas como «Armas bajo control» por la transparencia en el comercio de armas, la objeción fiscal, la oposición a la investigación científica con finalidades militares que encabeza «Por la paz: basta de investigación militar», o la campaña por la prohibición internacional de las bombas de dispersión muestran que pueden abordarse.

Y el tercer gran reto es la generalización de la cultura de paz. Cultura de paz que ha de oponerse a los intentos de la cultura de guerra, denominada como cultura de defensa según el discurso oficial, de penetrar a las escuelas y la universidad y de asentarse en una sociedad considerada demasiado pacifista por el militarismo. La educación por la paz y su extensión es un trabajo imprescindible. Hace falta potenciar la investigación por la paz. Como también lo es trabajar por la cultura de paz, buscar y difundir una información veraz en los tiempos de guerra y de mentiras que vivimos.

Trabajo no falta, pero hay un lugar para cada uno.



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