La dialéctica contra la guerra en Bertold Brecht
Bertold Brecht además de un excelente poeta y dramaturgo fue un
intelectual fuertemente comprometido con los valores de la paz y la
justicia. Este trabajo recorre su rechazo a las guerras a través de su
obra y aborda aspectos pacifistas de su compromiso.
Pere Ortega (invierno 2004), Mientras Tanto, nº. 93
Algunas aclaraciones
La influencia de la cultura alemana en la
Catalunya de finales de la década de los años 1950 fue decisiva en la
formación de una generación. Gracias a nombres como Manuel Sacristán,
Joan Vinyoli, Josep Maria Carandell, Feliu Formosa, Ricard Salvat o
Carme Serrallonga, la presencia de autores alemanes jugó un papel muy
importante en la generación que se formó entre los años posteriores de
1960 y 1970. Es en esa etapa que aparece el nombre de Bertold Brecht,
figura que reunía en su persona el creador de vanguardia junto al
intelectual enfrentado al fascismo, hecho que lo convertía en un autor
de culto entre la resistencia cultural opuesta a la dictadura
franquista. Así, durante los años de 1970 y 1980, Brecht se convertirá
en el autor teatral más representado en Cataluña, incluso superando a
Shakespeare.
Hoy, Brecht, no es un autor de actualidad, debido, en parte, al desprestigio caído sobre el comunismo por culpa del modelo soviético que, guste o no, nos afecta a todos los que abrazamos esa causa. A Brecht le ha pasado lo mismo. Y es que Bertold Brecht, aunque heterodoxo, fue comunista, y ha sido explotada esa vertiente de su obra, pero, en cambio, no han sido exploradas otras dimensiones de su compromiso intelectual, como su beligerante actitud contra la guerra, y, en ocasiones, incluso un cierto radicalismo pacifista. Es a ese otro perfil de Brecht al que me voy a referir.
Vaya por delante que mi visión de Brecht, dado mi compromiso con el pacifismo, es subjetiva y evidentemente interesada en resaltar ese aspecto de sus actitudes y su obra. Con esto no quiero decir que Brecht fuera un pacifista de carácter no violento, pues se podría recurrir a otros de sus escritos y manifiestos que firmó favorables a la guerra contra el nazismo o aspectos de su obra donde justifica la violencia de los de abajo. Pero sí en muchas ocasiones mantuvo posiciones de signo claramente pacifista. Fue, a su vez, como muchos otros marxistas de su generación, contradictorio. Si en algunas ocasiones se mostró un defensor de las políticas de la URSS y de la RDA, a las que públicamente no criticó, en otras, en sus escritos y en privado, hay numerosos testimonios que atestiguan que fue muy crítico con aquellas políticas y se mostró siempre como un antidogmático, especialmente al final de sus días, cuando desde su retiro en Buckow escribió algunos de sus más lúcidos y amargos poemas.
Brecht escritor
Dicho esto ¿Por qué es importante Brecht? En
primer lugar, porque es el creador de una nueva forma estética, tanto en
poesía como en teatro. Brecht es, para la crítica, uno de los
dramaturgos más importantes del siglo XX. Pero también es un poeta
inmenso, de una fertilidad creadora indiscutible y uno de los mejores
poetas de Alemania del siglo. Sus críticos lo consideran una de las
grandes voces de la poesía alemana y europea contemporánea. Tenía una
gran facilidad para versificar y componer, lo hacía imitando las formas
de sus poetas más admirados: Horacio, Schiller, Goethe, Villon, Rimbaud o
Shakespeare. Uno de sus poemas Del pobre B.B. es considerado por la
crítica como una obra maestra de la lírica. En segundo lugar, fue un
hombre de teatro completo, tenía conocimientos musicales y una gran
formación teatral, como demostró en su etapa de director del Berliner
Ensemble, donde creó una nueva estética teatral que denominó teatro
épico. Estética que desarrolló en sus obras de ensayo que también
abarcaron el terreno de la estética del arte; también escribió novela,
narración, diarios y periodismo. Una obra inmensa que en su edición
completa alemana se condensa en veinte volúmenes.
Brecht se relacionó con Walter Benjamin, Karl Korsch, Ernst Bloch, Klaus Mann, Heinrich Mann, Lion Feutchwanger, Alfred Doblin, George Grosz. Con toda la gente de teatro de su generación, especialmente Erwin Piscator, Max Reirhardt y Karl Valentin, quienes serán sus grandes maestros. Su deuda hacia los tres es enorme, en especial Valentin. También tuvo relación con músicos de la talla de Paul Hindemit, Paul Desau, Kurt Weill, Hanns Eisler, que escribirán partituras para sus obras. En la URSS tuvo como amigos y maestros a Serge Tretyakov y Meyerhold. En los EEUU se relacionó con su admirado Charles Chaplin, en quien se inspiró para muchas de sus obras y personajes, con Orson Welles, Charles Laughton, Aldos Huxley, Auden y Isherwood. A su vuelta a Europa, mantendrá relación con algunos de los escritores y seguidores de su estética, como Dürrenmatt, Max Frinch, Heiner Müller, Giorgo Strehler o Peter Weis.
De Brecht se menciona el gran influjo que tuvo la lectura de Marx y la dialéctica conducida por Karl Korsch, su maestro en ese campo. En cambio, poco se menciona la influencia de Hegel, que fue, sin duda, su autor preferido durante toda su vida. Por eso titulo ésta charla, La dialéctica contra la guerra en la obra de Brecht. El se empeñó en crear una nueva dramaturgia, a la que denominó teatro épico, que extrajo de Piscator. Yo creo que nos despistó a todos. Para nosotros, en nuestra tradición greco-latina, la épica es otra cosa, es la narración de gestas extraordinarias en el estilo de La Iliada o El cantar de Roldán. En cambio, el concepto dialéctico es mucho más esclarecedor para determinar la estética de Brecht. Hegel y Marx son los dos pensadores que más influyeron en Brecht y de los cuales extrajo el concepto dialéctico para construir esa nueva estética. Sobre todo de Hegel, al que Brecht leyó toda su vida y al lado del cual escogió la tumba donde reposar una vez muerto. Observemos que la dialéctica, para Hegel, es negar la evidencia en cuánto que representa la realidad bajo un aspecto que se niegue a sí misma. En cambio, para Marx, la dialéctica no es especulativa, sino que es descripción de la realidad que permite conocer los fenómenos del proceso histórico y los constantes cambios que se dan en la naturaleza que, en su tránsito por lo social, condicionan la vida de la humanidad.
Veamos algún ejemplo de dialéctica brechtiana inspirada en Hegel. El señor Keuner, un alter ego del propio Brecht, un personaje de ficción al que recurre para escribir aforismos, comentarios e historias breves, es siempre un personaje dialéctico. En una de sus historias breves dice:
¿En que está trabajando Usted? Le preguntaron al Sr. Keuner. Éste respondió: estoy preparando mi próximo error.
O epigramas como:
Porque no me fío de él, somos amigos.
Otro ejemplo:
Las nuevas épocas no comienzan de pronto.
Mi abuelo vivía ya en la época nueva.
Mi nieto vivirá todavía en la antigua.
Es evidente que en estos casos hay una negación de sí mismo más cercana de Hegel que de Marx.
Por eso me parece mucho más acertado hablar de dialéctica para definir la obra de Brecht. Porque la dialéctica siempre está presente en todas sus páginas. Observemos un fragmento del poema Elogio a la duda:
¡Tú, que eres un dirigente, no olvides
que lo eres porque has dudado de los dirigentes!
¡Así que permite a los dirigidos
que duden!
Desde luego que la lucha de clases también estará presente en toda su obra y las lecturas de Marx se evidencian, pero frecuentemente surge una mezcla de Hegel y Marx, observemos otro fragmento de su conocido Elogio a la dialéctica:
El que siga vivo, que no diga: ¡»nunca»!
Lo seguro no es seguro.
Tal como está, no seguirá todo.
Cuando hayan hablado los dominadores
Hablarán los dominados.
¿Quién se atreve a decir: nunca?
Hay una mezcla de negación, paradoja y contradicción siempre presente en muchos de sus escritos, en los que mezcla aspectos materialistas con preguntas dialécticas. Brecht siempre está interpelando a la naturaleza y en ese extremo su obra es extremadamente útil pues nos obliga a pensar.
La guerra en la obra de Brecht. El joven nihilista
En 1915, cuando
tenía 18 años, ha comenzado la I Guerra Mundial y un vendaval de
patriotismo invade Alemania, se produce su primer altercado de los
muchos que tuvo en su vida con las jerarquías oficiales, en este caso
académicas, y que estuvo a punto de costarle ser expulsado de la escuela
secundaria por escribir un poema antibélico basado en las rimas de
Horacio. El poema describía lo bueno y maravilloso que debe ser morir
por la patria, pero añadía que no existe ningún motivo por el que
merezca perder la vida, sobre todo cuando se es joven. Finaliza el poema
preguntándose a quien se le ocurrió semejante estupidez.
En esos
años, el joven Brecht es contrario al servicio militar obligatorio y a
participar en la guerra del 1914. El hecho de haber iniciado estudios de
medicina le servirá, cuándo lo llamen a filas en 1918, para hacerse
enfermero y trabajar en hospitales y evitar de ese modo ir al frente de
guerra. Cuando vuelve de la guerra, en 1919, tiene 21 años y escribe y
canta La canción del soldado del ejército rojo:
Y viste hombres con quijada de tigre,
desfilar detrás de la inhumana bandera
roja, como la luna alta sobre avenales.
Hablaban, soñolientos del futuro, delante,
porque desfilar produce sueño
hasta que té duermes como hacen los muertos.
Este poema impreso en 1927 dentro del Devocionario doméstico fue después prohibido por el Brecht comunista, quien impidió su impresión durante toda su vida. Hoy su divulgación arroja luz sobre su carácter antibelicista y antidogmático. En ese mismo primer libro de poemas se encuentra La leyenda del soldado muerto, uno de sus poemas más conocidos y quizás el más claramente antibélico, antimilitarista y pacifista que nunca escribió, donde plasma su experiencia en la guerra a través de la historia de un soldado muerto, desenterrado por sus superiores, que lo harán desfilar por el país en una larga marcha militar entre multitudes que aclaman entusiasmadas las heroicidades del soldado:
Al entrar en su quinto año, la guerra
no ofrecía perspectivas de paz;
el soldado sacó sus consecuencias y
murió de muerte heroica.
(fragmento)
Esa es la etapa del joven iconoclasta Brecht que recorría las
cervecerías de Augsburgo y Munich con su guitarra cantando sus poemas,
que le gustaba el jazz, que tenía un aspecto estrambótico, se rapaba el
pelo e iba desaliñado, con su gorra y chaqueta de cuero raídas, pero que
seducía a cuantos le rodeaban, hombres y mujeres quedaban atrapados por
su encanto.
Es el Brecht que escribe Baal y Tambores en la
noche, dos obras de un nihilismo deslumbrante. Mientras en Baal, el
protagonista, es un revolucionario que arremete contra todo lo
establecido, el Kragler de Tambores en la noche es, al contrario, un ser
asocial destruido por la guerra; se trata de un soldado (otra vez) que
regresa del frente en busca de su novia y la encuentra a punto de
casarse con otro. Mientras, en la ciudad ha estallado la revolución
espartakista, el primer título que le puso fue Espartaco, Kragler
desierta de la lucha de clases, prefiere escapar con la novia a hacer el
amor que ir a hacer la revolución. Esta es su primera versión, después
el Brecht comunista añadirá diálogos nuevos y modificara algunos
aspectos para hacerla más social, pero no modificará nunca el final de
la obra.
En otra obra posterior inacabada, de 1929, La caída del
egoísta Johan Fatzer, Brecht ya ha leído a Marx e intenta escribir una
contrapartida de Tambores en la noche. Aquí trata de la conversión de un
individualista, el Kragler de Tambores, ahora es un ser social, el
protagonista es también un soldado que, ahora, desierta del ejército
durante la 1ª. Guerra Mundial.
Y en Hombre por hombre (1927), una
de sus obras más representadas, Brecht intenta sintetizar sus ideas
sociales y políticas tras la lectura de Marx que ese mismo año ha
empezado a leer conducido por Korsch. Aquí trata la transformación de un
hombre, el tranquilo y pacífico mozo de cuerda Galy Gay, que saldrá de
casa a comprar pescado y será obligado a alistarse en el ejército. La
vida militar lo transformará en un sanguinario y deshumanizado soldado.
De 1937 es la Cartilla de guerra alemana, cuaderno de poemas que se encuentra entre los más conocidos y donde pretende parodiar las entonces vigentes cartillas militares de los soldados. Poemas de los que se desprende una despiadada y amarga crítica a la guerra:
La guerra que vendrá
no es la primera. Hubo
otras guerras.
Al final de la última
hubo vencedores y vencidos.
Entre los vencidos, el pueblo llano
pasaba hambre. Entre los vencedores
el pueblo llano la pasaba también.
Muchas
son las obras de teatro de Brecht donde se puede encontrar el carácter
antibelicista de Brecht, Horacios y Curiacios, El círculo de tiza
caucasiano, Coriolano… Pero sólo me detendré en algunas: en La madre
(1932), la adaptación de la obra de Gorki más alabada y representada en
los países del bloque soviético por tratarse de una exaltación del
comunismo. En la escena que estalla la I Guerra Mundial, la madre, que
está enferma en la cama, se levantará para salir a la calle para
manifestarse a favor de la paz. La policía reprimirá violentamente la
manifestación, pero ella gritará a las mujeres que no entreguen sus
utensilios de hierro para convertirlos en balas de cañón, pues serán
utilizadas para matar a los hermanos obreros de otros países. Y al final
de la obra aparecerá enarbolando una bandera roja llamando a los
obreros y soldados a sublevarse y desertar de la guerra.
En la primera versión de La vida de Galileo (1939), una de sus obras cumbres, en la que trabajó durante toda su vida y que sometió a muchos cambios, Galileo en un momento clave le dice a su discípulo Andrea cuándo le entrega la versión de los Discursos:
Ves con cuidado, llevas la verdad bajo el brazo.
Es decir, Galileo ha abjurado de sus creencias ante el Santo Oficio y
ha continuado trabajando para escribir la verdad. En la segunda
versión, EEUU ya ha lanzado las bombas nucleares sobre Hiroshima y
Nagasaki, y Brecht se pregunta sobre la relación del científico con la
sociedad. Ahora, a Brecht ya no le preocupa la astucia de Galileo por
haber salvado la vida para escribir la verdad, sino que le preocupa el
fracaso del hombre de ciencia ante la hecatombe nuclear.
En
Brecht hay muy pocos héroes positivos, la Wlassowa de La Madre, la
Carrar de los Fusiles de la madre Carrar y pocos más. Y abundan los
contrarios, los negativos. Galileo también lo es. Brecht nunca disculpa a
Galileo por haber abjurado de la verdad, sino al contrario, lo hace más
explícito. Brecht lo escribe en sus diarios, ve a Galileo como un ser
humano con dudas y contradicciones que, ante la adversidad y el miedo a
la tortura, escoge el camino de salvar la vida, sin un ápice de heroísmo
ni idealismo, conceptos que despreciaba. En un momento de la obra
pondrá en boca de Galileo:
Desgraciado el país que necesita héroes.
En otra de sus
grandes obras, Madre Coraje (1939), feroz retrato de una mujer alienada
que busca a través de la guerra el sustento para su familia. Es la
historia de la cantinera que tira de su carromato de mercancías de
batalla en batalla buscando hacer negocio, que perderá a sus hijos en
otras tantas guerras hasta quedar sola, pero, aún así, continuará
marchando y cantando detrás de los ejércitos, en pos de la próxima
batalla y del próximo negocio. Brecht convierte la guerra en
protagonista de la obra, es el motor que mueve a todos los personajes,
todos viven inmersos y a expensas de sus efectos y todos serán
engullidos por la guerra. Es el Brecht marxista que muestra los
mecanismos de la alienación social que conduce a aceptar la más horrenda
de las perversiones humanas, la guerra. Es el mismo Brecht que
parodiando a Clausevitz escribirá:
La guerra no es la continuación de la política por otros medios, la guerra es la continuación de los negocios por otros medios.
En Schweyk en la segunda guerra mundial (1943), basado en la obra de Jaroslav Hasek. Brecht a través del personaje desenmascara el militarismo y los mecanismos irracionales del poder. El soldado Schweyk, con su picaresca e indisciplina, demuestra la ineficacia de los métodos militares. Schweyk es astuto y poseedor de una sabiduría popular subversiva, es un antihéroe que cambia el mundo con su actitud provocativa. Es el soldado que, para sobrevivir, esquiva los servicios, que desenmascara y ridiculiza el estamento militar. En un momento de la obra un oficial le pregunta:
¿Es usted idiota?, Schweyk responde: Si se me permite opinar: sí, señor. No puedo evitarlo. Fui declarado oficialmente idiota por una comisión militar.
En la versión de Aníigona (1948) de Sófocles, también tildada de pacifista y rechazada por el estalinismo. La historia es de sobras conocida: Antígona, desobedeciendo la ley y al rey Creonte, irá a enterrar a su hermano que se ha revelado contra el rey, quien lo ha condenado a no ser enterrado en Tebas y ser arrojado fuera de la ciudad para que sea devorado por las fieras. Antígona desafía al estado, la tiranía de Creonte, y en un acto de desobediencia lo entierra. Puede más su amor de hermana que su deber de ciudadana que debe sumisión al rey. Brecht pone en boca de Antígona, una vez más, el rechazo a las guerras mientras predica la paz y la convivencia para el género humano. Brecht en su versión está pensando en el nazismo, pero en cambio, para la burocracia estalinista predica una desobediencia inaceptable desde la óptica oficial.
Brecht y los estalinistas
Para el partido comunista, Brecht
siempre será un disidente, no se avino a la ortodoxia del realismo
social imperante, fue reiteradamente acusado de formalista, y para colmo
ha construido personajes nihilistas como Baal y Kragler, el que no se
apunta a la lucha revolucionaria. Personajes como la madre Coraje que no
defiende ninguna causa justa, sino tan solo busca hacer negocio con la
guerra. Ha criticado la guerra, la burocracia y crea muy pocos héroes
positivos que puedan servir de ejemplo dentro del modelo social
imperante en todo el bloque soviético. Además, Brecht fue simpatizante,
pero nunca se afilió al partido comunista a pesar de que, erróneamente,
algunas biografías lo señalan. En su exilio, huyendo del nazismo, sus
pasos lo conducirán a la URSS, pero no escogió ese país como refugio,
sino para escapar hacia los EEUU. Lo cierto es que Brecht desconfiaba
mucho de la URSS, conocía el final de sus maestros Tretyakov y
Meyerhold, como de otros revolucionarios soviéticos que desaparecieron
en las purgas estalinianas, también de su amiga, la actriz alemana
Carola Neher, quien se refugió en la URSS y murió en los campos de
Stalin.
Tretyakov, director y hombre de teatro, un hombre maldito de quien, como tantos otros intelectuales soviéticos, no se puede mencionar su nombre. Pero Brecht, en privado, sí que habla de él y lo recuerda dedicándole un poema nunca publicado en vida de Brecht que dice:
Mi maestro
De gran corazón
ha sido fusilado, condenado como espía
por un tribunal popular. Su nombre ha sido maldito
Sus libros han sido destruidos
¿Hablar de el es peligroso?
Cuando retorna de su exilio, primero se queda en Suiza durante un largo período desde donde gestiona su retorno a Alemania en 1949, pero, a su vez, gestiona la obtención de un pasaporte austríaco. Echo que cuando fue conocido provocó un escándalo en el interior de la RDA. Brecht no acaba de confiar, ni tiene claro su futuro en la RDA, y se asegura poder abandonar el país sin dificultad en caso de irle mal las cosas.
A su regreso a Berlín fundará el Berliner Ensemble donde desarrollará sus ideas teatrales a través de montajes escénicos que quedaran como modelos de sus ideas estéticas. Montajes que serán autorizados a viajar por Europa y serán ensalzados con éxito de crítica y público. Pero en la URSS continuará siendo un escritor desconocido y poco grato, hasta finalizada la 2º Guerra Mundial no se publicará en la URSS, y sus obras no se representarán, a excepción de La madre.
La madre obtendrá un gran reconocimiento oficial, como no podía ser de otro modo, pues la obra ensalza el comunismo y la lucha revolucionaria. También otra de sus obras, la pieza didáctica La medida, será bien acogida por el aparato comunista. Es la historia de un joven comunista condenado por el partido a morir ejecutado por los errores cometidos durante la revolución china. Se trata de una obra controvertida alabada por los dogmáticos, aunque también tuvo críticas desde el lado comunista, y que los detractores de Brecht han utilizado para señalarlo como defensor de un comunismo inhumano. Si bien Brecht nunca cambió ese final polémico, también lo es que nunca autorizó su representación y hoy continúa prohibida por sus herederos.
También se debe observar que Brecht fue acusado de formalista por los defensores de realismo socialista, en especial por Luckács, con quien mantuvo un encendido debate sobre sus concepciones sobre realismo y arte popular cuando éste se encontraba en Moscú en 1938, controversia que le hará ganarse enemigos entre quienes defendían el realismo socialista oficial en la URSS, del cual Luckács el principal avalador.
Uno de los muchos incidentes que tuvo que abordar con la nomenclatura
por culpa de la estética oficial del realismo social fue con el estreno
en la RDA de El proceso de Lúculo (1951). Otra de sus obras
antibelicistas. En la cual se relata el juicio a un general del imperio
romano que envió a la muerte a 80.000 hombres en una batalla perdida de
antemano. El general se defiende diciendo que el pueblo no puede juzgar
la guerra por que no la entiende. El tribunal lo encontrará culpable por
la muerte de sus soldados y le condenará. Pero añadirá en su sentencia
un aspecto sorprendente, dice que Lúculo, a pesar de su crimen, hizo
algo bueno, la introducción del cerezo en Europa, pues sin él no se
hubiera conocido. Es decir, Brecht condena la guerra y a Lúculo por su
estrategia criminal, pero en cambio le agradece que haya traído el
cerezo, el cual en Alemania es un símbolo de paz.
Se prepara un
estreno en versión de opera con música de Paul Dessau. Después del
estreno, la obra será suspendida, no ha gustado y ha recibido críticas
muy adversas, es inadecuada para el momento que se vive, 1951, la Guerra
de Corea había empezado en 1950. Se le acusa de pacifista, pero sobre
todo de formalista, y ésta es una grave acusación pues se vive bajo el
dogma de la estética del realismo socialista. Brecht envía una carta a
Walter Ulbricht defendiéndose, en la cual condena las guerras de
conquista y dice que se avendrá a hacer ciertos cambios, entre ellos un
párrafo en el que el general romano Lúculo es elogiado por iniciar una
guerra defensiva, es decir justa. Pero el día del estreno, Brecht no
asistió, y en cambio gestionó la representación de su anterior versión
en la Alemania occidental, que se hizo en Frankfurt en 1952 y en la cual
sí estuvo presente.
En junio de 1953 tuvo lugar en Berlín un levantamiento popular acompañado de revueltas obreras aplastadas por los tanques soviéticos. Estos acontecimientos han dado pie a que se viertan injustas acusaciones sobre el papel jugado por Brecht en los incidentes. Brecht junto a otros intelectuales, firmó una primera carta de apoyo al régimen. Pero hubo una segunda carta, donde además de criticar las consignas antisocialistas de los manifestantes pedía a las autoridades de la RDA atendieran las justas reivindicaciones del pueblo. Estos párrafos fueron suprimidos y su carta se publicó censurada. Brecht sufrió un fuerte desengaño y su respuesta vuelve a estar muy clara en sus diarios y en los poemas escritos desde su retiro en Buckow que lo llevan a escribir el sarcástico poema La solución contra la nomenclatura política:
Tras el alzamiento del 17 de junio
el secretario de la Unión de Escritores
mandó repartir panfletos en la avenida Stalin
en los que se lía que el pueblo
había perdido la confianza del gobierno
y que solo redoblando el trabajo
podría reconquistarla. ¿Pero no sería
más simple que el gobierno
disolviera al pueblo
y que eligiera otro?
Determinantes elementos pacifistas
Además de todos los elementos
antibélicos en su obra, algunos de sus actos hacen pensar que Brecht
tenía algo de pacifista. Sí de sus obras se pueden extraer diversas
lecturas, sus acciones concretas son unívocas y no engañan. En primer
lugar está el elemento señalado en su juventud, cuando él estaba en
contra de que en Alemania y el bolchevismo establecieran la
obligatoriedad al servicio militar.
Otro hecho significativo que
cabe admirar en Brecht, fue respecto al caso Carl von Ossietzky, un
conocido periodista y pacifista alemán. Este escritor se opuso
fuertemente al rearme alemán y lo denunció, lo cual le valió ser acusado
de traidor en 1931 y un año más tarde fue echo prisionero y
posteriormente internando en un campo de concentración donde murió en
1938. En 1936 le fue otorgado el premio Nobel de la Paz. Este periodista
en muchos de sus escritos denunciaba por igual la violencia ejercida
por los nazis como por los mismos comunistas. Brecht no dudó en firmar
una carta en 1933 dirigida al Reich pidiendo la libertad de Ossietzky,
pese a que ello podía enemistarle con algunos comunistas.
Otro
aspecto que demuestra el pacifismo moderno de Brecht fue tras el
lanzamiento de las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. Brecht
quedó muy impresionado. Luego conoció la posición contraria de Einstein
respecto a la bomba atómica. Él admiraba a Einstein, lo consideraba a
uno de los hombres más importante del siglo y todos sabemos que Einstein
es una de las figuras del pacifismo moderno. Pues bien, en 1956, cuándo
la guerra fría ya había estallado con virulencia y la guerra nuclear
aparece como posible, Brecht se replantea el Galileo y su final. Poco
después moría sin acabar esa nueva versión de su obra, pero lo que sí
queda claro en sus diarios es que estaba muy preocupado por el arma
exterminista y pretendía dar una respuesta a través de Galileo.
Brecht
tenía por costumbre recortar noticias y fotografías de los periódicos a
los cuales añadía comentarios o escribía poemas, lo cual se encuentra
en sus diarios de trabajo. El 1942, en plena guerra mundial escribe un
poema claramente pacifista que será utilizado por sus detractores para
acusarlo de indignidad moral, en este poema dice:
Pero moriré en la flor de la vida
Sin que nadie me ame ni me eche de menos,
Conductor temerario de una máquina bélica.
Sin haber aprendido nada, menos al final,
Sin haber vivido más que repartiendo muerte,
No añorado por nadie, sólo por los carniceros.
Y, en 1956, lo intentó publicar dentro del Abecedario de la guerra, un libro de poemas breves acompañados de fotografías, cargados de un fuerte y amargo pacifismo, también de un virulento antibelicismo que sus críticos señalan como uno de sus mejores libros de poemas (no publicado wen castellano). El libro no fue autorizado. Brecht montó en cólera y amenazó con enviarlo al Congreso Mundial por la Paz para que se conociera su contenido, hecho que facilitó fuera autorizada su publicación.
Otro aspecto importante: a su regreso a Berlín, el telón que abría el escenario del Berliner Ensemble desde su inauguración, por decisión de Brecht, mostraba una gran reproducción de la paloma de la paz de Picasso.
Y, finalmente, otro hecho determinante. En 1956, poco antes de su muerte, el News Deuchland publica una carta de Brecht en contra del servicio militar obligatorio, a favor de la objeción de conciencia y en contra del rearme de Alemania. Hay que observar que la Guerra Fría ya ha estallado. La determinación de Brecht de secundar la objeción de conciencia y el desarme ha sido olvidada en la mayoría de sus biografías, pero es de un valor extraordinario haberlo expresado en 1956 en la RDA en medio de la hostilidades entre los dos bloques. La amenaza de guerra nuclear ya está presente, Brecht es muy consciente de esa situación, sus últimos poemas en Buckow demuestran la amargura de los últimos días de su vida, pero también su renovada confianza en el comunismo del cual no deserta. Es de ese momento el poema El cambio de rueda:
Estoy sentado en el arcén.
El conductor cambia la rueda.
No estoy a gusto allí de donde vengo.
No estoy a gusto allí hacia donde voy.
¿Por qué observo impaciente
el cambio de rueda?
A pesar de sus disidencias y desencuentros con el régimen, Brecht nunca criticó públicamente a la URSS y su sistema político, incluso aceptó en 1955 el premio Stalin de la paz y se desplazó a Moscú para recogerlo. A pesar de ello, también debemos recordar que él, en uno de sus poemas más célebres nos pidió, a las gentes del futuro, fuéramos indulgentes con los que vivieron en tiempos de revuelta.