Militarismo y crisis económica
(Artículo aparecido en War Profiters News de War Resisters International, diciembre 2010)
Fue tras el 11-S de 2001 y la posterior guerra contra el terrorismo internacional (Afganistán e Irak) iniciada por EEUU con la ayuda de la mayoría de los países europeos, cuándo los ya de por sí importantes gastos militares de los diferentes países aliados de EEUU empezaron a aumentar de manera significativa.
Así, EEUU lleva gastados en las guerras de Irak y Afganistán 1.100 billones $. En Europa, no se llegó tan lejos, pero si se observan los presupuestos de defensa de los diferentes países estos aumentaron por encima de los PIB nacionales, con un promedio del 5% anual.
Las cosas cambiaron de golpe a mediados de 2009 con la llegada de la grave crisis económica. Crisis que tuvo su principal causa en la falta de regulación estatal del sistema financiero, pues permitió la emisión de unos productos de alto riesgo basados en sistemas piramidales muy especulativos, los found hedge, que unidos a una enorme burbuja inflacionaria inmobiliaria hundió los créditos hipotecarios y de paso las bolsas de todo el mundo. Pero también había otra causa, que pocos analistas han señalado, que entre los diversos motivos de ésta catástrofe económica que arrojó al paro y la exclusión a millones de personas, acarreando más pobreza y miseria en todo el planeta, quizás la guerra y su preparación también habían cumplido una importante función.
Es a partir de la llegada de la crisis que los estados europeos empiezan a recortar el gasto militar para hacer frente a los déficits de sus presupuestos. Observemos algunos casos.
Grecia, el país más militarizado de la UE, dedica un 3,6% del PIB a gasto militar y ocupa el quinto lugar en el ranking mundial de compradores de armas. Ahora, con la grave crisis económica que atraviesa y para poder recibir ayudas de la UE, Grecia ha sido presionada para que reduzca su déficit público. Entre las medidas anunciadas por el gobierno, figuran recortes en el gasto militar, en concreto se reducirá l billón € del presupuesto del Ministerio de Defensa de este año y, para años sucesivos se continuará con recortes hasta rebajar el porcentaje militar del PIB hasta un 1,7%. Entre los países afectados por la reducción de inversiones en armas se encontraban Francia y Alemania, que habían firmado recientemente importantes contratos con Grecia. En el caso de Alemania, se habían contratado dos submarinos y había cuatro más en negociación, con un coste final de 1,8 billones €. En el caso de Francia, seis fragatas, helicópteros y aviones de combate Mirage y Rafale por un importe de 3 billones €. Ante la posible anulación de los contratos, la reacción de los gobiernos de Angela Merkel y Nicolás Sarkozy ha sido de presionar al gobierno griego para impedirlo, avisando que podrían poner en peligro las ayudas de la UE para reflotar la economía griega.
En España, en el presupuesto para el año 2011 se propone una reducción de 1 billón de €, un ahorro del 7% respecto al año anterior. Así como se prevé reducir en 3.000 soldados sus 134.000 efectivos. Pero lo más significativo, es que el gobierno español no ha anulado ninguno de sus grandes proyectos industriales de armamentos en los que debe invertir alrededor de 15 billones €, limitándose a dilatar su realización para años posteriores. Lo cual significa refinanciar los proyectos con las industrias militares y acabar pagando más intereses, encareciendo el precio final de las armas.
El Reino Unido ha propuesto una reducción de 42.000 efectivos así como reducir en un 8% su gasto militar, 3,6 billones libras en cuatro años. Pero no anula la construcción prevista de dos nuevos portaaviones. Para reducir su gasto en los proyectos de armamento nuclear, ha firmado con Francia un acuerdo militar para compartir sus gastos y así poder que ambos continuar con su desarrollo.
Alemania, aparentemente ha ido más lejos en la reducción de su gasto y propuso disminuir en 70.000 soldados sus fuerzas armadas. Pero en realidad, esto obedece al tránsito de un ejército de conscripción a uno profesional. Con lo cual no se puede asegurar que al final el presupuesto en defensa disminuya, sino que incluso puede acabar aumentando.
Estos casos, hacen temer que a pesar de las reducciones anunciadas por los diferentes gobiernos, es que todas ellas obedecen a la coyuntura actual de la crisis, y no ve en las decisiones adoptadas, voluntad alguna de abordar el problema de fondo que subyace tras el gasto militar, que no es otro que la ineficiencia para la economía productiva.
Una cuestión que se acepta de manera generalizada desde el ámbito político y económico más ortodoxo, es que el aumento de recursos destinado a gasto militar es una inversión productiva en términos de eficiencia económica. Falso, el gasto militar entorpece el crecimiento de la economía productiva. De una parte, porque genera endeudamiento público, el cual comporta inflación al impedir que se generen ingresos en las arcas públicas. Por otra, porque impide que recursos monetarios, de bienes de equipo, de conocimientos tecnológicos y de mano de obra improductiva que consumen los ejércitos y la producción de armamentos, destinados al sector civil generaría mayores beneficios, a través de los denominados “costes de oportunidad”. Además, los productos civiles facilitan el intercambio de bienes en los mercados, lo cual no ocurre con los armamentos, pues no se rigen por las leyes del mercado, ya que son adquiridos directamente por los estados sin entrar en los circuitos de intercambio. Recordemos que las industrias militares tienen un trato de favor por parte de los estados. Esta dependencia empuja a las empresas a no ejercer control sobre los costes del precio final del arma, no produciendo economías de escala y encareciendo el precio final del arma, que sea cual sea su coste acabará siendo igualmente adquirida por el estado. Hecho que convierte a las industrias de guerra en parásitos de la economía real.
La crisis económica actual es una oportunidad para los gobiernos para encontrar soluciones socialmente progresistas a la crisis. Una de ellas, entre otras posibles, sería reducir recursos del gasto militar para destinarlos a la economía realmente productiva, aquella que está ligada al desarrollo humano, a través de la salud, la educación y el crecimiento económico. Por ejemplo, sólo haría falta anular algunos de los gastos militares más inútiles, sobre todo los destinados a inversiones en nuevos armamentos para hacer frente al déficit público de los estados así como para crear ocupación.