Los euroejércitos y el peligro del sur

Los euroejércitos y el peligro del sur

(Artícle no disponible en català).  La creación de Eurofor y Euromarfor, también denominado euroejército de sur, por parte de España, Francia, Italia y Portugal ha despertado recelos y reabierto la polémica sobre si realmente existen peligros en el sur del Mediterraneo.  Pere Ortega (verano de 1995). Mientras Tanto, núm 62.



Hablar de la seguridad en Europa, representa retroceder a 1989 y a la caída del muro de Berlín. A partir de ahí, se abrió para la historia europea un nuevo período, que obligó a redefinir todas las relaciones políticas del marco continental, pero también del resto del mundo. Era el final de la llamada guerra fría, de la que salía vencedora la alianza capitalista occidental y derrotado el mal llamado socialismo soviético. Victoria de la que surgiría una nueva realidad, en la cual los conflictos mundiales no se medirían en el futuro por el enfrentamiento Este-Oeste. En ese enclave, hay que pararse a reflexionar, como se empiezan a dar los primeros pasos de la construcción europea en materia de seguridad, que es el caso que aquí nos ocupa.


El hundimiento de la URSS y la posterior desaparición (julio 1991) del bloque militar del Pacto de Varsovia, condujo a unos primeros momentos de incertidumbre sobre el futuro de los organismos militares que decían defender Europa de la amenaza soviética, la OTAN y la Unión Europea Occidental (UEO). Sobre todo en la poderosa OTAN, que al quedarse sin enemigo, se situaba en una difícil situación de continuidad. Disponía de los medios, un impresionante aparato militar ofensivo, incluida la disuasión nuclear. Tenía fines, defender Europa, pero no tenía misiones que cumplir, puesto que las amenazas habían desaparecido. Justo ahí empezó a surgir un debate, hoy aún no cerrado, entre europeistas, partidarios de una defensa europea, la UEO; y atlantistas, partidarios de continuar con la OTAN.


Veamos como se desarrollaron los hechos que han conducido a la situación actual. Fue la cúpula político-militar de la OTAN, la que primero empezó a mover sus piezas, y en marzo de 1991, decidía orientarse multidireccionalmente. Ahora ya no se preocupaba solamente por el Este europeo, ahora dirigía su mirada -es decir sus misiles- hacia el sur. A partir de esas fechas los acontecimientos se desarrollaron rápidamente y en poco tiempo se configuró una nueva estrategia para la defensa de Europa. Sino existían amenazas claras, si existían riesgos que justificaban mantener las espadas en alto. Primero, se propuso la creación de una fuerza naval permanente en el Mediterráneo (abril-91). Inmediatamente (mayo-91), se creaban unas Fuerzas de Reacción Rápida (FIR), de cuatro divisiones de 100.000 hombres. Una de ellas, la cuarta, bajo mando italiano, se destinaba a reforzar el flanco sur, en la que participaba España con 4.000 hombres.


Poco después (octubre-91) Francia, España y Alemania pidieron una defensa estrictamente europea, y se llamó a revitalizar la UEO -organismo militar europeo que dormitaba desde su creación en 1954- para realizarlo. Y se llega a la cumbre de jefes de estado y de gobierno de la OTAN (Roma, noviembre-91), de especial importancia para el futuro de la defensa europea. En esa reunión el presidente Bush propuso que la OTAN pudiera llevar a cabo acciones fuera de la zona que le tiene asignado su protocolo fundacional. La moción no prosperó por la oposición de Francia y España. Pero en la resolución final de la cumbre, surgió por primera vez, la mención a los «peligros del sur», como referencia específica a los países árabes. En esa misma reunión, Bush, puso encima de la mesa, la pregunta vital: era el momento de pronunciarse sobre la continuidad de la OTAN. O lo que era lo mismo, era el momento de decir si EEUU debía abandonar el suelo europeo. Y recordaba de paso que, Europa no había sabido defenderse de sus propias amenazas y había tenido que pedir la intervención de EEUU en la I y II guerras mundiales. Fue un momento decisivo, que se saldo con una resolución final en la que se afirmaba de que la OTAN y el amigo americano eran la garantía indiscutible de la seguridad europea.


Un mes más tarde, en Maastrich (diciembre-91), la suerte estaba echada, los jefes de estado creaban la Unión Europea (UE) y aprobaban una política exterior y de seguridad común. Encargando a la UEO la defensa de esa seguridad, pero como organismo complementario de la OTAN, que continuaría siendo el pilar indiscutible de la defensa europea y el foro principal donde se decidan las políticas de seguridad y defensa de Europa.


Sería en mayo de 1992, cuando la tendencia de dar a la defensa un contenido europeista, hace que Francia y Alemania lancen la idea de creación de la brigada franco-alemana, fuerza compuesta de 40.000 hombres. A la que de inmediato se unieron Bélgica y España, brigada que se pone a disposición de la UEO como brazo armado y embrión del a partir de ese momento llamado ya Euroejército.


Los riesgos de la seguridad europea


Si bien la amenaza de que el suelo europeo fuera un escenario de guerra entre la OTAN y el Pacto de Varsovia había desaparecido. Persistían algunos riesgos, o aparecían de nuevos. Se señalaban: la evolución política en Rusia y sus ex-repúblicas, que podía degenerar en un nacionalismo expansionista y verse agravado por la dispersión del armamento nuclear en cuatro nuevos estados (Rusia, Ucrania, Bielorusia y Kazajastán); los conflictos yugoslavos, también los del Cáucaso. Y el Mediterráneo, una zona geográfica con fuertes tensiones y conflictos. Producto unos de viejas rivalidades y reivindicaciones territoriales: Turquía-Grecia; Turquía-Kurdistán; los Balcanes. Pero también los de la ribera sur del Mediterráneo: conflicto árabe-israelí. O los situados en el Oriente Próximo, que enfrentan a Irak, con Irán, Arabia Saudí, Kuwait. Y otros que se camuflaban como riesgos, sin serlo, como la rápida expansión del fundamentalismo islámico, las sospechas del terrorismo árabe antioccidental y también el creciente temor a la emigración procedente de los mismos países árabes.


Esos fueron los riesgos que justificaron a los gobiernos europeos que participan en las estructuras de la OTAN y la UEO, para continuar el reforzamiento de esos organismos y, añadirle, el recién nacido Euroejército.


Pero desaparecida la URSS, los riesgos procedentes de su desmoronamiento, podían ser perfectamente controlados mediante los organismos políticos creados expresamente para eso: la Conferencia de Seguridad y Cooperación Europea (CSCE) y las propias Naciones Unidas. Sobre todo la CSCE creada como fórum para resolver los conflictos por la vía de la negociación y el consenso político. Que tiene en su seno un Centro de Resolución de Conflictos, y además, agrupa a todos los países europeos, más los asiáticos procedentes de la extinta URSS, más EEUU y Canadá. Y que si cumpliera la misión para la que fue creada, no hubiera sido necesario crear esa «Asociación para la Paz» que depende de la OTAN -otro pretexto para su continuidad- para mantener controlados a los países del desaparecido Pacto de Varsovia.


Del riesgo nuclear proveniente de la dispersión de las armas soviéticas entre las cuatro repúblicas (Rusia, Ucrania, Bielorusia y Kazajastán), el peligro estriba en la inestabilidad política interior de esas repúblicas y el descontrol que de las armas nucleares se podría derivar. Solución que no pasa por protegerse militarmente de ese riesgo, sino en buscar soluciones desde los organismos internacionales que permitan la estabilidad política de esas repúblicas y el desmantelamiento de todas las armas nucleares. Solución que tendría que incluir la pretensión de los países del Tercer Mundo que aspiran a poseerlas.


En cuanto a los conflictos yugoslavos. Sólo apuntar que no representan una amenaza para Europa, pues se trata de conflictos internos de estados soberanos, que impiden una actuación unilateral de la OTAN y la UEO. En los que sólo podían actuar la o­nU o la CSCE, organismos que tenían la responsabilidad de imponer una solución negociada y restituir la legalidad quebrantada. Sobre todo en su inicio, cuando estalla el conflicto y era posible lograrlo. Pero la CSCE se inhibió vergonzosamente, y la o­nU ha sido incapaz de superar las disensiones internas de los halcones que anidan en su Consejo de Seguridad. Conflictos que si bien no son una amenaza, sí representan un grave riesgo, pues corren el peligro de extenderse por todos los Balcanes.


Respecto a las intervenciones de la OTAN y la UEO, cuando lo han hecho ha sido por estricto mandato de la o­nU. Y con un resultado más que negativo, que ha afectado gravemente a su credibilidad, sobre todo cuando han demostrado su inoperancia, no exenta de responsabilidad, en llevar a cabo el embargo de armas decretado por la o­nU. Armas que han continuado llegando a los contendientes a pesar del bloqueo (el marítimo estaba encargado a OTAN y UEO), incluso en buques bajo bandera de Italia y Grecia, países miembros de la UEO y la OTAN. Lo cual ha venido a profundizar aún más la crisis de identidad que venían padeciendo ambas organizaciones tras el final de la guerra fría.


El peligro del Sur


Muy hábilmente y para justificar la lógica militar en que están inmersas la OTAN y la UEO, se empezó desde sus cúpulas, pero también desde los estados de la UE, a dibujar que los mayores riesgos que se ciernen sobre Europa, provenían del sur del Mediterráneo. Los medios de comunicación, sirvieron de eco a ese mensaje, e inmediatamente se convirtieron en voceros del posible «peligro del Sur» y en la construcción de la imagen de un nuevo enemigo. En el lenguaje se adivinaba una estrategia que trataba de confundir a la opinión pública, mediante la utilización de informaciones sesgadas, simplificadas, imágenes negativas, cuando no respiraban un claro etnocentrismo o xenofobia. Se confundía como riesgos y amenazas, lo que eran simples problemas internos, y se apuntaban cuestiones tan peregrinas como el crecimiento demográfico (lo llamaban, «bomba» demográfica), el fundamentalismo, generalizándolo a todo el Islam, cuando no se hacían referencias al terrorismo antioccidental.


De esos problemas, sin ubicación geográfica definida, se hablaba en abstracto y no se concretaba en que consistía la amenaza, o cuales eran sus riesgos. Unas veces se situaba en el Magreb (Argelia, Libia), otras se desplazaba del Mediterráneo hasta el Próximo Oriente (Irak, Irán). En ese contexto se inscriben las constantes alusiones al integrismo islámico -como si Europa no tuviera sus propios integristas: Juan Pablo II, Karadzic, Le Penn, Tudjman, Milosevic…- como las declaraciones del secretario general de la OTAN, Willy Claes, que afirmaba «el integrismo musulmán representa el mayor desafío para Europa desde la caída del enemigo soviético». O como lo demuestran esa ronda de negociaciones iniciadas por la OTAN entre los países del Magreb (Marruecos, Túnez y Mauritania) (2-95), de las que se han excluido, incomprensiblemente a Libia y Argelia. Cuando el sentido común aconsejaba lo contrario, incluirlas en las negociaciones.


También la UEO volvió su mirada hacia el sur, y Helmut Willmann, comandante en jefe del nuevo Euroejército, proclamaba exultante en Madrid «que España es nuestro puente hacia el sur». Como demuestran esas maniobras aeronavales, que en noviembre próximo tiene previsto llevar a cabo el Euroejército en Almería, conjuntamente entre Francia, Italia y España, y que ya han levantado los recelos de los países magrebís.


En cuanto al peligro derivado del posible terrorismo proveniente del norte de Africa, no parece fácil su eliminación por la vía militar o policial, como se ha podido constatar con el IRA en Irlanda del Norte o el de ETA en el País Vasco, y parece más razonable encontrarle una solución mediante la negociación política, la ayuda y la cooperación que permita a esos países una estabilidad social y política.


De problemas como el crecimiento demográfico, las diferencias culturales o religiosas desde luego no son una amenaza, ni representan riesgo alguno para Europa. Y no son los medios militares los mejores para combatirlos. Pues ni la religión, ni la emigración, ni el subdesarrollo debieran ser tildados de peligros estratégicos a los que oponer fuerzas militares o policiales. Sino buscar soluciones mediante la cooperación, la ayuda al desarrollo, el intercambio cultural y la libre circulación de personas e ideas. Y desde luego, no edificando barreras -como esa futura Europol- o la ley de Schengen, de la UE, que se levanta como un bastión para impedir el acceso de las gentes provenientes del sur.


Construida la imagen de ese nuevo enemigo europeo, el mundo árabe, ya se tenía la justificación para la continuidad de la OTAN y la UEO. Otorgando a la OTAN el predominio militar de la zona, ahora reforzado con la UEO, como guardianes militares de la «pax europea». Complemento perfecto, pues la OTAN ya considera a través de las Fuerzas Operativas Conjuntas, poner a disposición de la UEO, efectivos para aquellos casos en que la OTAN no decida intervenir, y evitar así los recelos que pueden despertar las acciones fuera de área -Atlántico Norte- de la OTAN. Continuidad de unos organismos, que obedece a una lógica perversa: la intervención militar (la guerra) continúa siendo una fórmula válida para resolver los conflictos.


El Euroejército del Sur


En esa encrucijada es cuando surge la propuesta de creación de una futura Eurofuerza Operativa Rápida (Eurofor) (5-92) o Euroejército, con dos cuerpos de ejército, uno para el centro compuesto de 55.000 soldados entre Francia, Alemania, Bélgica y España y, un segundo para el sur de Europa, el conocido como «Euroejército del Sur» unas fuerzas aerotransportadas de intervención rápida, compuesto por 14.000 hombres a partes iguales entre Francia, Italia y España -que contribuirá con 4.000 soldados-.


Posteriormente, en Lisboa (14-5-95), Francia, Italia, España, y ahora también Portugal, que parece dispuesto a integrarse. Acaban por formalizar la creación de esas fuerzas operativas para el Mediterráneo y deciden la puesta en marcha de una Fuerza Marítima Europea (Euromarfor), y una segunda, Eurofuerza Operativa Rápida (Eurofor). Unidades que tendrán que cumplir funciones de vigilancia, obtención de información, servir en operaciones de evacuación de civiles y de policía marítima. También, cuando sean requeridas para ello, el prestar ayuda humanitaria y de mantenimiento de la paz. Además estarán -como no- a disposición de la OTAN, también de la o­nU, para aplicar resoluciones del Consejo de Seguridad, o de la propia CSCE. Tomando la decisión, de que el Eurofor tenga la sede de la comandancia en Florencia, debido al apoyo que presta Francia a la candidatura italiana y, apeando la ciudad de Barcelona que mantenía España.


O sea, nada nuevo. Unas fuerzas multiuso, que igual sirven para un fregado, que para un barrido, que con un simple cambio de gorra y de bandera pueden intervenir militarmente donde haga falta. La presencia del Euroejercito del Sur en el Mediterráneo, representa sin lugar a dudas añadir nuevos ingredientes de riesgo a una región con una alta concentración de armamentos y ejércitos (OTAN y VI flota americana). Pues unas fuerzas aerotransportadas, de intervención rápida, más otra marítima, a buen seguro serán vistas por nuestros vecinos de la ribera sur como una provocación. Lo cual lejos de dar seguridad aumenta la inseguridad, pues representan la posibilidad de intervenir en cualquier punto del Magreb o en otros lugares del norte de Africa.


La seguridad compartida


Si bien es cierto que ningún pueblo se sentirá auténticamente seguro hasta que no desaparezca la posibilidad de un ataque atravesando sus fronteras. También lo es que la seguridad debe concebirse abarcando otras dimensiones que no sean únicamente las de defensa, ni plantearse necesariamente en términos militares. Nadie se puede sentir seguro mientras no se garantice la cobertura de sus necesidades básicas de supervivencia de acuerdo con su medio social. Entonces hay que convenir que la seguridad, cuando menos, tendría que abarcar aspectos que afectan a la economía (desarrollo), ecología (calidad medioambiental), política (justicia social, libertad de expresión), cultura (respeto a la diferencia, minorías). No podrá hablarse de seguridad en el Mediterraneo, si persisten en la ribera sur: hambre, pobreza, paro, desarraigo, degradación del medio ambiente. Ni será concebible la seguridad, sin el derecho a una educación, sanidad, vivienda dignas, o el de la libre expresión de las ideas.


La mejor política de seguridad es la que hace la guerra imposible. Aquella que ofrece garantías a los estados de que una agresión exterior no es posible. Por consiguiente, ni las armas, ni los ejércitos, contribuyen a la seguridad de las regiones, antes al contrario, acentúan la posibilidad de conflictos. Y más si tienen un carácter ofensivo, y el Euroejército lo es. Alguien se puede imaginar a ese Euroejército patrullando por nuestros mares y playas, haciendo maniobras militares frente a las costas de los países árabes, como un síntoma de paz y seguridad de la Mediterránea. No es así como se construye la seguridad entre los pueblos, sino dando al concepto de seguridad un nuevo contenido, el de «seguridad compartida». Aquella que se construye de manera recíproca entre las dos partes, sin amenazas militares y en base a políticas de desarme, de diálogo, de cooperación y de conocimiento intercultural. Que busca en la negociación y en la diplomacia preventiva la resolución pacífica de los conflictos. La que busca resolver las diferencias entre los pueblos por medio de conferencias de seguridad regional, donde se aborden los conflictos desde la óptica de buscar soluciones pacíficas, por la vía del compromiso y desde una óptica política.


Algo que la Conferencia de Seguridad y Cooperación Europea (CSCE), dice perseguir entre sus fines, y que España suscribe. Por ese motivo es positiva la propuesta lanzada por algunas entidades que pusieron en marcha una campaña contra la candidatura de Barcelona a ser capital del Euroejército, y a cambio proponían que Barcelona albergara la sede de un Centro de Prevención de Conflictos y de Estudios por la Paz, que representa en si mismo una alternativa a los ejércitos y a la defensa militar, puesto que es una propuesta de resolución de los conflictos por medio de la prevención y la mediación ante los riesgos y las amenazas. Y que seguro contribuiría con más eficacia a la convivencia y la seguridad del Mediterráneo, que no un Euroejército que ejerza de centinela en la frontera con el sur.


La Unión Europea se configura como una fortaleza, con la UEO, el Euroejército, la ley de Schengen, (y pronto quizás la Europol), también la OTAN, como guardianes de sus fronteras. Los acuerdos alcanzados en Maastrich serán revisados en su totalidad en 1996.

Habrá que seguir repensando la historia, habrá que escribirla de nuevo.


Bibliografía
Barbé, Esther. La seguridad en la nueva Europa. Los libros de la Catarata. 1995
Fisas, Vicenç. El Mite de l’amenaça del sud. Centre Unesco de Catalunya, 1992
Oliveras, Arcadi. La construcción de nuevas estrategias militares para Europa. Mientras Tanto nº 57.
AA.VV. Quina defensa per a l’Europa de demà?. Centre Unesco de Catalunya, 1993
AA.VV. Democratización del sistema internacional. Papeles para la paz, nº 53, 1994
C3A. Dossier: La seguretat europea, 1992



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