Ineficiencia y trampas de la I+D militar
La investigación científica (I+D) de nuevos armamentos ha sido cuestionada por innumerables personalidades de la ciencia, Albert Einstein entre otros muchos, pues ésta puede tener aspectos deleznables, sin lugar a dudas aquellos relacionados con las armas de destrucción masiva (nucleares, químicas y bacteriológicas), pero también con el resto de armas pues todas ellas tienen como destino final la guerra y su preparación. Es decir, hay un cuestionamiento moral a la I+D que se destina al ámbito militar pues contribuye al armamentismo, a la rivalidad entre estados que se traduce en carreras de armamentos y posibilita la explosión de nuevos conflictos.
En sentido contrario, el lobby militar industrial siempre ha cantado las excelencias de la I+D militar porque dice que a través del spin-off, el trasvase de tecnología del ámbito militar al civil, contribuye al desarrollo de bienes de consumo y redunda en beneficio social. Y se citan como ejemplos, la computadora e Internet desarrollados por el Pentágono. Esta afirmación es más que cuestionable, cuando no una mentira colosal, pues no se cita que esas mismas innovaciones fueron “secuestradas” por el Pentágono hasta que no le sacaron todos los posibles usos militares, retrasando de ese modo su explotación y desarrollo en el ámbito civil. Respecto al resto de tecnologías, se debería demostrar, por ejemplo, cuántas de ellas has sido patentadas para su explotación civil.
Todo esto viene a cuento porque en España, desde mediados de los años 1990 se ha dedicado un gran esfuerzo dentro de los presupuestos del Estado a la I+D militar para desarrollar nuevas armas. Esfuerzo que en 2006 alcanzó la importante cifra de 1.684 millones, cifra que se mantuvo hasta la llegada de la crisis en 2009, fecha en que empezaron a descender hasta llegar a 363 millones en 2013. Pero ahora, de nuevo, vuelve a aumentar. En los presupuestos que se acaban de aprobar en el Congreso de Diputados para 2015, la I+D militar aumenta un 43,5% y alcanza los 727 millones.
Esta cifra de I+D va destinada a la fabricación de nuevas armas, de la cual, 563,9 millones surgen como créditos a las industrias de armamento a cero interés y a retornar en 20 años ligados a unos Programas Especiales de Armamentos (PEAS), concedidos desde el Ministerio de Industria. Estos PEAS, aún en etapa de fabricación, son los aviones Eurofigther y A400M, fragatas F-105, helicópteros Tigre y NH-90, submarinos S-80, así hasta 21 programas que desde su inició en 1997 comportan la astronómica cifra de 34.000 millones, de los cuales, más de la mitad han surgido como I+D.
El enorme dispendio en I+D militar ronda los 16.000 millones de euros, se formuló en los presupuestos del Estado como “créditos”. Pongo comillas a los créditos, porque fue una trampa en la que se encuentran atrapadas las empresas y el propio Ministerio de Defensa, pues a fecha de hoy, en su mayor parte, no han sido devueltos al Tesoro Público. Las industrias afirman que eran adelantos a cuenta establecidos en un convenio y que cuando han entregado las armas han cobrado el resto de la factura una vez descontados los créditos. Y Defensa admite que parte de su deuda consiste en retornar esos créditos al Tesoro. Una trampa contable que Hacienda no sabe cómo resolver, pues si se condonan, cosa que desea Defensa para aliviar su deuda, se convertirán en más déficit público, que es tanto como incumplir con el objetivo de déficit marcado por la UE.
El aumento de las ayudas en I+D para armamentos, un 43,5%, contrastan con el escaso 4,8% de incremento para la I+D civil que contemplan los presupuestos del Estado para 2015. Sin duda el despilfarro en producir armamentos de dudosa eficiencia, tanto en el ámbito económico como estratégico, pues la mayoría de los PEAS son de dudosa eficiencia para la seguridad, por ejemplo los submarinos S-80, los EF-2000 o los blindados Leopardo; y seguro que son en detrimento del desarrollo del país. Y a pesar de ello, se persiste en seguir anunciando nuevos PEAS. Para el año próximo, Defensa propone una nueva Fragata, la F-105, con un coste aproximado de 800 millones y se anuncia que se fabricaran cinco; y entre 350 y 400 nuevos blindados 8×8, con un importe final entre 1.000 y 1.500 millones.
La investigación científica tiene su lado más obscuro en el tortuoso entramado que configura el complejo militar-industrial español, que diseña continuos programas de armamentos para beneficiar sus intereses al margen de las necesidades reales de la ciudadanía. ¿Para cuándo una auditoria sobre la deuda procedente de la inversión en armamentos? Pues sabido es, que todo el negocio de las armas está rodeado de corruptelas a través de cuestiones como la falta de transparencia en los contratos, comisiones irregulares y quizás prevaricación, que convertirían esa deuda en ilegitima.
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