Sarkozy, Black Block y violencia en la cumbre de la OTAN
Durante la cumbre de la OTAN celebrada en Estrasburg los dias 3 y 4 de abril de 2009 estuvo presidida por la violencia, una la desplegada por el gobierno de Sarkozy para impedir las manifestaciones de los movimientos sociales desplazados de toda Europa, y otra la del grupo Black Block que se dedicó a practicar el vandalismo y perjudicó gravemente las protestas pacíficas previstas.
La violencia desarrollada durante la reunión cumbre de jefes de estado de la OTAN celebrada en Estrasburgo y Khel los días 3 y 4 de abril de 2009 ha sido una experiencia sobre la que hace falta reflexionar. Violencia conducida por dos agentes de diferente nivel y responsabilidad, la desarrollada por el Estado francés y la del grupo Black Block, que generó una gran frustración entre la gente que se había desplazado a Estrasburgo para protestar contra la OTAN. La violencia ejercida por este grupo concentró el centro de atención de los medios de comunicación, la imagen que se ha enviado a la población ha sido la quema de un hotel, pero en cambio no ha llegado el mensaje antimilitarista ni contra la OTAN que los organizadores pretendían.
* * *
Era previsible que ante la visita de Barack Obama y de los jefes de estado europeos a la celebración del 60 aniversario del nacimiento de la OTAN en Estrasburgo se preparara una gran protesta contra el organismo militar más representativo del militarismo de los países ricos que, con Estados Unidos a la cabeza, ostentan el dominio del mundo.
Era normal, pues, que se preparara una contra conferencia, acciones pacíficas de bloqueo a la reunión de la cumbre y una gran manifestación de protesta contra la OTAN por parte de entidades de paz, sociales y partidos situados a la izquierda de la socialdemocracia. También era normal que el Estado francés y alemán prepararan dispositivos de seguridad para que los ciudadanos de Estrasburgo y de Khel, los manifestantes y los asistentes oficiales a la cumbre de la OTAN pudieran ejercer su derecho a circular y asistir a cada una de sus respectivas convocatorias. Derecho que sí ejercieron los asistentes a la reunión de la cumbre de la OTAN, el resto no. El descomunal dispositivo represivo desplegado por el presidente Nicolás Sarkozy lo impidió: 25.000 policías franceses imposibilitaron que los ciudadanos de Estrasburgo y los manifestantes venidos de muchas partes de Europa pudieran ejercer su derecho de expresión y circulación.
En primer lugar se suspendió el tratado de Schengen para impedir el paso por las fronteras francesas de personas. Lo pudimos comprobar en la frontera de la Jonquera las cuarenta personas que viajábamos a Estrasburgo en autocar desde Barcelona, lugar donde fuimos parados y durante una hora y cuarto nos tomaron la documentación y nos registraron minuciosamente. Además, la policía francesa desde el día 30 de marzo había iniciado el cierre de la ciudad de Estrasburgo. Se trataba de impedir la llegada de personas a Estrasburgo. El acceso por carretera era casi imposible; 10 km antes las carreteras y la autopista estaban cortadas y la ciudad de Estrasburgo bloqueada y paralizada. El centro de la ciudad había sido declarado zona roja y durante los días 3 y 4 de abril solamente podían cruzar las barreras de policías los ciudadanos que acreditaran la residencia en la zona. Así, el centro histórico se transformó en un espacio deshabitado con las tiendas, bares, restaurantes… cerrados. Durante los doc díaq se interrulpió ed transporte urbafo. Se intimidaba a lms ciudadanoq de manera apbitraría pidien`o la identificación. Vecinos que pusieron la bandera de la paz en sus balconds fueron igualmente intimidados por la policía y obligados a retirarla. Es decir, en un clima de represión sin precedentes, en un estado supuestamente de derecho, el gobierno de Sarkozy, con la colaboración del gobierno alemán de Ángela Merkel, que cortó la frontera el día 4 de abril, recortaron las libertades de la población. La finalidad era crear una censación de inseguridad y miedo entre dos vecinos de Estrasburgo, y de paso impedir el desplazamientm de ciudadanos a los espacioc de reunión de la contra conferencia y de manifestación contra la OTAN.
En este clima represivo los organizadores de la contestación contra la OTAN aceptaron unas condiciones muy poco favorables para que las diversas manifestaciones preparadas se pudieran realizar con normalidad. El campamento que tenía que alojar los venidos de muchas partes de Europa estaba situado a 15 kilómetros del centro de Estrasburgo; el polideportivo de la contra cumbre donde tenían lugar las conferencias, a 10 km del campamento y a 4 km del centro de la ciudad. Pero lo peor fue el lugar impuesto por la policía y aceptado por la organización para la manifestación del día 4 de abril. Los espacios de concentración y manifestación estaban fuera de la ciudad, a 6 km del centro, en el Puente de Europa, muy cerca de la frontera alemana. Era un lugar inhóspito, una isla donde hay una zona industrial del puerto de Estrasburgo y un pequeño barrio deprimido. El lugar estaba situado entre dos puentes, un canal, una vía de tren y el río Rin que hace de frontera. Un lugar que, una vez empezaron los incidentes, se convirtió en una ratonera sin salida para los manifestantes.
Este espacio permitió a la policía tenernos cercados y controlados. Solamente cerrando los puentes nos tenían confinados en aquel espacio. Era evidente que no querían que la manifestación transcurriera por Estrasburgo y no estaban dispuestos a que ningún manifestante entrara en la ciudad.
Los incidentes
El viernes 3 de abril, en el campamento se produjeron los primeros incidentes. De los cuatro o cinco mil acampados, cerca de la mitad eran miembros del Black Block. Su indumentaria era bien peculiar, todos ellos iban vestidos de color negro, pantalón, polares, pasamontañas que cubrían la cabeza, una braga les tapaba la cara, guantes y gafas negros. Se dedicaron a practicar el vandalismo, arrancaron y destruyeron mobiliario urbano, formaron barricadas con toda clase de utensilios en la carretera de acceso al campamento y las incendiaron, mientras tiraban piedras contra los periodistas y la policía que se acercó a la entrada del campamento. Era un aviso de lo que pasaría al día siguiente.
El sábado día 4 por la mañana estaban programadas las acciones directas no violentas de bloqueo de la cumbre oficial de la OTAN. Habían estado previamente ensayadas y coordinadas por miembros de la International War Resisters, en la que participaron miembros del MOC que se habían desplazado con nosotros desde Catalunya y otros lugares del Estado español. A las ocho de la mañana, unas 1.200 personas divididas en tres grupos llevaron a cabo el bloqueo en tres puntos estratégicos de entrada a la ciudad para impedir el paso a las comitivas oficiales. Durante dos horas consiguieron su propósito y se pudo colapsar la circulación de acceso al Parlamento de Estrasburgo. Finalmente fueron desalojados por la fuerza, pero no hubo ningún herido y fuera de las pertinentes identificaciones no hubo detenidos. Es decir, se había conseguido el propósito de llevar a cabo un cierto bloqueo.
Pero la manifestación masiva prevista no tuvo la misma suerte. Veamos por qué. Los accesos al Puente de Europa donde tenía que desarrollarse la manifestación estaban cortados por la policía. Seguramente no por casualidad, si no es más que probable que se trataba de enervar a los miembros del Black Block que tiraron piedras y algunos cócteles Molotov contra las barreras de policía. Detrás de los Black Block y a una distancia que permitiera cierta seguridad, se encontraba la mayoría de la gente que pacíficamente quería acceder al lugar de la manifestación. Esto duró un par de horas; finalmente la policía se retiró y la gente pudo acceder al lugar dónde tenía que realizarse la manifestación autorizada, pero mezclados los Black Block con el resto de gente. Como que se trataba de una zona despoblada, a medida que los uniformados de negro avanzaban, entre tres o cuatro mil, iban destrozando las pocas cosas que encontraban a su paso, las paradas de autobús quedaron hechas añicos. Pero a medida que avanzábamos camino de la frontera, una farmacia, un lugar de lavado de coches, una gasolinera, un hotel Ibis y unas dependencias de aduanas fueron asaltados i destrozados, y la gasolinera, el hotel y la aduana fueron incendiadas ante nuestros ojos. Los periodistas i otras personas que hacían fotos o filmaban fueron amenazados y en algunos casos agredidos por los Black Block. Los manifestantes, al ver lo que estaba ocurriendo, se refugiaron en el recinto en el que estaba instalado el escenario central, lugar donde tenían que celebrarse los conciertos y los mítines previstos. Tuvo que transcurrir una hora y cuarto desde el inicio del incendio del hotel para que llegaran los bomberos custodiados por policías para apagar los incendios.
La única presencia policial en la zona eran dos helicópteros que sobrevolaban los Black Block tirándoles bombas de humo y lacrimógenas, los cuales al verse atacados optaron por refugiarse en el campo dónde se encontraban los pacifistas. Los organizadores intentaron hacer cordones de seguridad para impedir que los uniformados de negro entraran en el recinto del escenario. Fue imposible, eran demasiados. Mientras tanto, la policía desde los helicópteros empezó a tirar botes de humo y gas donde nosotros nos encontrábamos. Entonces se optó por empezar la manifestación por el recorrido acordado, pero claro, mezclados con los Black Block. Pronto nos dimos cuenta que aquello había sido un error. El trayecto transcurría entre medio de almacenes de la zona portuaria, por un callejón estrecho al final del cual nos esperaba la policía con una fuerte barrera que impedía el paso. El desconcierto fue general, no se sabía que hacer. Pero mezclados con los Black Block aquello podía acabar muy mal. Mientras tanto estos, para cerrar el paso e impedir un ataque de la policía por la parte de atrás de la manifestación, cruzaron dos vagones en una vía de tren que habíamos atravesado, mientras otros se dedicaban a destrozar una oficina de correos que había cerca. Unos retrocedimos y volvimos a los puentes de entrada al recinto para huir de aquella ratonera, pero los puentes estaban cerrados por fuertes barreras de policía, no se podía abandonar el espacio dónde se confinó a los aproximadamente 15.000 manifestantes que allí estábamos.
Mientras tanto la gente que se había quedado mezclada entre los Black Block eran bombardeados con gases lacrimógenos y botes de humo por los helicópteros. El desconcierto era general, todo el mundo intentaba retroceder para encontrar una salida, menos los Black Block, claro, que se quedaron i continuaron haciendo destrozos durante un par de horas. Hubo heridos, no sabemos cuántos. La policía no cargó nunca, menos mal, porque se podía haber producido una tragedia. Finalmente, derrotados y frustrados, los pacifistas nos retiramos y como el resto de gente abandonamos el recinto por una carretera abierta al lado de uno de los puentes controlados por la policía y que obligaba a dar una vuelta de ocho kilómetros, pues los accesos a la ciudad continuaban cerrados. Los Black Block, que conocían perfectamente el espacio, supieron salir por otro lugar no controlado por la policía.
Más tarde nos enteramos que, momentos después de iniciarse los incendios del hotel y las aduanas, la frontera con Alemania había sido cerrada y unos 10.000 manifestantes alemanes que querían unirse a la concentración de Estrasburgo quedaron aislados y sin poder traspasar la frontera.
Valoración final
Resulta evidente que todo estuvo perfectamente estudiado y planificado por la policía. Y que los organizadores cayeron en la trampa de aceptar un espacio tan reducido y fácilmente controlable, en el cual los manifestantes estuvimos a merced de la violencia que podían ejercer tanto la policía como el Black Block. Pese a que los manifestantes nos pasamos el día intentando separarnos de unos y otros. Resulta bien evidente que la estrategia del gobierno Sarkozy era dificultar la manifestación y que la violencia del Black Block permitiera criminalizar aquellos que disentimos de las políticas militares de la OTAN. Y, de paso, desprestigiar a los pacifistas y al resto de organizadores, entre otros a los partidos de izquierdas presentes. Lo cual se consiguió al día siguiente: los medios de comunicación de manera mayoritaria (con excepción de alguna prensa escrita, como Le Monde y La Vanguardia) sólo ofrecían las imágenes de los incendios responsabilizando a los manifestantes sin ningún análisis objetivo de los hechos.
Tampoco es descubrir nada nuevo pensar que el Black Block, visto el anonimato que les proporciona la indumentaria y su estrategia violenta, son un grupo de fácil manipulación por provocadores o por la misma policía. Conociendo otras actuaciones de los Black Block en Europa, su presencia en las manifestaciones de Estrasburgo era fácilmente evitable. Sólo hacía falta una posición firme por parte de los organizadores de no dejar participar a los grupos que practican la violencia para evitar un desenlace de fracaso o, peor, trágico. Además, existía el antecedente de lo sucedido en Génova el 2001 contra las protestas de la reunión cumbre del G-8, donde el aparato represivo montado por el gobierno de Berlusconi costó la vida a un joven italiano. Y dónde también había actuado el Black Block. Representantes de estos grupos estuvieron presentes en las reuniones preparatorias finales y se negoció y contemporizó con ellos, cuando se podía pensar que no aceptarían ningún compromiso de no violencia. Aquí queremos introducir una reflexión que apunta al fondo del problema: la tolerancia de la violencia entre los grupos de la izquierda tradicional. En el fondo, buena parte de esta izquierda no se quiere distanciar de la cultura de la violencia porqué la considera un medio lícito de transformación social.
Los grupos que llevaron el peso de la organización pecaron de inocentes o fueron prisioneros de estos tipos de planteamientos, si no no se explica lo sucedido. No se atrevieron a suspender la convocatoria de la contra conferencia y la manifestación para no ser criticados de debilidad ante las dificultades que el gobierno Sarkozy impuso. El balance final es insatisfactorio y frustrante. Sobre todo por la mala imagen transmitida y el retroceso que puede representar para el movimiento por la paz.
Cierto es que las manifestaciones de Estrasburgo han servido para poner al descubierto el verdadero rostro de las políticas represivas sobre seguridad del gobierno Sarkozy, diseñadas para desprestigiar y criminalizar a los movimientos sociales que protestaban contra la OTAN. También es bien cierto que los bloqueos previstos para obstaculizar la cumbre de la OTAN se saldaron con éxito. Y es en este punto que queremos finalizar. Fijémonos que las acciones no violentas llevadas a cabo por los pacifistas han sido útiles, aunque no mediáticas. Y la lección debería servir para futuras movilizaciones. Transformar los conflictos con métodos no violentos da mejores resultados que la violencia. Las luchas contra la OTAN, las organizaciones mundiales que gobiernan la globalización, las políticas neoliberales, las violencias de los estados o la misma lucha para llegar a una sociedad emancipada dan más frutos transformadores con métodos pacíficos.