La caida de efectivos del ejercito profesional
no de los puntos que deberá abordar el gobierno salido de las
elecciones del 14 de marzo es el modelo de Ejército profesional. Porque,
a estas alturas, ya se puede afirmar que el modelo que se aprobó en
1998, con el dictamen para la plena profesionalización de las Fuerzas
Armadas, es un modelo fracasado. Y podemos decir que ha fracasado porque
se ha mostrado que la sociedad española no está para servir a las
armas.
Tomàs Gisbert (abril 2004). Materiales de trabajo, núm.24
Si el factor vocacional está ya en declive para atraer a la milicia a
nuevos cuadros de mando, aún es menos operativo para el escalafón más
bajo como es el personal de tropa. Y en cuanto al factor ocupacional,
proporcionar un empleo estable, se está mostrando igual de ineficaz para
nutrir de efectivos a las fuerzas armadas.
El año 2003 terminó
con 70.666 soldados en activo, de ellos 2.506 en período de
instrucción, lejos de la cifra de 86.000 que preveían los presupuestos
generales del Estado para el 2003 y todavía más lejos de los
102.000-120.000 establecidos por el modelo de ejército profesional
aprobado en 1998. De hecho el año 2003 ha acabado con 8.000 soldados
profesionales menos que cuando se suprimió el servicio militar
obligatorio.
La tendencia actual no es sólo que no se cubran las
previsiones, sino que el número de soldados de tropa está en un
continuo descenso. Así el año 2003 finalizó con 70.666 efectivos,
mientras que a finales del 2002 eran 72.005 y 76.126 el 2001.
La
crisis de reclutamiento repercute directamente en la dotación de las
unidades que se ven incapaces de cubrir el número de sus efectivos. En
septiembre pasado la Brigada Paracaidista estaba en el 40% de sus
efectivos. Otras unidades de elite, como la Legión o la poderosa
División Acorazada Brunete 1, se vieron obligadas a desmantelar varias
compañías para poder tener operativas el resto.
Pero es mucho
más que un problema de número, un coronel declaraba en junio pasado
“Sólo hay tropa en las unidades que tienen un horario de trabajo
reducido y que por tanto permiten el pluriempleo o los estudios por las
tardes, o en aquellos que tienen una vida más cómoda. De las unidades
sacrificadas se huye como la peste” (La Razón 23.6.03). El mayor
protagonismo del factor ocupacional y la falta de motivación interna ha
disparado el número de bajas laborales. En la Marina se ha llegado una
cifra de bajas laborales del 30% de la dotación en los días previos a
embarcar.
El ministerio está agotando ya todas las estrategias
para mantener un nivel de reclutamiento adecuado. Dejó de exigir el
graduado escolar o el certificado de escolaridad y rebajó el coeficiente
intelectual mínimo para los aspirantes a soldado, permitió el
reclutamiento de no nacionales, aumentó la horquilla de edad de los
aspirantes hasta los 28 años.
Visto el fracaso del factor
vocacional, el ministerio de defensa popular optó por potenciar el
factor ocupacional. Por una parte el Ministerio de Defensa será el
departamento que más gastará en publicidad el 2004, 16 millones de
euros. Y por otra, los mismos Presupuestos Generales del Estado para
2004 prevén un incremento sustancial de la paga del soldado a partir del
primer año en un 20% (217,61 euros mensuales) y una paga especial de
531,83 euros a los dos meses y medio de la incorporación, cuando se
firma el compromiso de permanencia por tres años. También han adoptado
medidas para intentar paliar la difícil integración en la vida civil, al
final de la mili profesional, estableciendo una equivalencia del título
de “Técnico en Defensa” con las titulaciones de la Formación
Profesional. Y ante la evidencia, finalmente, han reducido el objetivo
de soldados en filas para el 2004 a 80.000, 6.000 menos que los dos años
anteriores.
Las proyecciones de futuro no ofrecen demasiadas
esperanzas para un cambio de tendencia. Un estudio del Instituto de
Estudios Estratégicos señala que el impacto de la caída de la natalidad
tendrá como consecuencia la pérdida de 1.000 efectivos cada año para
llegar a 62.000 soldados en el 2010 y 52.000 en el 2020.
Ante
ello, el ministerio de defensa del gobierno popular comenzó a barajar la
posibilidad de establecer un nuevo modelo de ejército que se situara en
los 60.000 efectivos de tropa, pero un modelo como éste a su vez
exigiría una rebaja sustancial de los 48.000 cuadros de mando.
Pero es difícil promover un modelo de reclutamiento que se base en el
factor ocupacional, es decir un modelo cuyo principal atractivo sea el
de proporcionar un empleo remunerado, cuando los malos tratos físicos y
morales han pervivido más allá del servicio militar obligatorio y siguen
siendo una realidad entre la tropa. Cuando cada día afloran más
episodios de acoso y violencia contra las mujeres enroladas en las
fuerzas armadas que logran superar el muro de silencio que rodea todo
aquello que pueda empañar la imagen de las fuerzas armadas. Es
significativo que en 5 años 1072 mujeres pidieran la baja del ejército
por depresión, 481 en el 2001, lo que significaba una de cada veinte. O
también cuando pervive un código penal militar y un régimen
disciplinario militar más preocupados en proteger la disciplina y la
integridad de los equipamientos militares que no en proteger los
derechos de las personas. Un Régimen Disciplinario que puede privar de
libertad a la tropa profesional por períodos considerables de tiempo,
hasta cuatro meses, por faltas de disciplina, sin un juicio previo y con
un sistema de recursos que llega a resolver cuando ya se han cumplido
las penas.
El fracaso del modelo de ejército profesional
aprobado en 1998, el rechazo a la política llevada a cabo por el
gobierno del Partido Popular, y con especial mención a su política
militar, que se expresó en las urnas el pasado 14 de marzo, y los graves
sucesos del 11 de Marzo deben llevar a un debate abierto a la sociedad
civil, que no se realizó en 1998, sobre si los conflictos pueden
resolverse recurriendo a la fuerza militar y si los ejércitos son la
manera más adecuada de proporcionar auténtica seguridad. Y a partir de
aquí ver qué se debe hacer con los ejércitos, las armas, las alianzas
militares, etc.