Alejandro Pozo: “Al concluir la misión en Afganistán, el representante español del contingente militar le dijo a Felipe VI: ‘señor, misión cumplida’. Si consideramos el papel de España como comparsa de EEUU, quizás fueron palabras acertadas”

Alejandro Pozo: “Al concluir la misión en Afganistán, el representante español del contingente militar le dijo a Felipe VI: ‘señor, misión cumplida’. Si consideramos el papel de España como comparsa de EEUU, quizás fueron palabras acertadas”

La toma de Kabul por parte de los talibanes el pasado 15 de agosto y la retirada de las tropas norteamericanas, ha suscitado múltiples análisis sobre esta crisis internacional que ha puesto el país en el centro de la atención mediática. Con motivo del 20.º cumpleaños de los atentados del 11-S y del lanzamiento del nuevo libro que publica Icaria Editorial “La Guerra contra el Terror. 40 mitos entre la invasión y el abandono de Afganistán”, hablamos con su autor, experto del Centro Delàs, Alejandro Pozo, que nos ofrece un análisis en profundidad de esta crisis y de los 20 años de ocupación militar.

¿Qué objetivo motiva el inicio de la intervención militar de EEUU en Afganistán? ¿Y qué hace que España se una?

El 11-S fue monstruoso y conmocionó a la sociedad de EEUU. Fuera por convencimiento o por presión, Bush y su gobierno sintieron que debían desenvainar la espada a modo de respuesta por lo sucedido. Según estimó entonces Richard Falk, los mismos criterios que se utilizaron para escoger Afganistán podían haber sido usados para justificar la invasión en al menos otros veinte países. Afganistán presentaba ventajas comparativas: se encontraba en el punto de mira de Washington desde hacía tiempo, la base militar estadounidense más cercana estaba a miles de kilómetros, se despreciaba su capacidad militar para resistir un ataque y se encontraba en un lugar de extremo valor geopolítico. Afganistán importaba más por su ubicación geográfica que por lo que contenía en su interior, y Mark Herold acertó en identificar esta relevancia “como un espacio vacío”. Solo hay que mirar quienes son los vecinos: Pakistán, India, China, Irán y lo que se consideraba el patio trasero de Rusia, las antiguas repúblicas soviéticas. Son todos países cuyo crecimiento económico y militar vigila EEUU, en una zona en la que tenía influencia limitada, y que también se encontraba cerca de las mayores reservas de hidrocarburos (el Golfo Pérsico) y de lo que se estimó (no muy acertadamente) como las segundas reservas (el Mar Caspio). Afganistán ha sido, en siglos pasados y también en el último medio siglo, un tablero de juegos geopolíticos (a modo de Risk) en el que las distintas potencias interesadas han ido moviendo sus peones (los grupos armados que apoyaban) y apuntándose tantos en frío (sin sangre) en función de las victorias de sus grupos afines, que combatieron en caliente (con muchísima sangre). Por eso puede entenderse lo sucedido en Afganistán como una amalgama de mini-guerras frías. EEUU y sus aliados, en lugar de abordar la causa de raíz de tanta guerra (la injerencia extranjera), se sumaron al juego, escogiendo peones, y convirtiendo a unos en vencedores y otros como perdedores, con el consecuente agravio percibido.

“Los mismos criterios que se utilizaron para escoger Afganistán podían haber sido usados para justificar la invasión en al menos otros veinte países”

España ha sido parte de la comparsa de EEUU. A pesar de que Aznar estaba dispuesto a tener un rol superior, EEUU prefirió hacerlo a su manera. Después, España optó por una participación que combinara el apoyo a Washington (con expectativa de cobrarse el favor) y de relativamente bajo coste político (auto-restringiendo su actuación en operaciones de no combate y en una región con menos violencia que en donde operaron otros países).

¿Cuándo empieza la denominada “Guerra contra el terror” y qué papel ocupa en ella la invasión de Afganistán?

Según la autora Mary Ellen O’Connell, las guerras no empiezan con un ataque, sino con un contraataque. España o Reino Unido no han declarado oficialmente guerra alguna, mientras que Francia y EEUU sí lo hicieron. Y todos esos países sufrieron atentados terroristas. En este sentido, podríamos decir que la Guerra contra el Terror (una guerra que es guerra o no lo es en función del criterio e interés de quien analiza) empieza el 7 de octubre de 2001, con las bombas estadounidenses sobre Afganistán.

¿Cuál es el balance de los 20 años de intervención española en Afganistán? 

También depende del criterio escogido. Las evaluaciones se hacen en base de los objetivos, y aquí la pregunta es cuáles fueron. Al concluir la misión en Afganistán, el representante español del contingente militar le dijo a Felipe VI: “señor, misión cumplida”. De considerar, como decía, el rol de España como comparsa de EEUU, quizá fueron palabras acertadas. Con ellas recordé otras palabras, del entonces ministro de Defensa Julián García Vargas, reconociendo que los temores por un fracaso en Bosnia y Herzegovina se habían confirmado, pero añadiendo a renglón seguido: “aunque el balance para España es positivo”. EEUU siempre ha defendido con argumentos antiterroristas lo que hacía en Afganistán (aunque también persiguiera otros objetivos), pero en España (también en otros países) se ha defendido la intervención militar en ese país con distintas lógicas, incluyendo la asistencia humanitaria, la liberación de las mujeres, la lucha contra la droga, la reconstrucción del país, el antiterrorismo, etc. Si alguno de ellos fueron realmente objetivos, entonces el fracaso no admite paliativos.

«Al concluir la misión en Afganistán, el representante español del contingente militar le dijo a Felipe VI: “señor, misión cumplida”. De considerar, como decía, el rol de España como comparsa de EEUU, quizá fueron palabras acertadas.«

¿Qué porcentaje de los recursos dedicados se ha destinado a la construcción de paz y qué se ha dedicado a actividad militar? ¿Cómo se ha justificado este gasto tan elevado en lo militar?

España apenas ha destinado cerca de 4.000 millones de euros a Afganistán, si sumamos también la participación en la operación Libertad Duradera. Son cifras a la vez muy elevadas (en términos absolutos) y moderadas (en términos relativos), porque Reino Unido o Alemania destinaron bastante más (respectivamente, 30.000 y 19.000 millones de dólares). Sumando las aportaciones de todos los aliados, el total es elevadísimo, pero aun así, es poco comparado con lo gastado por EEUU, que se estima en 2 billones de dólares. ¿Y cuánto es eso? Esos 2 billones multiplican por 800 el PIB de Afganistán en 2001, o por 100 el de 2019.

Hace unos años, en 2009, comparé presupuestos llegando a la conclusión de que aproximadamente 92 de cada cien euros destinados a Afganistán tenían un origen militar. Esta cifra podría ser incluso superior de considerar como militar la asistencia humanitaria prestada directamente por las fuerzas armadas o indirectamente con su participación. Cabría hacerlo, porque es ampliamente reconocido que las fuerzas militares llevan a cabo proyectos de rápido impacto para favorecer la percepción de la población, con un impacto directo en la aceptación de su presencia y cometidos y, por tanto, en su seguridad.

“El gasto de los EEUU en Afganistan se estima en 2 billones de dólares. ¿Y cuanto es eso? Esos 2 billones multiplican por 800 el PIB de Afganistán en 2001, o por 100 el de 2019.”

Aún reconociendo ciertos avances sociales en algunas partes de Afganistán, 800 veces el PIB (o bastante más, si consideramos otros desembolsos) me parecen suficientes para defender que hemos sido muy hipócritas. Una cosa es decir que “no hay desarrollo sin seguridad” y otra dejar las migajas para el desarrollo (sin entrar en debatir sobre este concepto). El dinero, obviamente, se ha destinado a otros asuntos y a otros bolsillos.

Recientemente supimos, a partir de un documento desclasificado por los EEUU, que el gobierno del PP envió 17.000 toneladas de armamento a Afganistán. Un envío que no consta en los registros y que, según el mismo documento, no contaba con “aprobación política”. ¿Es habitual esa falta de transparencia?

La ciudadanía podemos tener diferentes opiniones sobre lo que cabe hacer con Afganistán y si enviar o no armas es acertado o una muestra de la mayor de las irresponsabilidades. Con todo, lo que merecemos todas esas maneras de pensar es una rendición de cuentas y un control parlamentario digno de ese nombre. Cuando Público reveló esa información, el diputado Roberto Uriarte formuló una pregunta parlamentaria pidiendo explicaciones y preguntando por si cabía esperar una investigación. El Ministerio de Defensa respondido que “no consta ninguna donación de esa naturaleza”. Sin embargo, el documento oficial de EEUU listaba 100 tanques, 36 morteros, 200 misiles guiados antitanque, 4.000 cartuchos para mortero y 65.000 pistolas. Un envío de 17.000 toneladas no es algo que se confirme o descarte en base a un albarán. Hablamos de una logística mayúscula para trasladar todo ese material utilizando las infraestructuras de Defensa. Este Ministerio sabe, a ciencia cierta, si EEUU dice o no la verdad; se le ha interpelado en sede parlamentaria y no ha querido confirmar o desmentir; de desconocer la entrega, la investigación es obligada, e incluso en el hipotético caso de que supiera que es una declaración incorrecta, cabría corregirla e informar de qué ha pasado, tratándose de una transferencia descomunal sin parangón en el pasado y, sobre todo, habiéndose pedido explicaciones en un momento en el que ese envío significaría que buena parte de ese arsenal español estaría hoy en manos talibanas.

“Un envío de 17.000 toneladas no es algo que se confirme o descarte en base a un albarán. Hablamos de una logística mayúscula para trasladar todo ese material utilizando las infraestructuras de Defensa. Este Ministerio sabe, a ciencia cierta, si EEUU dice o no la verdad”

Con todo, lamentablemente la falta de transparencia es sistémica y permanente en lo relacionado con las exportaciones de armamentos. Como llevamos décadas denunciando en el Centre Delàs, las decisiones se toman en una junta interministerial cuyas actas son secretas desde 1987 amparándose en las competencias de una Ley de Secretos Oficiales que data nada menos que de 1968.

¿Se tiene constancia de que haya armas españolas con que se dotó el cuerpo del Ejército Nacional Afgano que puedan haber quedado en manos de los talibán?

Hasta 2013 no hay constancia en los informes oficiales de ninguna exportación española a Afganistán, y entre 2013 y 2016 apenas se transfirieron 3.081.870 euros, lo que es mucho o poco en función del criterio que se utilice. En todo caso, Afganistán es un destino muy menor (oficialmente) de armas españolas. Por ejemplo, las exportaciones a Irak fueron superiores, y entre 2015 y 2017 (el embargo de armas se levantó en 2014) España exportó material valorado en 171,4 millones de euros. Con todo, las 17.000 toneladas en armas que aparecen en los documentos oficiales de EEUU eclipsan el volumen oficial de material transferido, y de ahí la indignación de que semejante revelación no sea considerada como merecedora de una confirmación o de una investigación que esclarezca lo ocurrido.

“las 17.000 toneladas en armas que aparecen en los documentos oficiales de EEUU eclipsan el volumen oficial de material transferido”

Pedro Sánchez declaró días después de la caída de Kabul, que se ha sembrado una “semilla” en Afganistán para un futuro de más “seguridad, libertad y prosperidad”. ¿Cómo valoras los impactos que ha tenido y tendrá la intervención en la vida de los afganos y las afganas?

La situación previa al 11-S era desastrosa para la población afgana. También lo era en los territorios bajo control de la Alianza del Norte también, y también para las mujeres. Con la intervención extranjera, la guerra escaló sobremanera, provocando miles de muertes de civiles cada año, según documenta la ONU señalando que cualquier cifra proporcionada está significativamente infra-estimada. En general, la situación de la población ha continuado siendo desastrosa. Es cierto que muchas personas vieron mejoradas sus vidas, en particular los colectivos peor tratados por los talibanes. Tengo mucho aprecio por algunas personas que viven en Afganistán, incluyendo a algunas que consiguieron posiciones importantes en el sistema educativo universitario o en la administración. Lo acontecido este verano me ha producido una profunda tristeza al imaginar cómo pueden cambiar sus vidas; pero también mucha rabia e indignación por lo que pudo ser y no fue, o por cómo se han explicado algunas cosas. En el verano de 2001 debatí con un grupo de afganas sobre un poema que se titulaba “Ojalá fuera kosovar”. Hacía referencia a la gran atención que recibía aquel lugar balcánico en comparación con el abandono de su situación. En 2001 Afganistán pasó a un primer plano, pero las cosas se han hecho rematadamente mal desde entonces (y no se van a rendir cuentas por ello).Seguramente, en muchos otros lugares estarán hoy pensando eso de “ojalá fuera afgana”, de ver en la televisión las evacuaciones y los clamores de solidaridad en el mundo. Pero se trata de una atención efímera y de una preocupación relativa, cargada de hipocresía. Llevamos años sabiendo que afganos y afganas se ahogan en el Mediterráneo por no tener vías seguras de refugio, y sabemos que, con la excepción de quienes colaboraron con las tropas, los casos de refugio serán ocasionales, como han sido durante estos veinte años.

“Llevamos años sabiendo que afganos y afganas se ahogan en el Mediterráneo por no tener vías seguras de refugio, y sabemos que, con la excepción de quienes colaboraron con las tropas, los casos de refugio serán ocasionales, como han sido durante estos veinte años«

Si Pedro Sánchez quiere ver crecer semillas, hay una que está por plantar: sentarse en la mesa del Risk, para proponer un cierre del tablero de juegos que frene la injerencia extranjera. Si todos ceden algo, las relaciones de poder se alteran poco, y eso implica espacio para el acuerdo. No es fácil ni inmediato, pero en 20 años y con más de 2 billones de dólares creo que se podría haber plantado algo.

¿Qué puede significar a nivel global en las políticas de seguridad y defensa la retirada de EEUU de Afganistán? ¿Podemos hablar de un punto de inflexión en la llamada Guerra contra el Terror?

Sin duda, la Guerra contra el Terror continúa. Ni siquiera creo que se cierre el capítulo correspondiente a Afganistán. Sí creo que las operaciones no serán tan grandes, en despliegue y coste, como en el pasado, pero eso ya había cambiado, desde los picos alcanzados en 2010 o 2011. Afganistán ya había dejado de ser el epicentro de la Guerra contra el Terror. Ni siquiera Siria o Irak parecen serlo, de atender a la recomendación que se hizo hace poco en el encuentro de la Coalición contra Estado Islámico, en la que se pedía trasladar tropas al Sahel africano, precisamente en un momento en el que Francia las reducía. Las maneras de enfrentar el terrorismo en todos estos lugares se parecen mucho, a pesar de tener el pleno convencimiento de que no son efectivas y generan un sufrimiento mayúsculo, además de alimentar el problema que se pretende combatir. Sabemos que el terrorismo y las maneras que utilizamos para hacerle frente se retroalimentan, para regocijo de quienes, a uno y otro lado, persiguen un mundo “mejor” a través de la barbarie.

“El terrorismo y las maneras que utilizamos para hacerle frente se retroalimentan, para regocijo de quienes, a uno y otro lado, persiguen un mundo “mejor” a través de la barbarie”

Alejandro Pozo és miembro del Centre Delàs d’Estudis per la Pau, experto en paz, conflictos armados, desarme y acción humanitaria. Ha trabajado como analista de conflictos armados y como coordinador de proyectos humanitarios, y ha realizado análisis e investigaciones de terreno en varios países en conflicto armado. Es autor del llibre de pròxima publicació “La guerra contra el Terror. De la invasión al abandono de Afganistán”, y de múltiples informes, entre los cuales, “Alianza de barbaries. Afganistán 2001-2008. 10 razones para cuestionar (y repensar) la implicación extranjera”.



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