La Inacabable Proliferación Nuclear
Hace ahora treinta y seis años entró en vigor el Tratado de No
Proliferación de Armas Nucleares (TNP). Pese a las esperanzas
despertadas entonces, podemos hoy afirmar que no sólo no ha disminuido
el peligro nuclear sino que, por diferentes factores el equilibrio
nuclear es hoy mucho más frágil.
Jordi Foix. Materiales de Trabajo Núm. 28. Abril 2006
Hace ahora treinta y seis años, en concreto en el año 1970, entró en
vigor el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares (TNP). Dicho
tratado, en aquel momento, despertó una cierta esperanza, por lo que
suponía de reconocimiento de la gran presión social internacional en pro
del desarme nuclear, en cierto modo parecía una primera inflexión en la
carrera nuclear. Tres decenios después podemos afirmar que no sólo no
ha disminuido el peligro nuclear sino que, por diferentes factores el
equilibrio nuclear es mucho más frágil.
El asumido por el TNP
como objetivo principal -eliminación progresiva de los arsenales
nucleares, su control y la prohibición de fabricación de nuevos-, está
hoy tan lejano o más que entonces.
Desde aquel ya lejano 1970
hasta hoy, y a pesar de que un total de 188 estados han firmado el
acuerdo, incluyendo los que, oficialmente, tienen armamento nuclear –
Estados Unidos, Rusia, China, Francia y Gran Bretaña- que, a su vez, son
los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de las NNUU, los
incumplimientos ha sido sistemáticos y, hoy hay más países con armamento
nuclear que entonces.
Los gobiernos de India y Pakistán,
realizaron sus primeras pruebas atómicas en el año 1998, convirtiéndose
en los primeros países no adheridos al TNP que reconocían poseer armas
nucleares sin contar los antes mencionados. Otro Estado que dispone de
armas nucleares, aunque sin reconocerlo oficialmente, es el de Israel,
al que se le calcula, según las fuentes, la posesión de entre 100 y 300
bombas nucleares. Los tres son Estados que no han firmado el tratado. A
ello hemos de unir las noticias no confirmadas pero muy verosímiles de
que Corea del Norte, que se retiró del TNP en 2003, ya dispone de varias
bombas nucleares. Esto último daría sentido al cambio de actitud, más
negociadora, del resto de Estados nucleares, especialmente EEUU,
respecto a Corea del Norte.
El único ejemplo en positivo de
todo este proceso es el dado por Sudáfrica. Este Estado que había
iniciado, poco antes del fin del régimen de apartheid, un programa de
armamento nuclear, renunció públicamente al mismo en 1994, destruyendo
las armas nucleares que había construido.
Disuasión y doble discurso
Podríamos decir que la actual situación es el resultado pantanoso al
que nos ha llevado la cultura de la disuasión, es decir, el terror
nuclear utilizado como arma de disuasión. Una de las características del
gobierno de Estados Unidos, actual potencia dominante en solitario, y
del conjunto de Estados que conforman el Consejo de Seguridad, ha sido y
es la utilización del «doble discurso» o la «doble vara de medir»
frente a los Estados que han cuestionado en la práctica el tratado. La
reacción ha venido dada siempre según la alienación del estado, según
formen parte del mundo «occidental» y sus aliados, formen parte de los
estados «apestados» o «canallas» (rogue states) o, como Corea del Norte,
ya tengan sus armas nucleares disponibles. Así, nos encontramos que
Brasil ha estado desarrollando tecnología de doble uso, en concreto
producción de uranio enriquecido y, aunque no permitió investigar sus
instalaciones ha seguido con su programa. Japón, por otra parte, ha
anunciado la revisión de su compromiso realizado al finalizar la II
Guerra Mundial de no fabricar ni adquirir armamento nuclear ni de
consolidar un gran ejército, motivando una situación de «guerra fría»
con China. Son noticias que apenas han merecido una poca atención en los
diferentes medios de comunicación, ni por lo que parece en el Consejo
de Seguridad.
Con ello, llegamos a la situación actual con el
foco de la atención publica centrado en Irán i su actual presidente, al
cual se prohíbe hacer lo que ayer se permitió a Brasil en 1998, es
decir, el desarrollo de tecnología propia para enriquecer el uranio.
No es nada sencillo no reconocer la inmensa capacidad de
desestabilización de un Irán nuclearizado militarmente (carrera
armamentista en la zona, peligro de desastre humano y
medioambiental,..). Sin embargo, el presidente iraní ha afirmado que el
desarrollo de su programa pasa por la nuclearización civil y no hay
datos que indiquen lo contrario, aunque la Agencia Internacional de la
Energía Atómica (OIEA) afirma haber encontrado «indicios» en sus
inspecciones. Pero, en todo caso, el tema pasa por el doble uso -el
proceso tecnológico necesario para un programa nuclear civil y militar
es prácticamente el mismo- y el control de la producción del uranio
enriquecido. La gran dificultad reside en la poca o nula autoridad
política y moral de los países que ostentan el poder nuclear, i el
control del negocio del enriquecimiento del uranio, a la hora de
presionar a determinados países. La necesidad de ser equitativo lleva a
pensar que las argumentaciones que valen para unos, valen también para
los otros, es decir, para todos.
La invasión de Irak con el
argumento demostradamente falso de la existencia de armas de destrucción
masiva es un argumento para quienes mantienen el derecho al desarrollo
del poder nuclear por parte de Irán, que -supuestamente- podría frenar
los intentos por parte de alguna nueva y circunstancial «coalición para
la paz», de hacer lo mismo con Irán. Corea del Norte sería el ejemplo.
Pero todo esto al fin es una escalada infinita del peligro nuclear. ¿Nos
podemos imaginar en Oriente Medio dos potencias militares nucleares
como Israel e Irán a un mismo tiempo?
Una orientación pacifista no alineada
La perspectiva del pacifismo nos lleva a pensar que no se trata ni del
supuesto derecho a armarse nuclearmente de forma «preventiva», ni de la
fracasada política de la disuasión nuclear que puede ralentizar la
escalada nuclear pero no frenarla.
Es sencillamente suicida el
planteamiento desarrollado desde algún sector del altermundialismo, en
el sentido que. «puesto que EEUU, Francia, Israel,…tienen la bomba
atómica, Irán tiene también el mismo derecho”, pienso que este supuesto
«derecho» no lo tienen ni los unos ni los otros. Un movimiento social de
orientación pacifista adquiere su sentido profundo en este caso, en la
exigencia del desmantelamiento de los actuales arsenales nucleares y la
renuncia definitiva a la proliferación nuclear, tanto la militar como la
supuestamente civil.
Los últimos informes cuentan, en 2005,
más de 31.000 cabezas nucleares almacenadas en diferentes países, es
decir, todo el planeta es hoy un inmenso polvorín nuclear. En realidad,
el camino únicamente pasa por la exigencia social masiva del
cumplimiento riguroso del TNP, iniciar un camino hacia la
desnuclearización militar efectiva y avanzar en la desnuclearización
civil a favor de tecnologías energéticas blandas. De alguna manera y,
aunque sea contradictorio, avanzar por el camino iniciado por Sudáfrica
en 1994.