Armas químicas, un riesgo presente
Artículo publicado en el Anuario 2013 (enero de 2014, Enciclopèdia Catalana SAU).
Desde su aparición, los agentes tóxicos utilizados para producir armamento, han sido objeto de rechazo generalizado por sus efectos perniciosos sobre la población civil y sus secuelas a largo plazo.
Después de la Segunda Guerra Mundial se comenzó un largo proceso que
culminó en la Convención para la Prohibición de las Armas Químicas el 13
de enero de 1993, que dio pie a la creación de la Organización para la
prohibición de las Armas Químicas (OPAQ) galardonada en 2013 con el
Premio Nobel de la Paz. Hoy en dia, los Estados miembros de la OPAQ
representan cerca del 98% de la población mundial, así como el 98% de la
indústria química de todo el mundo. Desde la recién adhesión de Síria, –
que comportará la destrucción de almenos 1.300 toneladas de armas
químicas entre las que se incluyen el gas mostaza y el gas Sarín -, solo
hay seis estados que no forman parte: Myanmar y Israel que lo firmaron
(1993) pero no está ratificado; y Sudan del Sur, Angola, Egipto y Corea
del Norte que ni siquiera lo han firmado. L’OPAQ ha destruido más del
80% del arsenal declarado en todo el mundo (71.196 toneladas), además de
4,97 millones de municiones y contenedores químicos, de los 8,67
declarados.
La industria química fabrica algunas sustancias que
pueden servir, directamente o mediante síntesis con otras sustancias,
como un arma química. Las armas químicas incluyen las sustancias
químicas tóxicas y los reactivos químicos que intervienen en cualquier
fase de la producción de una sustancia química tóxica. Una sustancia
química tóxica es aquella que por su acción química sobre los procesos
vitales, puede causar la muerte, la incapacidad temporal o lesiones
permanentes a seres humanos o animales. El agente tóxico de un arma
química se denomina «agente químico». Destacan los agentes de asfixia
como el cloro, que afectan las vías respiratorias, irritan la nariz, la
garganta y los pulmones. Estos fueron ampliamente utilizados durante la
Primera Guerra Mundial. Otro de los agentes tristemente más conocidos es
el agente mostaza, que actúa a través de la inhalación o el contacto
con la piel y afecta a los ojos, las vías respiratorias, la piel y
órganos internos, produciendo ampollas similares a quemaduras. Una de
sus variantes fue utilizada en combate por primera vez por Alemania en
1917 y se ha usado en varios conflictos, especialmente en la Guerra
Irán-Irak de los años 80. Además de producir la muerte a un porcentaje
de los infectados, produce ceguera o daños permanentes al sistema
respiratorio. Otro agente químico es el sanguíneo, que al ser inhalado
se distribuye a través de la sangre a todo el cuerpo inhabilitando a las
células sanguíneas la capacidad de transferir oxígeno, provocando el
ahogo. Se ha reportado que también fue utilizado por Irak durante la
guerra contra Irán y contra los kurdos, además de los Nazis a las
cámaras de gas. Otro de los agentes químicos tóxicos es el agente
nervioso, que afecta a la transmisión de impulsos nerviosos, se propagan
como un gas, aerosol o líquido, y es absorbido por vía tópica y
respiratoria. Su producción es muy sencilla y barata. El gas Sarin es un
buen ejemplo, utilizado en el metro de Tokio en 1995 por una secta en
un ataque terrorista y recientemente en el conflicto sirio.
Hay, sin embargo, otras sustancias que pueden ser utilizadas como un arma química, y que según la OPAQ suponen un verdadero riesgo de ser desarrolladas con fines bélicos. Nos referimos a las armas químicas que afectan al sistema nervioso central provocando desórdenes psicóticos con pérdidas de sensibilidad, parálisis, rigidez e imposibilitando la capacidad de tomar decisiones a la persona afectada. Otras sustancias que pueden convertirse en potenciales armas químicas son las provenientes de los organismos vivos, como es el caso de las bacteriológicas, que a pesar de estar prohibidas por una convención internacional de 1972 el desarrollo de la tecnología genética hace que sea muy fácil producir grandes cantidades de toxinas y que sean utilizadas militarmente. Si bien no se considera que las toxinas puedan ser dispersadas a gran escala podrían ser útiles para sabotajes o contra individuos. Por otro lado, otras sustancias químicas como el fósforo blanco, no consideradas oficialmente como armas químicas susceptibles de ser prohibidas, han sido utilizadas por Israel contra la población palestina de la Franja de Gaza. Es por ello que hay que cumplir con la convención e incluir aquellas nuevas posibles armas químicas o de efectos similares, porque hay Estados que todavía mantienen una amenaza de utilización de armas químicas y porque grupos armados pueden tener acceso a ellas.