Un Punto de Inflexión en la Gobernanza Global ante una Geopolítica Cambiante

Un Punto de Inflexión en la Gobernanza Global ante una Geopolítica Cambiante

1. Las cenizas del “Nuevo Orden Global”. Desafiando la unipolaridad en un mundo en transición

El “Nuevo Orden Global” que surgió después de 1991 ha llegado a su fin. Mientras que el período de la Guerra Fría estuvo marcado por la potencial confrontación nuclear entre superpotencias y el estallido de numerosos conflictos armados, como el de Corea o Vietnam, el interludio de la Posguerra Fría representó el final de medio siglo de miedo en el que EEUU se erigió como única superpotencia. El efecto estabilizador de tener un solo bloque dio lugar a un mayor optimismo sobre un mundo más pacífico. Como resultado, surgieron paradigmas que interpretaban este momento histórico como la apertura de un nuevo período marcado por el triunfo de un orden global democrático, parlamentario y capitalista, en lo que se calificó como el “Fin de la Historia.”[1]

Como parte de este orden, EEUU dio forma a las nuevas bases políticas y económicas, aprovechando la oportunidad para consolidar su dominio global.[2] No obstante, este orden ha sido puesto a prueba repetidamente desde entonces. Entre 1991 y los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, EEUU implementó una estrategia de dominio defensivo a través de la cual disuadió los varios intentos de potencias menores de cuestionar el statu quo.[3] Ejemplo de ello son los casos de la Guerra del Golfo Pérsico de 1991 o la Guerra de Kosovo de 1999 en los que, tanto la anexión de Kuwait por Irak como la violencia interétnica de los líderes serbios en Kosovo, provocaron los despliegues de una coalición internacional que condenaron unánimemente estas actuaciones.

Aun cuando la invasión de Kuwait por Irak, las guerras de los Balcanes, el conflicto de Argelia o el genocidio en Ruanda se consideraron relativamente aislados e incapaces de extenderse al resto del mundo, demostraron que la paz mundial estaba lejos de alcanzarse. En consecuencia, una visión más contenciosa de la política mundial comenzó a presentar este nuevo período como un “Choque de Civilizaciones.”[4] Este paradigma alimentó una visión del mundo dividida en varias civilizaciones condenadas a luchar entre sí, y los ataques del 11 de septiembre parecían demostrarlo. EEUU interpretó estos ataques como actos realizados por toda una civilización y, como tal, asoció el terrorismo con el Islam.[5] Como resultado, la superpotencia se desplazó hacia una estrategia de dominio ofensivo en Asia Central y Oriente Medio, forzando una revisión del statu quo a su favor al expandirse militarmente y ocupar más territorios en lugares en los que tenía una presencia más débil.[6] Ejemplos de estas dinámicas son las intervenciones estadounidenses en Afganistán e Irak en nombre de la “guerra contra el terror” o, más tarde, Libia en el contexto de la Primavera Árabe. Estas empresas estadounidenses pusieron de manifiesto la tensión entre la capacidad del hegemón para contener a las potencias regionales y sus límites para manejar conflictos prolongados o tratar con potencias internacionales emergentes.

Entre estas potencias internacionales emergentes, hay cuatro grandes bloques, China, la UE, Rusia e India, que por su poder social, político, militar, económico o tecnológico han demostrado el potencial suficiente para establecer las reglas del orden mundial en las próximas décadas.

2. Luchas por la supremacía en un orden geopolítico en transición

Estados Unidos no podrá mantener indefinidamente los niveles de dominio que definieron la era posterior a la Guerra Fría. En las últimas décadas, la economía de China ha crecido a un ritmo asombroso y Rusia busca agresivamente un status de superpotencia después del turbulento período que representó la caída de la URSS. Las estrategias chinas para influir en los Mares del Sur, el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, la iniciativa de la Nueva Ruta de la Seda, así como su inversión activa en las esferas económicas, políticas y de seguridad en África o América del Sur revelan la capacidad de esta potencia para reconfigurar el orden regional e internacional.[7] Esto posiciona a China como un competidor importante en términos de liderazgo global y, como tal, ha desencadenado tensiones con los EEUU (véase la guerra comercial entre EEUU y China) y provocado un reajuste en los enfoques políticos y económicos de las “viejas” potencias hacia China en particular y Asia en general. En este continente, nuevos países, como India, también están creciendo rápidamente y jugarán un papel político más significativo en los próximos años. El crecimiento de la India no es solo una consecuencia de su tamaño y su pujante economía, sino también de un dinámico sector tecnológico basado en una investigación científica floreciente y una agenda de innovación.

Asimismo, la UE ha ampliado su influencia en los últimos veinte años al tiempo que se consolidaba como un ancla normativa e institucional global. El proceso de ampliación y asociación de la UE y el fortalecimiento de su presencia política y de seguridad global, sin dejar de ser uno de los bloques comerciales más grandes del mundo, han posicionado bien a la UE en la configuración del orden internacional. Sin embargo, las capacidades geopolíticas de la UE están por debajo de las expectativas debido a los instrumentos limitados y las divisiones internas. Incluso si la anhelada “autonomía estratégica” ha cobrado impulso a medida que se han realizado algunos avances en los campos de seguridad y defensa –por ejemplo, el PESCO o el Fondo Europeo de Defensa- estos aún no proporcionan un marco común lo suficientemente vigoroso para permitir que la UE desempeñe un papel geopolítico más independiente.

Paralelamente, la ingeniería geopolítica rusa sigue atrincherada en recuperar proyección de poder en aquellos países que considera parte de su esfera de influencia (Georgia, Ucrania, Crimea o Kirguistán) mientras establece otras nuevas (Siria),[8] recurriendo a tácticas asimétricas (guerra de información, interferencias electorales o guerra cibernética) particularmente en zonas globales donde no cabe el empleo de su poder duro (EEUU, la UE). Los últimos episodios de la guerra de Ucrania han puesto de manifiesto la tensión entre estos bloques de poder: uno de cauteloso apoyo diádico entre Rusia y China, y otro de un Occidente con un presupuesto militar creciente y cerrando filas en torno a la OTAN.

Más allá de estos cambios hacia una multipolaridad militarizada a largo plazo, hay patrones que fácilmente podrían conducir a una “nueva Guerra Fría” en la que estos dos bloques de poder fuercen una realineación del orden mundial en el que el resto de naciones se re-organicen en torno a esta línea divisoria. En estos escenarios, además de cuestiones políticas, militares, económicas e ideológicas, corremos el riesgo de aumentar los prejuicios, la ignorancia e, incluso, la deshumanización del “adversario”. Sin embargo, haríamos bien en recordar que el pacifismo, como se demostró en el pasado, no está muerto sino que ha evolucionado, posibilitando sinergias globales.[9]


[1] Fukuyama, F. (1989). “The End of History?” The National Interest, 16, 3–18. http://www.jstor.org/stable/24027184

[2] Rupnik, Jacques. (2014) “The world after 1989 and the exhaustion of three cycles”, in Jacques Rupnik (ed.), 1989 as a Political World Event, New York, Routledge, pp. 7—24.

[3] Nuno P. Monteiro. (2012) “Unrest Assured: Why Unipolarity Is Not Peaceful.” International Security; 36 (3): 9–40. doi: https://doi.org/10.1162/ISEC_a_00064

[4] Huntington, S. P. (1993). “The Clash of Civilizations?” Foreign Affairs72(3), 22–49. https://doi.org/10.2307/20045621

[5] Pitt, Cassady. (2011) “U.S. Patriot Act and Racial Profiling: Are There Consequences of Discrimination?” Michigan Sociological Review 25:  53–69. http://www.jstor.org/stable/41289191

[6] Nuno P. Monteiro. (2012) “Unrest Assured: Why Unipolarity Is Not Peaceful” International Security; 36 (3): 9–40. doi: https://doi.org/10.1162/ISEC_a_00064

[7] Holslag, J. (2010) “China’s Roads to Influence.” Asian Survey, 50(4),641–662.doi:10.1525/as.2010.50.4.641

[8] Sandoval Careaga, Daniela, and Alexander A. Kornilov. (2020) “Russia and the 2020 U.S. Presidential Election.” Norteamérica15(2), 251-283. https://doi.org/10.22201/cisan.24487228e.2020.2.460

[9]   Ruiz Jiménez, J. A. (2009) «El movimiento pacifista en el mundo contemporáneo. Historia y presente.” Tiempo de paz, 92, 12-20.



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Coautores: Jusaima Moaid-azm Peregrina
Líneas de investigación:
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