Convertir las guerras en negocio
Asistimos aturdidos, perplejos y desconcertados a la guerra en Ucrania que nos está tocando de cerca, y que también nos está tocando el bolsillo. …
Asistimos aturdidos, perplejos y desconcertados a la guerra en Ucrania que nos está tocando de cerca, y que también nos está tocando el bolsillo. Estos días, en mi puesto de trabajo, he visto de cerca los rostros de tres familias ucranianas que han huido de su ciudad bombardeada, Járkov. He visto rostros muy tristes, miradas esquivas y escuchado un silencio amargo mientras comíamos juntos en el comedor. Personas y familias civiles inocentes que, de la noche a la mañana, han perdido sus casas, hogares, a familiares y amigos, sus hábitats, su forma de vivir. Como en otros 34 conflictos armados en el mundo: Siria, Libia, Somalia, Sudán del Sur, RDC, Mali, Afganistán, Armenia, Israel-Palestina, Yemen, Colombia etc.
Ante esta cruda realidad, nos surgen preguntas de hondo calado humano y ético: ¿cómo es posible que no aprendamos del dolor, sufrimiento y destrucción de las guerras pasadas y actuales? ¿qué fuerza misteriosa puede motivar tal violencia, muerte y destrucción? Una explicación plausible y limitada, pero bastante certera a mi entender, es la del ímpetu de tres arcaicas pasiones humanas que, como en una trenza, se entrelazan, alimentan y sostienen recíprocamente: la ambición de poder, la codicia o afán excesivo de dinero/riqueza y el excesivo deseo de prestigio. Estas tres pasiones, a escala mundial, confluyen en la pretensión de querer ser la potencia hegemónica, el imperio dominante, el hegemón mundial. Lo percibimos en esta guerra, el choque de grandes placas tectónicas en Ucrania que luchan por mantenerse o escalar en la hegemonía mundial: por un lado, EE.UU y sus aliados estratégicos de la OTAN y la Unión Europea y, por el otro, Rusia y sus aliados estratégicos, especialmente China.
War profiters: quienes convierten las guerras en un negocio
Ángel Gómez de Ágreda, coronel del Ejército del Aire y analista geopolítico, describe sucintamente en una de sus publicaciones el objeto de las guerras: “Las guerras se originan por la voracidad de una potencia por acaparar unos recursos o por la competición entre dos comunidades por el acceso a los mismos bienes. Es difícil encontrar enfrentamientos en los que no se pretenda una ganancia material por parte de los contendientes. Desde los desencuentros entre agricultores y ganaderos en el neolítico hasta las pugnas por las materias primas y la energía necesarias para mantener la industria moderna”. De esta manera, mediante la acción militar, se ocupan los enclaves geoestratégicos importantes (fuentes de abastecimiento y territorios con recursos naturales, especialmente los energéticos, como los hidrocarburos), mercados para sus productos acabados y las vías de transporte. Al mismo tiempo que poseen estos enclaves, desproveen al adversario de los mismos, consolidando así su hegemonía.
Además, hay personas sin escrúpulos, los llamados war profiters, que convierten las guerras en un negocio y se lucran ampliamente con ellas. Obtienen ganancias sustanciales a costa de la vida de las personas y de otros seres vivos, como auténticos “mercaderes de la muerte”. Ya lo dijo también Bertolt Brecht, «there will be war as long as even one single human being makes money from it » (habrá guerra mientras un solo ser humano gane dinero con ella). Los war profiters facilitan los medios a las élites de poder (término acuñado por el sociólogo C. Wright Mills) que buscan y organizan las guerras. Por ganancias, las élites de poder y los war profiters sacrifican su moralidad y la vida de los otros. Como indicó, en 1951, Sartre en el libro El diablo y Dios: “cuando los ricos se declaran la guerra son los pobres los que mueren”. Esta guerra, que empezó en 2014, ha causado ya 3 millones de refugiados. El último balance de la ONU eleva a 690 los civiles muertos en Ucrania y 1143 heridos, de los cuales 97 y 100, respectivamente, son menores. Por su parte, las autoridades ucranianas hablan de 13 800 bajas de soldados rusos desde que empezó la ofensiva.
Las guerras no se llevarían a cabo sin financiación
Pero cabe tener presente que las guerras no se podrían llevar a cabo sin la financiación a los estados beligerantes y a los empresarios que suministran armamento, munición y todo tipo de enseres para la guerra. La firma bancaria estadounidense JP Morgan & Co ganó millones financiando la Primera Guerra Mundial y la posterior reconstrucción y las reparaciones de la posguerra. No solamente cobraba intereses por temor a que Gran Bretaña perdiera la guerra sino que, además, el lobby de Wall Street que el financiero John Pierpont Morgan lideraba, presionó con éxito al presidente Wilson para que, mediante una declaración de guerra a Alemania, colaborara con Gran Bretaña para ganar la guerra y así evitar una catástrofe financiera para los bancos norteamericanos.
En la II Guerra Mundial, dos de los bancos más grandes de los EE. UU. negociaron largamente con la Alemania nazi. Estos bancos fueron el Chase Bank, propiedad de Rockefeller, y el National City Bank de Nueva York, controlado nuevamente por JP Morgan. Estos bancos manejaban las cuentas de muchas de las empresas estadounidenses que, durante la guerra, comerciaban con la Alemania nazi (negocios con el enemigo ocultados por el gobierno norteamericano a la ciudadanía), como por ejemplo Standard Oil, Sterling Products, General Aniline & Film e ITT (International Telephone & Telegraph). Según la revista Time, la entidad financiera que sustentó las potencias del Eje (Hitler/Mussolini) fue el Schroeder, Rockefeller and Company Investment Bank.
Los negocios íntimos y secretos entre los empresarios estadounidenses y alemanes tenían lugar principalmente en la sede del Bank for International Settlements (Banco de Pagos Internacionales) ubicado en Basilea, Suiza. El BPI proporcionaba al Tercer Reich de Hitler no sólo préstamos sino, sobre todo, relaciones de negocios con otros países, incluso rivales, e información, tanto financiera como política. Este banco blanqueó cientos de millones de dólares en oro nazi saqueado de las tesorerías de los países ocupados. La dirección del banco era una amalgama de banqueros internacionales: desde tres directores del Banco de Inglaterra a poderosos financieros nazis como Kurt von Schroeder (director del JH Stein Bank de Colonia y principal financista de la Gestapo), Herman Schmitz (presidente de IG Farben, la empresa que sustentó la maquinaria bélica de Hitler), Walter Funk y Emil Puhl, presidente y vicepresidente del Reichsbank, respectivamente. También el banquero de Wall Street, Thomas McKittrick (director del First National Bank of New York), asociado de JP Morgan.
Y un último ejemplo de las importantes conexiones de las entidades financieras con la guerra. Recientemente, en el conflicto de la guerra contra el Yemen, la banca armada española ha destinado 8.686 millones de dólares a 9 compañías que han fabricado armamento exportado a Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos. Estas compañías son Airbus, Boeing, General Dynamics, Leonardo, Navantia, Raytheon Technologies, Rolls-Royce, Thales y Rheinmetall AG. El BBVA y el Banco Santander son los bancos españoles que más financiación han destinado a las empresas de armas suministradoras de los principales ejércitos involucrados en la guerra en Yemen, con 5.231 millones de dólares durante el período 2015-2019.
3 de cada 4 armas no se podía fabricar sin financiación
Las empresas armamentistas requieren todo tipo de servicios financieros y financiación para poder continuar con su producción de armamento. De hecho, 3 de cada 4 armas no se podrían fabricar sin esta financiación. Además, parte de las exportaciones de armamento también requieren sus servicios. En este sentido, «banca armada» se refiere a las entidades financieras que participan en el negocio armamentístico mediante alguno de los tipos de financiación del sector. Mientras fabricar armas sea un buen negocio siempre habrá banqueros dispuestos a respaldarlo.
Los ciudadanos, si depositamos nuestros ahorros en la banca armada, sin quererlo, estamos financiando indirectamente a la industria militar. Por eso, diversos colectivos, (Centro Delàs, Setem, RETS, Justícia i Pau y el Observatorio de la Deuda en la Globalización) a través de la campaña Banca Armada, estamos presionando a diversas entidades financieras, especialmente al Grupo BBVA, Banco Santander, CaixaBank y Banco Sabadell, para que abandonen sus inversiones en empresas de armamento y opten por prácticas más éticas. A través de la web www.petjadaenarmes.org se puede encontrar información sobre las prácticas de muchas entidades financieras que potencialmente vinculan nuestros ahorros con actividades que no encajan con nuestros valores, como por ejemplo la guerra. Así, queremos expresar la coherencia económica con nuestros valores éticos, entre otros la justicia y la paz, la vida de todas las personas y todos los seres vivos del planeta y el cuidado y la sostenibilidad ambiental.
¿Es posible avanzar hacia sociedades desmilitarizadas y desarmadas?
Por último, nos preguntamos: ¿es posible avanzar hacia sociedades desmilitarizadas y desarmadas? Pues es la vía, porque la experiencia histórica enseña que más ejércitos, mercenarios y más armamento no implica más seguridad, sino más temor, destrucción y sufrimiento. Ahora, en esta guerra, vemos que toda la inversión previa que se ha hecho en armamento no nos hace sentirnos más seguros y confiados, con estabilidad, tranquilidad, sosiego y paz, sino más bien todo lo contrario. La sensación es de inseguridad, inestabilidad, incertidumbre, estrangulamiento económico por la subida de los precios y un pavoroso temor ante un remoto, pero posible, uso de las armas nucleares que podría acabar de facto con la vida en el planeta. Es de cajón que nuestras armas atemorizan a nuestros vecinos y viceversa. La seguridad o es de todos o no es de nadie.
Además, cabe tener presente que la inversión y el gasto en armamento detraen valiosos recursos que ya no se podrán invertir en lo que realmente nos hace sentirnos más seguros, dígase los bienes de primera necesidad (alimentación, ropa, higiene,…), la vivienda, la educación, la sanidad, el empleo, etc. A ese modelo y paradigma que reporta seguridad concreta para la vida de todas las personas de a pie se le llama “seguridad Humana” y consideramos, a todas luces, que debería sustituir al actual paradigma de seguridad militar, basado en la seguridad territorial de los estados y las fuerzas armadas. El lema es bien claro: “Gastos militares para gastos sociales”. Otra vía es la reconversión de la industria militar en industria civil. Porque, es de cajón también, que la industria militar necesita de conflictos armados para sostenerse y justificarse.
Y un último argumento. A menudo se arguye que los avances en la investigación y tecnología militar son beneficiosos para las sociedades porque después se pueden transferir al ámbito civil según el efecto llamado spin-off (salpicadura). Pero, pensemos: ¿por qué no aprendemos e invertimos directamente en la investigación y tecnología de uso estrictamente civil sin necesidad de inventar y fabricar más artilugios de muerte? y, realmente, ¿cuál es el porcentaje real de la I+D militar que se trasvasa al ámbito civil? ¿Un 1%?
Optemos y avancemos pues hacia la Banca Ética, el desarme, el paradigma de la seguridad humana, la reconversión de la industria militar en industria civil y, en cualquier decisión, antepongamos siempre el valor y la reverencia por la vida de las personas o de cualquier ser vivo al valor y adquisición excesiva de dinero.
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