Desobedecer en tiempos de crisis

Desobedecer en tiempos de crisis

La crisis económica que nos golpea tiene un responsable, el sector financiero. Y un cómplice, el Estado que abandonó la responsabilidad que tenía de regular el sistema.

Un sector financiero que sin escrúpulos había hinchado de forma desorbitada una burbuja especulativa mediante la comercialización de unos activos (hoy llamados tóxicos) que no valían lo que se decía. Un sector que explotó arrastrando al sector inmobiliario y detrás a muchos otros sectores productivos, hasta el extremo de expulsar a millones de trabajadores al paro.

La perversión del sistema que ha permitido esta situación llega hasta el extremo que, para hacer frente a la crisis, el gobierno del Estado opta por salvar el sector financiero, es decir, a los culpables de la crisis. Y por otro lado, castiga demasiado a la población asalariada arbitrando medidas de ajuste que recortan las coberturas de los derechos sociales de los más desfavorecidos. Dejando muy maltrecha la calidad de vida de las personas en todas sus dimensiones, hasta el extremo de ver como mucha gente se empobrece.

¿Pero qué se puede hacer para cambiar el rumbo de las cosas cuando los gobiernos no son capaces de parar el subdesarrollo que nos invade? Una herramienta muy eficaz es la desobediencia civil. Fijémonos en que hemos sido educados para ser ciudadanos sumisos, a obedecer las leyes y el orden social del Estado. Pero, en cambio, no nos han enseñado a rebelarnos ni a desobedecer las injusticias.

En nuestra mitología, Prometeo desobedeció a los dioses robándoles el fuego. La historia de la humanidad está llena de ejemplos que demuestran que las sociedades han progresado y se han transformado gracias a que ha habido gente que se rebeló contra la injusticia. La democracia es un ideal social y en este sentido, las democracias del sistema capitalista en que vivimos están muy lejos todavía de llegar a llenar todos los ámbitos de nuestra vida comunitaria. Éste es un sistema tremendamente injusto, que con la llegada de la crisis hace pagar a la mayoría de la población los entuertos de unos financieros sin escrúpulos. Y encima, se imponen recortes a los avances democráticos que habían costado muchos sacrificios. Es contra estos ordenamientos y leyes que hacen retroceder la democracia que la desobediencia toma toda su dimensión ética y se presenta frente la ciudadanía como un ejemplo de buen comportamiento.

Hoy, cuando en Cataluña y España vemos como el Gobierno se dobla a las exigencias de gobernantes externos (Merkel y Sarkozy), o de una minoría que dicta las órdenes de organismos poco o nada democráticos (UE o FMI), y al mismo tiempo asistimos a los recortes en derechos, educación, sanidad y prestaciones sociales, la mejor herramienta que tiene la sociedad civil y los movimientos sociales es la desobediencia y no cooperar con las leyes que recortan los derechos y las libertades de las personas. ¿Es que tenemos que quedarnos con los brazos cruzados cuando vemos como se deteriora el estado de bienestar, cuando vemos como se pasa al sector privado para convertir en lucrativa la sanidad, la educación o los sistemas de atención social? Entonces, desobedecer es una regla moral para cambiar el desorden por un orden social más justo.

Recordemos que la desobediencia es un acto consciente, público, no violento con el fin de mejorar la convivencia social. Por tanto, la desobediencia no va contra todo ordenamiento jurídico, sino que va dirigido contra aquellos elementos que se pueden considerar antisociales, es decir, que son antidemocráticos porque van en contra del bienestar de la mayoría de la población.

Recordemos a la gente que siguió a Gandhi en la India, a Evo Morales en Bolivia, a Luther King en EEUU, o los desobedientes que han hecho caer los dictadores de Túnez y Egipto, convirtiendo su desobediencia en una fuerza capaz de conseguir sus objetivos. Entonces hay que apoyar a los desobedientes que resisten en nuestro país contra los desahucios, contra la privatización o reducción de la asistencia sanitaria, aquellos que defienden la calidad de la escuela pública, las guarderías y las residencias de la tercera edad.

La desobediencia es, en primer lugar, una metodología que por su  carácter no violento está dispuesta a aceptar las consecuencias que sus actos ocasionen, lo que la presenta como un ejemplo a la sociedad. En segundo lugar, es la mejor herramienta de lucha que dispone la gente para pedir a los gobiernos ampliar y profundizar en la democracia. Finalmente, la desobediencia siempre se fundamenta en valores de carácter universal, lo que la carga con fuerza moral.



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