De fósforo blanco y otras armas

De fósforo blanco y otras armas

La utilización de fósforo blanco, un arma química, por parte del ejército israelí en los ataques a la franja de Gaza ha reabierto el debate sobre cuáles son y no son las armas de destrucción masiva.

Pere Ortega publicado en el diario El Público el 24 de enero de 2009 (no disponible en català)

Hoy la tecnología ha permitido se desarrollen un tipo de armas que hace muy difícil, sino imposible, diferenciar entre armas convencionales y armas de destrucción masiva. Eso es debido a que determinadas armas producen un impacto muy nocivo sobre la población civil. Es el caso de las minas antipersona, las bombas de racimo y los proyectiles de uranio empobrecido. Esa dificultad también se extiende a ciertas armas químicas.

Tal es el caso del fósforo blanco. Se trata de una sustancia química tóxica que arde de manera espontánea en contacto con el oxígeno. A las personas, les puede producir la muerte o quemaduras muy profundas que alcanzan órganos internos. Aunque no esté prohibido por la Convención de Armas Químicas (CWC en inglés), está ampliamente cuestionado por muchos expertos de la propia CWC, pues lo consideran un arma especialmente dañina para la población. En ese sentido, existe la demanda de incluirla en el reglamento de prohibición de la CWC. En cambio, los gobiernos que las poseen y utilizan, argumentan que el fósforo blanco si es utilizado en un contexto exclusivamente militar, sin intención de ser usado como agente tóxico contra civiles, no debe ser prohibido.

Respecto a otras armas de efectos masivos, la más conocida son los proyectiles recubiertos de uranio empobrecido, utilizados en las guerras de Serbia (1999), Afganistán (2001) e Irak (2002), por parte de EE.UU. y Gran Bretaña. Estos proyectiles se utilizan por ser muy efectivos en la penetración en blindajes. Pero al impactar en su objetivo, diseminan partículas de uranio en su entorno, y son múltiples los casos de cáncer aparecidos entre los habitantes de las zonas que se vieron expuestas a la radiación de esos proyectiles. Otra ejemplo de arma de destrucción masiva, es la bomba de gran potencia desarrollada por Rusia, en contestación de otra similar de EE.UU. (MOAB), pero veinte veces superior, con un peso de 7.000 Kg. Una bomba química escasamente separada, por sus efectos, del arma nuclear, pues en sus dos explosiones dispersa, primero líquido inflamable en forma de aerosol, y en una segunda explosión inflama el líquido y produce una gran onda expansiva de calor que destruye todas las construcciones y la vida humana en varios kilómetros a la redonda.

Israel, con la ayuda de EE.UU, ha desarrollado una potente industria bélica y ocupa un destacado quinto lugar en el ranking mundial de fabricantes y exportadores de armas. Lo cual indica que existe un fuerte esfuerzo en la investigación y desarrollo de nuevos prototipos de armamentos. Y, en sus ataques a Gaza, a puesto a prueba parte de ese siniestro armamento. El ejército de Israel ha utilizado bombas de fósforo blanco para atacar Gaza, produciendo múltiples muertes entre civiles por los efectos de las graves quemaduras sufridas. Pero además del fósforo blanco, las fuerzas armadas israelíes han utilizado un tipo de bombas fabricadas con metal inerte denso (DIME en inglés), ya utilizadas en Líbano en 2006. Se trata de una bomba compuesta de una aleación de tungsteno, con pequeñas partículas de níquel y cobalto que, al explosionar, se desintegra y disemina un polvo que actúa como micro metralla incandescente en un radio de acción muy reducido, 10 metros. Con lo cual, se reducen los indeseados “efectos colaterales”. Una bomba denominada como “inteligente”, pues actúa con precisión letal sobre su objetivo en ámbitos altamente poblados. Lo siniestro de la DIME, es que la metralla microscópica que disemina penetra en el cuerpo humano cortando órganos y huesos. Si la victima sobrevive, las partes afectadas deberán ser amputadas y es más que probable que desarrolle cáncer.

El armamento químico está en manos de muchos países. Lo tuvo y utilizó el Irak de Saddam Hussein contra kurdos y en la guerra contra Irán. Rusia, tiene, y lo utilizó en el asalto al teatro de Moscú en 2002 donde murieron 130 personas. Y es más que seguro que un buen número de países lo posean. Respecto al fósforo blanco, además de Israel, EE.UU lo utilizó en la toma de Faluya de 2004 en Irak, y en el pasado, fue utilizado en la guerra de Vietnam junto a otras armas químicas (gas mostaza, agente naranja y napalm).

La utilización del fósforo blanco en los ataques en Gaza, debido a la densidad humana de la zona, puede considerarse un ataque con armamento químico contra la población. Se debería abrir una investigación, y en su caso, sancionar a Israel por crímenes de guerra contra la población civil.

A pesar de haber avanzado en acuerdos de desarme y prohibición de armamentos de destrucción masiva. Que incluyen tanto las minas antipersona y las bombas de racimo, como las armas químicas, bacteriológicas y nucleares. En la práctica, esos acuerdos, en muchos casos, son simples declaraciones de principios cargados de buenas intenciones. Así, nos encontramos, que muchos países no son firmantes de esos acuerdos y las poseen. Otros, son firmantes pero no se dejan inspeccionar. Y unos terceros, son firmantes pero tienen bula para fabricarlas e incluso exportarlas. Y la mayoría de ellos, no cejan en investigar y desarrollar nuevos tipos de armas cada vez más mortíferas que deja sin sentido la separación entre armas convencionales y de destrucción masiva. Es decir, seguimos viviendo bajo el impulso de unas potencias que promueven guerras mediante la carrera de armamentos. Por ejemplo, España vendió el 2007 armas a Israel por un importe de 2,37 millones de euros. ¿Habrán sido utilizadas en Gaza? Muchas cosas tiene que arreglar Obama. Deberíamos ayudarlo en impedir prosiga la carrera de armamentos.



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