Europa puede y debe promover la paz
Tanto las guerras como la militarización y escalada militar son cortinas de humo hipócrita que esconden el negocio de la industria militar, el comercio de armas y la protección de privilegios.
Vivimos tiempos extraños y convulsos. Nos llegan voces que hablan de guerra y de la necesidad de prepararse con más y mejores sistemas de defensa militar. Y el presupuesto militar europeo ha alcanzado cifras récord en 2023, con un aumento del 21,3% respecto a 2022. Si sumamos el presupuesto de los países comunitarios al de Reino Unido y Noruega, vemos que el gasto militar europeo de la OTAN llegó en 2023 a los 366.623 millones de euros. Es el segundo del mundo, detrás de los EE UU.
El mundo padece actualmente más de treinta conflictos armados, dos de los cuales (Ucrania y Palestina) nos son más cercanos y preocupantes. Parece que Europa está amenazada. Pero ¿es esto cierto? Según el Instituto SIPRI, el 78% de las armas mundiales se fabrican y exportan en los países de la OTAN. Cabría preguntarse si los habitantes de la zona OTAN estamos realmente amenazados o más bien contribuimos a las amenazas, destrucción y muerte en otras zonas del planeta. ¿Tiene sentido mantener una organización que fabrica el 78% de todas las armas mundiales? ¿Son realmente para defendernos de los demás, que entre todos solo producen el 22% del total? ¿La OTAN puede realmente conducirnos a la paz mundial?
Además, España es el octavo exportador a nivel mundial de unas armas que acaban en todos los conflictos bélicos del planeta, avivando su crueldad y empeorando las condiciones de vida de la población civil. Un negocio lucrativo y en auge.
Pero las guerras no son más que una forma violenta, arcaica e hipócrita de abordar los conflictos, que además es ineficaz, machista y estúpida. Las guerras son una de las máximas expresiones de la violencia contra las personas, que ven cómo se destruye todo su entorno vital y que en muchos casos terminan perdiendo la vida. Una violencia patriarcal que ha llevado a decir, desde los feminismos, que todas las guerras son machistas y que todas las personas son igualmente dignas y llorables.
Europa tiene una oportunidad. Es la de plantear un nuevo marco de convivencia basado en una seguridad de paz y por tanto no militarizada
Tanto las guerras como la militarización y escalada militar son cortinas de humo hipócrita que esconden el negocio de la industria militar, el comercio de armas y la protección de privilegios. Y las supuestas soluciones armadas son además arcaicas e ineficaces. Arcaicas porque dicen defender fronteras en un mundo ya global en el que los retos más serios como la crisis ambiental y las pandemias afectan a toda la humanidad. E ineficaces porque no se puede conseguir la Paz con medios violentos y de destrucción. Pero además son estúpidas porque el belicismo acabará perjudicando gravemente a nuestros mismos nietos y bisnietos. Afectará con mucha más intensidad a las poblaciones del Sur Global, pero también acabará dañando tanto las vidas de nuestros descendientes como las de los de los poderosos, como pudimos constatar durante la pandemia de 2020. Lo está advirtiendo una y otra vez a la comunidad científica, a menudo silenciada por los políticos y medios de comunicación.
Y es que los mensajes emitidos desde la ciencia nos hablan en otros términos. Ya en 1992, 1.700 científicos independientes, entre ellos 104 premios Nobel en disciplinas de ciencias, publicaron una “advertencia a la humanidad”. Nos urgían a reducir la destrucción ambiental y a abordar un gran cambio en nuestra gestión de la Tierra y la vida, declarando que “el éxito en este esfuerzo global requerirá una gran reducción de la violencia y la guerra. Los recursos que ahora se dedican a la preparación y conducción de la guerra… serán muy necesarios para las nuevas tareas y deberían desviarse hacia los nuevos desafíos”.
Los retos globales que afronta la humanidad son gigantescos, no entienden de fronteras y requieren actuaciones de cooperación mundial. Desde el mundo científico se están realizando diagnósticos certeros y proponiendo soluciones. Recientemente se ha demostrado que es posible diseñar políticas a nivel global que garanticen un modo de vida digno para todos las personas del planeta sin sobrepasar los límites planetarios. Solo falta voluntad política.
Europa podría plantearse un cambio radical de paradigma, pasando con valentía de las políticas dictadas por los grandes lobbies armamentísticos y transnacionales a políticas de paz y justicia global. Unas políticas de desarme y desmilitarización que transfieran fondos hacia programas ambiciosos pensados desde y para las personas, priorizando la seguridad de la biosfera y la paz ambiental. Políticas basadas en la dignidad de todas las personas y en sus derechos, en la resolución dialogada de los conflictos y en la colaboración para afrontar el calentamiento global, la desertización, la pérdida de biodiversidad, las pandemias y los múltiples retos que tendremos. Todos ellos, globales, transfronterizos y que requieren actuaciones multilaterales.
Europa tiene una oportunidad. Es la de plantear un nuevo marco de convivencia basado en una seguridad de paz y por tanto no militarizada. Separándose de los actuales bloques hegemónicos que la constriñen, en particular los EE UU y la OTAN, y proponiendo una nueva geopolítica humana basada en la colaboración global para afrontar desde la dignidad humana los grandes retos transfronterizos que afronta la humanidad. Unas políticas de colaboración y democracia global que Europa podría y debería promover construir y ofrecer al mundo.
Como dice Gaia Vince, nuestra mejor esperanza como humanidad es cooperar a nivel planetario como nunca hemos hecho hasta ahora.
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