Obama y la extensión de la guerra secreta

Obama y la extensión de la guerra secreta

El pasado mes de marzo la administración Obama publicaba la Reseña Quadrienal de la Defensa 2010 (Quadriennal Defense Review, QDR en adelante) (1). Este documento ha de guiar los planes militares de Estados Unidos y las demandas presupuestarias que los acompañan en los próximos cuatro años.

La QDR profundiza las líneas trazadas por la Estrategia Nacional de Defensa de 2008 (NSS 2008) (2) promulgada al final del mandato de George Bush. Aunque pueda resultar sorprendente, no es extraño puesto que ambos documentos han sido elaborados bajo la dirección del secretario de Defensa, Robert Gates, que ya desempeñaba  este cargo con Bush.

La política que llevó a las guerras de Irak y Afganistán estuvo fuertemente marcada por la arrogancia producto de una hegemonía militar total y sin precedentes,  que se sostiene en un gasto militar que supera con creces el 40% del total mundial, y por la confianza que le confieren los cambios revolucionarios en la tecnología militar de los último años, y que vino a denominarse como la Revolución en los Asuntos Militares. Esa política puso todo su énfasis en la preparación para la guerra convencional, en la preparación para grandes guerras con grandes despliegues de fuerzas. Pero la cruda realidad de los fracasos en las intervenciones militares en Irak y Afganistán provocó la necesidad de un cambio en las doctrinas militares. Donald Rumsfeld, principal exponente de esa política, fue sustituido de su puesto de Secretario de Defensa  por Robert Gates a finales de 2006. El nuevo manual de contrainsurgencia norteamericano de esas mismas fechas ya dió un giro a los manuales vigentes en las dos últimas décadas, abogando por una estrategia militar menos condicionada por la tecnología militar y que prestara una mayor atención a las dimensiones políticas, sociales y culturales de los conflictos, giro que se consolidó con la Estrategia Nacional de Defensa de 2008. La actual QDR prosigue el cambio dando una mayor atención a la preparación para las guerras de baja intensidad y la lucha contrainsurgente.
Es significativo que la QDR define a Estados Unidos como un país en guerra. En guerra en Irak y en Afganistán , pero también apunta a un nuevo tipo de guerra, una guerra que no es convencional y que no se libra en un territorio o en un estado concreto. En palabras de la propia QDR, “Estados Unidos y sus aliados y asociados siguen participando en una guerra más amplia, que es una lucha política, militar y moral multifacética contra Al Qaeda y sus partidarios en todo el mundo”.

Este tipo de guerra necesita unas capacidades militares diferentes a las necesarias para librar guerras convencionales. Así la actual administración pone el acento en la preparación para la lucha contrainsurgente, en el desarrollo de fuerzas especiales que puedan combatir en conflictos de pequeña escala, o de baja intensidad, en localizaciones diferentes, en diversos continentes al mismo tiempo. Para ello va a ser necesaria una nueva generación de armas específicas para la lucha contrainsurgente como helicópteros, armas pequeñas, vehículos resistentes a las minas o aviones no tripulados con capacidad de ataque.

Las guerras de baja intensidad van a complementar las grandes guerras. La QDR establece el objetivo de tener capacidad militar para ganar dos guerras convencionales simultáneas, así como para hacer frente a un amplio abanico de misiones de pequeña escala a lo largo del ancho mundo. Este ambicioso objetivo confirma que Estados Unidos va a proseguir las guerras de Irak y Afganistán, al tiempo que ya se está preparando para librar una serie interminable de campañas de contrainsurgencia en rincones remotos del mundo. Asimismo, también confirma que el gasto militar no sólo no va a disminuir, sino que, por el contrario, va a continuar con la obscena escalada ininterrumpida iniciada a mediados de los años 90. Como recalca el documento “Los intereses de los Estados Unidos y su función en el mundo requieren la existencia de unas fuerzas armadas con aptitudes sin parangón y una nación dispuesta a emplearlas en defensa de nuestros intereses y el bien común”(las cursivas son nuestras).

El aumento de las capacidades militares va acompañado de una especial atención a la ayuda militar y a la formación de las fuerzas militares y policiales de países clave del Tercer Mundo en la lucha contra Al Qaeda y otras insurgencias que atenten contra los intereses norteamericanos. Esta política no es nueva, el propio documento destaca que se viene realizando desde el fin de la segunda guerra mundial, pero fue a partir de los años 60 cuando cobró mayor intensidad. En aquel momento, Robert MacNamara, secretario de defensa del presidente Kennedy, inició el despliegue de miles de asesores en contrainsurgencia a lo largo del sudeste asiático, África y América Latina, que propagaron la nefasta Doctrina de Seguridad Nacional adiestrando a los militares que poco después encabezarían las sangrientas dictaduras de los años 70 y 80. Valga como ejemplo de esta política la Escuela de las Américas (SOA), ubicada en Fort Benning, Georgia, y denominada desde 2001 como “Instituto del Hemisferio Occidental para la Cooperación de Seguridad”. En sus 59 años ha entrenado a más de 60.000 militares latinoamericanos  en técnicas de contrainsurgencia, formación de francotiradores, comando y guerra psicológica, inteligencia militar y tácticas de interrogatorio. Puede seguirse el rastro de sangre y sufrimiento en todos los países a los que sus graduados han regresado. Miles de latinoamericanos han sido torturados, violados, asesinados o desparecidos por personas formadas en la Escuela de las Américas(3).

Ciencias sociales para la guerra

La diversificación de conflictos y escenarios, y la necesidad de poder entender las complejidades sociales y culturales de los entornos en que se hace la guerra, ha llevado a un renovado interés del departamento de defensa por las ciencias sociales y su utilización militar.
Así la QDR establece entre sus objetivos  “fortalecer las capacidades lingüísticas, culturales y de conocimientos regionales” de los países en que se actúa. En esta dirección el departamento de Defensa en 2008 impulsó la Iniciativa Minerva que busca involucrar a las universidades para  utilizar las ciencias sociales, como la antropología o la sociología, con fines militares. Las áreas de estudio que la iniciativa propone son: Irak; organizaciones terroristas e ideologías; religión y cambios culturales en el mundo musulmán; implicaciones en la seguridad nacional de la energía y el cambio climático; nuevas teorías de la disuasión; China (4). Ello trae al recuerdo el proyecto Camelot, un esfuerzo militar en la era de la guerra de Vietnam para garantizar la asistencia académica con fines de contrainsurgencia en el Tercer Mundo.

No sobra decir que ello entra, ya de por si, en flagrante contradicción con los principios éticos que los investigadores sociales están obligados a respetar. Principios que podrían resumirse en que la investigación social  no puede ser empleada para causar daño a la población estudiada.

La guerra secreta

La política de la QDR ya se está llevando a cabo. Tal como dice el mismo documento “las fuerzas de los Estados Unidos están trabajando en el cuerno de África, el Sahel, Colombia, entre otros para proporcionar capacitación, equipo y asesoramiento a sus homólogos del país anfitrión sobre la mejor manera de expulsar y desmantelar las redes terroristas e insurgentes,…”

Pero el trabajo de las fuerzas norteamericanas no se limita a trabajos de asesoramiento o capacitación. Una guerra secreta de baja intensidad se está desarrollando desde los desiertos del norte de África, al Pakistan, Yemen o las repúblicas exsoviéticas. Estados Unidos ha aumentado las operaciones militares clandestinas y de inteligencia asesinando en Yemen, Somalia o Paquistán a supuestos militantes de Al Qaeda con mísiles teledirigidos, cooperando en operaciones militares en Marruecos o Argelia,… La CIA está tomando mayor protagonismo, como una agencia de espionaje, pero también convirtiéndose en una organización paramilitar que planifica y realiza, tanto asesinatos selectivos como ataques a convoyes logísticos en las montañas de Pakistán con aviones teledirigidos no tripulados. El Pentágono no le sigue a la zaga, cada vez más utiliza tropas especiales en misiones secretas en todo Oriente medio y otros lugares. Asimismo los operativos contraterroristas recurren con mayor frecuencia a la creación ad-hoc  de operativos locales específicos  o al concurso de contratistas militares privados, que llegan incluso a realizar trabajos de espionaje (5).

La estrategia de contrainsurgencia global de la actual política militar norteamericana no da margen para la esperanza en una paz duradera. No se desarrolla una política que busque encontrar soluciones legítimas para las justas aspiraciones de los grupos marginados por la globalización, como tampoco se combaten las condiciones que dan origen al extremismo violento. Pero en cambio si podemos asegurar que la vulneración de la legalidad internacional, con una política de asesinatos selectivos, y una descarada ostentación de poderío armado no harán más que atizar el odio y la espiral de la violencia, combustibles imprescindibles de una guerra paranoica e interminable.


Ver «La ofensiva en las sombras.» El País 16/8/2010 y Secret Assault on Terrorism Widens on Two Continents. The New York Times 15/8/2010

(1) Disponible en http://www.defense.gov/qdr/
(2) Disponible en http://www.defense.gov/news/2008 National Defense Strategy.pdf
(3) Para conocer más puede visitarse www.soaw.org, de School of Americas Watch, organización pacifista norteamericana que lucha por el cierre de esta nefasta escuela.
(4) La Iniciativa Minerva originó una importante controversia  que puede consultarse en  The Minerva Controversy (http://essays.ssrc.org/minerva/)
(5) Ver Secret Assault on Terrorism Widens on Two Continents. 15/8/2010i U.S. Is Still Using Private Spy Ring, Despite Doubts 15/5/2009 The New York Times



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