Paz y amor a Sepharad
Artículo de opinión sobre el soberarismo que vive Catalunya publicado en el bloc de Justícia i Pau
Muchos manifiestos y artículos se han escrito dentro y fuera de Cataluña sobre el derecho a decidir que reclama la población catalana. Unos a favor del derecho a la autodeterminación y creación de un estado separado de España, otros en sentido contrario, que Cataluña se mantenga dentro del estado español. Muy pocos, sin embargo, han abordado una tercera vía, aunque aceptando el derecho a decidir de los catalanes y por tanto la aceptación de la creación de un estado catalán, buscar una fórmula federal o confederal que permita su integración con los otros pueblos de la península. Esta tercera posibilidad se sustenta en el argumento de que, son más cosas las que unen que las que separan a los diferentes pueblos que habitan la piel de toro.
La
mayoría de los partidarios de la ruptura con el estado español, en
lugar de utilizar el argumento del nacionalismo político, ser un pueblo
con cultura, historia y conciencia de nación; utilizan, en cambio, un
supuesto «expolio fiscal de Cataluña por España». Este es un argumento
egoísta e insolidario con el resto de población del estado. Sería tanto
como decir aquello de «primero los de casa» y los de fuera que
espabilen. Como si no viviéramos en un solo mundo interdependiente en el
que todos debemos intercambiar conocimientos y recursos para acabar con
las desigualdades existentes. Porque, si bien es cierto que Cataluña
tiene derecho a una mejora de las balanzas fiscales, no es verdad que
todos los ciudadanos del resto del estado expolian fiscalmente a los
ciudadanos de Cataluña. Esta afirmación es ofensiva para el resto de
españoles. Lo que es cierto es que las oligarquías, tanto catalanas como
del resto peninsular, expolian a las clases populares a través de la
extracción de plusvalías millonarias, que al mismo tiempo practican la
evasión fiscal de forma sistemática (se habla de 80.000 millones de
euros anuales) en contra de los intereses de las clases populares
catalanas y del resto del estado.
Por otra parte, no debemos olvidar que un estado separado sin consenso del estado español tendría graves dificultades para integrarse en la Unión Europea, tanto de orden económico -estar fuera del euro supondría un terremoto económico- como político, dado el aislamiento internacional que esta opción podría conllevar. Y en el caso contrario, de ser admitidos, también hay que ser explícitos, Cataluña pasaría a depender de los centros de poder que gobiernan la UE actual, un organismo que tiene muy poco de democrático. El parlamento europeo, la única institución compuesta por personas elegidas directamente por los ciudadanos -da vergüenza decirlo- no tiene ninguna relevancia política y es más propia de un país no democrático. Por lo tanto, también en este hipotético estado catalán dependeríamos de las decisiones antidemocráticas de instancias supra-estatales que son las que ahora imponen en España (y en Grecia y Portugal entre otros) las políticas de austeridad, empobrecimiento y desmantelamiento del precario «Estado del Bienestar» actual.
Por
último, los que piden un estado propio e independiente, olvidan que los
estados son -y la crisis lo hace más visible que nunca- la máxima
expresión de la violencia institucionalizada, así como los garantes
últimos de la reproducción histórica de la violencia estructural, la
cual en estos momentos está determinando el aumento de las desigualdades
entre ricos y pobres y entre ciudadanos autóctonos e inmigrantes. En
Madrid y Barcelona lo que hay, desgraciadamente, son estructuras de
poder que defienden los intereses de las oligarquías empresariales y
financieras. Y nadie nos puede garantizar que este modelo de estado no
se reproduzca en una Cataluña separada de España.
Lo
que necesitamos en los dos lados del Ebro, es gente dispuesta a
dialogar, que pida un reparto más equitativo y redistributivo de la
riqueza, que diga abiertamente que las lenguas y culturas diferentes son
una riqueza mutua, que no se necesitan más fronteras, que queremos
continuar conviviendo juntos porque nos amamos. Que mientras algunos
muestran actitudes intolerantes, agresivas y de falta de respeto por las
diferencias culturales, otros decimos que la paz y el amor son posibles
entre los pueblos que habitan las tierras de Sepharad.