Los ejércitos y las armas del futuro
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Acabada
la guerra fría, los ejércitos deben adaptarse a las nuevas necesidades
estratégicas de sus vencedores, es decir, de Estados Unidos y sus
aliados. ahora son necesarios ejércitos reducidos, pero polivalentes,
conducidos por profesionales capaces de actuar en cualquir lugar del
planeta y equipados con armamentos cada vez más sofisticados.
Pere Ortega (noviembre de 1998). Materiales de Trabajo núm. 15.
La «Guerra del Golfo» fue algo más que un conflicto. En
primer lugar, porqué apareció justo después de la desaparición de la
URSS y abrió una nueva época para los conflictos internacionales, tanto
por su dimensión: el primer mundo unido contra un país del sur; como por
su carácter: el primer mundo se lanza a una guerra por el control del
principal recurso energético de la economía mundial, el petróleo; como
por el modelo de guerra: virtual (nada parecía ser lo que era), sin
víctimas aparentes (luego hubo 100.000 por el lado iraquí); control
exclusivo de los medios de comunicación por parte de una sola agencia
(del Pentágono); y el ensayo de un nuevo modelo de fuerza armada de
carácter multinacional equipada con las más sofisticadas tecnologías en
armamento.
Esa nueva fuerza multinacional, surgía de la necesidad
de superar la época de la guerra fría que, con la desaparición del
Pacto de Varsovia y el abandono de la posibilidad de un ataque o
invasión proveniente de ese bloque militar existía. Con la intención de
hacer plausible que, para los nuevos riesgos ya no eran necesarios
enormes ejércitos extensivos de cientos de miles de hombres con los que
contrarrestar una posible ofensiva de esa parte de Europa, riesgos que
se veían reducidos con la firma de acuerdos (Tratado de Armas
Convencionales en Europa y Acuerdos de Desarme en Ginebra) de reducción y
retirada de efectivos, cierre de instalaciones, retirada y destrucción
de armamentos en todos los frentes.
Había que pasar a definir
pues, cuales eran los riesgos y peligros del futuro, y en virtud a
ellos, aprestarse a disponer de un modelo de fuerzas armadas acorde con
esas necesidades. El Pentágono primero y luego la Alianza Atlántica,
también la UEO, o sea estructuras militares, no tardaron en llevarlo a
cabo, y delimitaron, en primer lugar, que éstos serían de carácter
multifacético, o sea, con rasgos diferenciados entre sí; y en segundo
lugar, de carácter multidereccional, y por tanto provenientes de los más
diversos puntos cardinales del planeta; y que de acuerdo con los planes
de esas organizaciones, se resumían en: terrorismo internacional,
narcotráfico, tráfico y producción de armas de destrucción masiva
(nucleares, químicas y bacteriológicas), catástrofes humanitarias que
provoquen oleadas migratorias, rescate de rehenes, y por último las
amenazas provenientes de los denominados -por el Pentágono- estados
«parias», definición acuñada para con aquellos países que, como Irán,
Irak, Libia… tienen gobiernos hostiles o enemigos de EEUU y pueden
amenazar los intereses de todo tipo que USA tiene repartidos por el
planeta. A parte de los peligros de desestabilización que entrañan los
conflictos internos de los estados, o las agresiones de unos estados a
otros que pusieran en peligro la paz regional o mundial. Sin descartar,
por último, las intervenciones militares para llevar a cabo «misiones de
paz» e «injerencias humanitarias», últimamente tan evocadas.
Para
hacer frente a esas nuevas clases de amenazas, conflictos y crisis era
necesario disponer de otro tipo de fuerzas armadas, muy diferentes a las
que actuaron durante la guerra fría. En primer lugar, reducir los
ejércitos al mínimo imprescindible; y en segundo, tener un común
denominador a todos los países aliados: su modernización, entendiendo
por tal, pertrecharse de las últimas tecnologías en materia de
armamentos, con un personal mejor formado para la utilización de esos
sofisticados armamentos, y dispuestos para intervenir con gran celeridad
donde los compromisos de los foros internacionales lo demanden.
Esos
nuevos ejércitos, equipados con armas de tecnología punta y de gran
precisión, sistemas de armas inteligentes y demás artilugios
tecnológicos, como el microchip, los circuitos integrados, la fibra
óptica, el laser, ordenadores, utilización de satélites espaciales.
Elementos con los que será posible llevar a cabo otro tipo de
intervenciones y guerras. Como por ejemplo las llamadas «guerras
electrónicas», con que anular telefonías, servicios de radio, radares,
televisiones, o introducir virus en los servicios informáticos del
enemigo. Lo cual hará necesario disponer de sistemas electrónicos cada
vez más perfeccionados con los que obtener información precisa sobre las
partes en el conflicto o del posible adversario, clase de equipamientos
y armamentos que permitan poder intervenir con antelación al estallido
del conflicto; o si hubiera comenzado, con la suficiente celeridad (en
los primeros momentos de un conflicto); y precisión para evitar
hipotéticos daños colaterales, sobre todo en vidas humanas; también
disponer de la necesaria coordinación entre todas las fuerzas armadas
del propio bando que posibiliten una intimidación que se haga «creíble»
ante el agresor.
Y por último, unos ejércitos tan bien equipados
que cuando sea necesaria su intervención, eliminen al máximo la
posibilidad de accidentes, con intervenciones quirúrgicas, reduciendo el
número de víctimas a las mínimas imprescindibles (pues los muertos, si
son ajenos, son más fácilmente asimilables y no causan el mismo impacto
entre la opinión pública), Osea, unos conflictos y guerras, en la que
intervengan escasos soldados, pero, en cambio, muchos artilugios
tecnológicos. Que los ejércitos se conviertan en inmensos aparatos de
guerra dirigidos por escasos hombres, y que cuando estos tengan que
entrar en combate, parezcan más unos robots mecanizados que no seres
humanos expuestos a ser abatidos, y en los que los artefactos bélicos,
misiles, aviones y blindados necesiten al mínimo de tripulantes y sean, a
ser posible, movidos a distancia. Esa es la ilusión, falsa por otra
parte, que mueve a las organizaciones militares, puesto que, la Guerra
del Golfo, se vendió como una «guerra limpia» y hoy se sabe que fueron
cien mil los muertos (a parte de las quinientas mil víctimas posteriores
producto del embargo).
Ejércitos, que a su vez tendrán que estar
provistos de algunas características comunes, puesto que tendrán que
actuar conjuntamente: coordinación en el mando, unificación y
homologación de armamentos, utilización conjunta de instalaciones
militares. Lo cual obligará a una planificación conjunta en la
investigación y producción de armamentos (la UE ya lo intenta creando
una Agencia Europea de Armamentos). También, una formación y
adiestramiento militar de acuerdo con esas nuevas ordenanzas, incluida
la unificación idiomática (supuestamente el inglés). Y por último, una
gran especialización a que obligará la tecnología y que comportará la
profesionalización de los ejércitos.
Y ello, además, sin
descartar nunca la utilización de las temibles armas nucleares, de las
que están dotados los principales ejércitos del mundo desarrollado, USA,
Francia, Inglaterra e Israel, dejando a un lado a Rusia y China que
también las poseen, pero que todo y pertenecer al mundo capitalista
(quien lo duda ya), mantienen ciertas ambigüedades respecto a sus
alianzas con Occidente. Pues no hay que olvidar que, en la última crisis
en Irak, EEUU y su aliado el Reino Unido, no descartaron la utilización
de un «primer golpe» disuasorio con armas nucleares a las posibles
armas químicas iraquíes. Y dejando a un lado a India y Pakistán que
también las poseen y están enfrascados en un conflicto permanente y en
una particular carrera de armamentos. O las no menos temibles armas
químicas y biológicas, también de destrucción masiva -las llamadas
bombas de los pobres- de las que algunos países no desarrollados (Irak,
Irán, Libia, Siria, Corea del Norte) pretenden abastecerse, o que ya
puedan poseer, para hacer frente a las armas nucleares del primer mundo,
pero que también estos poseen, pues EEUU, Rusia, China, o Taiwan, pese a
haber firmado los acuerdos de destrucción de armas químicas, no se ha
podido verificar se hayan desprendido de la totalidad de las suyas. O
Israel, que las posee y se niega a dejarse investigar.
Un
futuro, que como se acaba de señalar, en lo que respecta a la paz y la
seguridad, no se vislumbra mucho más halagüeño que en el pasado. Puesto
que habrá desaparecido el peligro de una posible guerra nuclear de
dimensión planetaria entre los dos grandes bloques militares, pero en
cambio, se persevera, el primer mundo, en la inercia militarista del
pasado, confiando en ejércitos más reducidos pero altamente competitivos
en armamentos la vigilancia de la paz y la seguridad mundial. Lo cual,
no es inocente, sino que obedece a un plan previamente establecido por
los grupos económicos que controlan las grandes industrias de
armamentos, cada día más internacionalizadas y más interdependientes
entre sí, Con un claro objetivo, continuar la producción y venta
indiscriminada de armamentos. Con lo cual la carrera de armamentos
continua, ahora ya no de manera vertical entre EEUU y la URSS, sino de
forma horizontal entre un sinfín de países diseminados por las regiones
más calientes del planeta.