ONG y expertos rechazan la injerencia de los ejércitos en la ayuda humanitaria
Los ejércitos ni están preparados, ni son idóneos, ni tienen como función atender a la población en situaciones de crisis, guerra o emergencia humanitaria y, cuando lo hacen, actúan normalmente con menor competencia y eficiencia que las organizaciones especializadas, a menudo creando más problemas de los que resuelven. Ésta, es la principal conclusión de las Jornadas organizadas por el Centre D’Estudis per la Pau J. M. Delàs de Justícia i Pau, en las que, participaron expertos de diferentes ONGs, profesores universitarios, periodistas y algunos militares.
Varios oradores, como los profesores Carlos Taibo, Itziar Ruiz
Giménez y Arcadi Oliveres o el investigador del Centre Delàs Alejandro
Pozo, mostraron como los ejércitos, por su naturaleza, responden a la
política exterior e intereses de los estados y, por lo tanto, no pueden
cumplir los principios de imparcialidad, independencia y neutralidad que
requieren las operaciones de ayuda humanitaria cuando se dan en el
marco de conflictos armados. Además, lo hacen peor, ya que actúan con
unos costes normalmente muy superiores y sin la capacitación técnica
necesaria.
Jordi Raich, trabajador humanitario, mostró como la
presencia de estas fuerzas en zonas de guerra, aunque responda al
mandato de Naciones Unidas u otras organizaciones internacionales, puede
complicar y poner en peligro la acción y el personal de las ONG e
instituciones que se dedican a estas tareas, las cuales siempre se ven
condicionadas sobre el terreno por las estrategias de las fuerzas
militares.
Como bien ilustraron Carlos Taibo e Itziar
Ruiz-Giménez, las intervenciones militares internacionales o externas en
conflictos armados, más frecuentes que nunca desde el final de la
guerra fría, que han sido a menudo bautizadas «de humanitarias», tienen
normalmente una relación directa con los intereses de los estados en la
zona de actuación o con estrategias de política interior y exterior,
pese a que se han querido justificar con los objetivos de defender los
derechos humanos, promover la paz o la democracia, salvar vidas… A su
vez, en los últimos años, se observa una creciente proximidad e
interrelación entre fuerzas militares y organismos de ayuda humanitaria
(actuaciones conjuntas, movilidad de personal, presencia en ferias y
desfiles…). Para la mayor parte de ponentes, es evidente que los
ejércitos utilizan todos estos tipos de operaciones y relaciones para
legitimar su existencia, mantener e incrementar sus presupuestos,
experimentar nuevas armas o aparatos, entrenar a su personal y como
elemento de marketing que favorezca el, cada vez más difícil,
reclutamiento de soldados.
Con todo, algunos interventores
defendieron la necesidad, en casos excepcionales, de la intervención
militar, cuando se trate de la única manera de parar genocidios o para
interponerse entre contendientes y también para dar apoyo logístico,
garantizar la seguridad o colaborar, con agilidad y eficacia, en
operaciones de ayuda humanitaria en circunstancias especialmente
difíciles o complejas. En este sentido, Pablo Muelas, técnico de la
Agencia Española de Cooperación Internacional puso de manifiesto como la
Agencia hace uso de aviones militares para hacer llegar, con seguridad y
rapidez, alimentos o medicinas en zonas donde se han producido
catástrofes humanitarias. Ahora bien, esta colaboración militar fue muy
discutida por otros conferenciantes, al entender que estas
circunstancias se dan muy excepcionalmente y que, en todo caso, la
actuación militar se ha de implementar como último recurso y bajo el
control y la dirección de las organizaciones civiles especializadas,
cosa que nunca se da.
El Teniente Coronel Antonio Martínez de
los Reyes, representante de la Dirección General de Relaciones
Institucionales del Ministerio de Defensa, admitió que la ayuda
humanitaria no es la función de los ejércitos ni la tarea para la cual
están preparados, sino la de garantizar la seguridad en un entorno
determinado para que la ayuda se pueda ofrecer. Ahora bien, afirmó que
sí, es su obligación atender las necesidades urgentes de la población
civil en aquellas áreas donde el ejército español se encuentra
desplegado cuando no hay otras organizaciones o instituciones que se
ocupen. Además, precisó que las intervenciones en el extranjero del
ejército español no tienen una misión humanitaria, ni reciben esta
denominación, sino que son «operaciones de paz», ordenadas por el
Gobierno y que este es el responsable y a quien hace falta dirigir las
críticas.