El «wishful thinking» de la militarización y la paz de la UE
La UE ha emprendido un camino hacia la militarización cuyas causas no son las aparentes y cuyas consecuencias en el medio y largo plazo no serán la creación de un espacio de paz en el continente europeo. La guerra en Ucrania ha acelerado la militarización de la propia UE y sus Estados miembro, de tal modo que en tan solo dos años, el horizonte abierto por inéditos aumentos presupuestarios en defensa de Alemania y los países del Este del continente, la entrada en la OTAN de Finlandia y Suecia, la revitalización de la organización del Atlántico Norte en un contexto bélico generalizado que ha recuperado su razón de ser contra el enemigo de siempre, han llevado a la fase de mayor rearme de la historia reciente del continente. Pero ¿es este el mejor camino para evitar la guerra en Europa? ¿qué hay de improvisación y qué de planificación en la militarización europea? ¿Quién se va a beneficiar y quien puede verse perjudicado por la construcción de una Europa como potencia militar mundial?
Un proyecto militarizador de largo plazo
La militarización de la Unión no ha comenzado como una respuesta a la guerra en Ucrania. El Tratado de Lisboa ya supuso para la UE un distanciamiento del proyecto fundacional de la UE inspirado, al menos inicialmente, en la paz y los derechos humanos. En todo caso, la voluntad de darle a la UE competencia en defensa viene al menos del Tratado de Maastricht de 1992, que en su artículo 42(7) del Tratado de la Unión anunciaba el principio de asistencia mutua en caso de agresión armada. En 1998 se produjo la Declaración de Saint-Malo en una cumbre bilateral entre Francia y Reino Unido que impulsó la Política Europea de Seguridad y Defensa, planteando la posibilidad de fuerzas militares conjuntas, con los Grupos de Combate de la UE, que existen desde 2007, y la creación de la EU Rapid Deployment Capacity (Lazarou y Tothova, 2021). De este modo, el desarrollo militar europeo optó, tras el impulso de la PESCO, por el camino de las operaciones militares en el exterior y la cooperación militar y de seguridad con Estados vecinos, fronterizos y con intereses estratégicos. Estas fuerzas europeas conjuntas listas para actuar recuperaron protagonismo en la Brújula Estratégica de 2022, con un incremento de 1.500 a 5.000 efectivos militares. De tal modo que las misiones militares europeas se han ido convirtiendo a lo largo de los años en una de las principales actividades de la Unión, con ejercicios en el Indo-pacífico, América Latina, en el continente africano, Georgia, Moldavia y Ucrania (Comisión Europea, 2019, 2020a, 2021).
Cabe añadir que la política de Defensa europea fue políticamente sustentada por el documento del Alto Representante de la UE de 2003 “Una Europa segura en un mundo mejor”, cuya actualización llegó en 2016 con el documento “Visión compartida, acción común: una Europa más fuerte” (European External Action Service , 2016), conocido como Estrategia Global de la UE, el mismo año en que la Comisión Europea lanzó el Plan de Acción Europeo de Defensa y el Fondo Europeo de Defensa (Comisión Europea, 2016 y n.d.). El FED se convirtió en el primer presupuesto de defensa europeo en 2021 al incorporar 8.000 millones de euros para el primer programa de I+D militar de la UE. En la actualidad, los documentos que determinan el actual desarrollo militar europeo son los de la Estrategia de la UE para una Unión de la Seguridad 2020-25 (Comisión Europea, 2020b), que supuso el preludio del Fondo Europeo para la Paz (Consejo Europeo, n. d.) un presupuesto comunitario de cooperación para capacidades militares en países del Sur en los que se desarrollan operaciones militares europeas, con un presupuesto inicial de 5.000 M€ en 2021.
Más gasto militar
Con todo ello vemos que el aumento en los gastos militares de la UE ha sido planificado y constante. Los presupuestos de la UE en seguridad y defensa fueron de 2.800 M€ en el presupuesto de 2007-2013, de 6.500 M€ en el presupuesto de 2014-20 y de 19.500 M€ en el actual programa marco 2021-27 (Ruiz y otros, 2021). En 2017, la PESCO estableció el objetivo de aumentar los gastos en defensa y las operaciones militares para todos los Estados miembro de la UE. El presupuesto militar europeo también bebe de otras partidas, como las medidas adoptadas en 2018 para promover la movilidad militar con la industria armamentista como destinataria de fondos antes exclusivamente de carácter civil (Comisión Europea, 2020c). Todo ello sin contar los sucesivos aumentos al abrigo de la guerra en Ucrania, como el aumento en 5.000 millones del Fondo Europeo para la Paz destinado a dar apoyo militar a Ucrania, con el que se alcanzan cifras de presupuesto común militar que solo para Ucrania alcanza los 32.000 millones en asistencia militar. A los que cabe sumar 500 M€ para el proyecto ASAP, las siglas en inglés de Acción en Apoyo de la Producción de Munición, que significa en el lenguaje coloquial (As Soon As Possible), para impulsar la fabricación de explosivos, misiles y proyectiles para cubrir la falta de stock por el suministro masivo de armas a Ucrania.
Sin embargo, el impulso militarizador comunitario no es el más relevante, sino que el verdadero impulso del gasto militar de Europa proviene de los Estados. Según el último informe del SIPRI sobre la evolución de los gastos militares (SIPRI, 2024), el presupuesto militar mundial alcanzó en 2023 los 2,44 billones de dólares, un 7% más que el año anterior, los Estados miembro de la UE se sitúan terceros en el ranking mundial de gastos militares con 286.000 millones de dólares, un 11,4% más que en 2022, solo detrás de EE UU (880.000 millones) y muy cerca de China (309.000 millones). En 2023, los países con frontera con Rusia fueron los que más aumentaron su presupuesto militar: Polonia (75%), Finlandia (51%), Hungría (19%), Estonia (29%) y Bulgaria (20%). Cabe señalar que los países de la UE más el resto de los países del continente que pertenecen a la OTAN suman 380.000 millones de dólares en gasto militar, superior al de China y el triple que Rusia.
Impulso de la industria militar
La cooperación industrial en el sector de defensa desarrolla mecanismos y partidas presupuestarias que, bajo la argumentación de la eficiencia y mejora de la competitividad, han regado de millones la producción industrial militar europea. Así, siguiendo el ritmo y lógica perseverante de la militarización política y discursiva europea, la económica también viene de lejos.
La industria militar ha dirigido la militarización europea. Según Ruiz y otros (2020), en primer lugar, en 2002, en el marco de la Convención para el Futuro de Europa, un Grupo de Trabajo sobre Defensa conformado únicamente por perfiles y lobbies armamentísticos, sentó las bases para la creación de la Agencia Europea de Defensa; un año después, en 2003, se conformó otro grupo, esta vez llamado Grupo de Personalidades sobre Investigación y Seguridad, con 25 miembros de los que 8 pertenecían a la industria militar y de seguridad.
En 2015 la Comisión Europea creó el Grupo de Alto Nivel de Personalidades en la Investigación de Defensa con 16 miembros, de los que 9 representaban a la industria militar (Indra, Leonardo, TNO, Saab, BAE Systems, ASD, MBDA, Airbus, Fraunhofer), cuyas conclusiones fueron lógicamente encaminadas a “reforzar la posición militar general de Europa” (EU Institute for Security Studies, 2016).
En la Estrategia Global de 2016 (European External Action Service , 2017), se incidió en el apoyo al desarrollo de la industria militar y de seguridad de la UE. En 2019 la Comisión Europea creó la Dirección General de Industria de la Defensa y el Espacio destinada a dar apoyo a la industria militar europea.
La implicación e incidencia de las industrias de armas europeas ha sido el resultado de una inversión de los principales empresas de armas del continente (BAE Systems, Airbus, Thales, Leonardo, Rolls Royce, Naval Group, Rheinmentall, MBDA, Safran, Saab, ASD y EOS), que han destinado en 2020 más de 5 millones de euros en 49 lobistas y celebrado 327 reuniones con instituciones europeas sobre esta materia (Ruiz y otros, 2021). Gracias a su buen hacer, en 2022 la Brújula Estratégica introdujo las “Capacidades Next Generation”, referidas a innovación tecnológica militar, con el objetivo de avanzar hacia la soberanía industrial en tecnología militar, haciendo mención explícita del desarrollo de nuevos sistemas y carros de combate o buques de vigilancia, entre otros (European External Action Service , 2021).
Es quizá por ello que las empresas de armas europeas conforman hoy en día el segundo sector económico que más crece, solo por detrás del de la inteligencia artificial, con un 31% el último trimestre, que desde 2021 ha duplicado su cotización bursátil (Moreno, 2024).
Tutela de la OTAN
Como vemos, la militarización de la UE se ha cocinado a fuego lento durante tres décadas. Bajo la apariencia de la búsqueda de una UE más autónoma en el ámbito de la seguridad y defensa, se han aumentado los presupuestos de defensa comunitarios hasta alcanzar niveles inauditos en un nuevo marco de legitimación belicista provocado principalmente por la guerra en Ucrania, pero ello no implica el abandono de la tutela de la OTAN. No en vano, la Brújula Estratégica de 2022 establece el mantenimiento e impulso de la cooperación EU-OTAN, reforzando el vínculo transatlántico con la OTAN mediante reuniones de Alto Nivel EU-OTAN. Una relación que se vincula directamente con las misiones militares CSDP con Georgia, Moldavia y Ucrania. La guerra en Ucrania ha ayudado a recuperar protagonismo y legitimidad a la OTAN, y parece que EE UU está consiguiendo al fin que en Europa se incrementen los gastos militares hasta el 2% del PIB, un objetivo que ya es considerado el mínimo deseable.
La dependencia europea de la OTAN en materia de paz y seguridad la hace incapaz de valorar los riesgos y amenazas a su seguridad sin la tutela de EE UU , es decir, sin tener en cuenta los intereses norteamericanos. Las necesidades a un lado y otro del Atlántico no son las mismas, del mismo modo que no son iguales las amenazas y retos en materia de seguridad y defensa en el Sur o en el Este de Europa. La autonomía europea es imprescindible, pero la propuesta actual de la UE no propone ninguna autonomía militar real respecto a EE UU, más allá de la que aparentemente pueda mostrar un presupuesto comunitario y de todos sus Estados miembro cada vez mayor. La fuerza rápida de combate europea está llamada a ser un Ejército europeo cuyo objetivo sea desarrollar operaciones militares en lugares que los Estados miembro no quieran enviar a sus ejércitos nacionales por controversias políticas internas o rechazo social al envío de sus ciudadanos a misiones en el exterior. Las operaciones militares europeas interesan sobre todo a las grandes potencias militares de la UE, especialmente a Francia, cuya proyección militar internacional ha sido tradicionalmente mayor, pero también a otros países, como España, que pueden ver reducida la factura de mantener una presencia militar internacional al compartir los costes con todos los socios europeos. En todo caso, la creación de la Europa de la Defensa y de un Ejército europeo no es institucionalmente posible (Morillas, 2018), ni los ejércitos de mayor tamaño en Europa ni ninguno del resto van a renunciar a una fuerza militar nacional.
La tutela de la OTAN no ha facilitado la construcción de la paz en Europa, sino más bien al contrario; la militarización sin límites del bloque occidental impulsada por la OTAN aumenta la percepción de amenaza por parte de sus hipotéticos rivales políticos.
Incompetencia militar para la paz
Una mayor militarización de la UE no parece ser la fórmula para evitar la guerra en Europa. La seguridad del continente ha estado en manos de la OTAN desde el final de la Segunda Guerra Mundial y no ha sabido crear un marco de seguridad en el continente. Tras una nefasta gestión de la disolución de la URSS, la OTAN ha aprovechado la debilidad de su tradicional enemigo incorporando antiguos aliados de Rusia a la organización militar atlantista, eliminando cualquier posibilidad de caminar hacia la Casa Común Europea propuesta por el último líder soviético y promotor de la disolución de la URSS, Mijaíl Gorbachov.
La militarización de Europa ni es nueva ni ha evitado la guerra en Ucrania. Europa ya se encuentra entre las regiones con mayores capacidades militares del mundo según los principales indicadores de militarización. Según el Global Fire Power (2024), que analiza el poder militar de los Estados, en base a diversos indicadores, solo siete países de Europa (Reino Unido, Francia, Alemania, España, Italia, Polonia y Suecia) tienen unas fuerzas armadas más numerosas que las rusas y superan en algunos armamentos a Rusia. El conjunto de la UE supera con creces las capacidades militares rusas.
Las opiniones de que más gasto militar evitará la guerra en Europa son infundadas y la creencia de que la carrera de armamentos servirá para conseguir la paz solo beneficia al negocio de las armas. La cifra arbitraria que marca el 2% del PIB en gastos militares es un objetivo económico que favorece la producción y proliferación de armas, aunque sin justificación alguna en cuanto a la consecución de mayores cotas de paz y seguridad. La guerra en Ucrania no se ha producido porque falten armas o militares en el continente europeo; en Europa hay más capacidades militares que en Rusia y ello no ha evitado la invasión de Ucrania. La vía militar se ha demostrado incompetente para conseguir la paz en Europa.
Consumar la militarización de la UE hará desaparecer cualquier atisbo de que la UE sea un agente creíble de promoción de la paz y los derechos humanos. Una Europa militar hará que las respuestas militares desde la propia Unión sean más frecuentes. Con ello se dificultará el desarrollo de las capacidades de la diplomacia europea para crear condiciones que eviten los conflictos armados y promuevan la paz, para crear relaciones de amistad, convivencia e interdependencia con sus vecinos.
La incorporación de Rusia al proyecto europeo, sea cual fuera la fórmula que se pueda conseguir, es una condición necesaria para crear un marco de paz y seguridad que evite la guerra de manera definitiva en el continente.
La teoría realista en las relaciones internacionales, basada en una lectura de la política internacional de la desconfianza, la competencia y el caos, se encuentra detrás de buena parte de las decisiones que están llevando a Europa a optar por el enfrentamiento militar para conseguir sus objetivos. Pero esta visión se ha mostrado obsoleta en un mundo en el que la seguridad no depende de las armas que se posean. La vía militar realista es la que ha dirigido los designios de Europa con el nefasto resultado de una guerra evitable que va a empobrecer económicamente a la población europea, va a generar un daño humanitario insoportable y va a fracturar políticamente el continente, aumentando en este proceso la dependencia europea en materia de seguridad de EE UU. Apostar por la vía militar para alcanzar la paz en Europa no supondría ninguna diferencia con el modelo propuesto hasta hoy bajo la tutela de la OTAN. En sustitución de un hipotético Ejército europeo y para construir una diplomacia que sirva los intereses de la Unión y de sus Estados miembro, habría que impulsar un cuerpo diplomático propio y único de la UE, aumentando sus capacidades, recursos y la cooperación entre Estados miembro.
El wishful thinking militarista de los actuales dirigentes políticos de la UE lleva a la población europea a la ilusión de que la paz la traerán las armas y la guerra. Pero la espiral militarizadora es insaciable. Los principales indicadores militares europeos ya están en máximos históricos. La ola reaccionaria que impregna la política europea ha generado un marco de pensamiento que sabemos que puede llevar a Europa y al resto del mundo a una gran guerra con efectos de destrucción y muerte impredecibles. La paz no se conseguirá preparando, alentando y jaleando la guerra. ¿Habremos aprendido algo de la Primera y Segunda guerras mundiales?
Jordi Calvo, profesor e investigador en paz, economía de defensa y relaciones internacionales. Coordinador del Centre Delàs d’Estudis per la Pau
Referencias
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