Hablemos de las violencias urbanas
Según la OMS cada año más de 1,6 millones de personas pierden la vida de manera violenta en un homicidio, tres veces más que los muertos provocados por las guerras. Estas cifras representan la punta del iceberg, puesto que otros actos violentos contra la integridad física de las personas, no son computados estadísticamente y no hay registros sobre los mismos.
América latina es la región del mundo con mayor tasa de homicidios del mundo 22,3 homicidios por cada 100.000 habitantes (Banco Mundial 2015). Por países, entre los principales en el ranquin encontramos El Salvador tiene una tasa de 82,8; Honduras 56,5; Venezuela 56,3; Jamaica 47,0; Belice 37,6; Brasil 29,5; Guatemala 27,3; Colombia 25,5; México 19,3 y Puerto Rico 18,5 homicidios por cada 100.000 habitantes en 2016. La tasa en España se sitúa en 0,6.
Según datos de 2016 de Igarapé Institute, 43 de las 50 ciudades con mayor tasa de homicidio en el mundo están situadas en América Latina. La más peligrosa es San Salvador (El Salvador), con una tasa de 136,7 asesinatos por cada 100.000 habitantes, le siguen Acapulco de Juárez (México) con 108,1 y San Pedro Sula (Honduras), donde la tasa se sitúa en 104,3 muertes por cada 100.000 habitantes.
Las cifras son escalofriantes y sitúan el problema de las diversas violencias más allá de los homicidios en un primer plano. Aunque las cifran sean duras, la violencia no es inevitable ni constituye un componente intrínseco de la condición humana. La violencia es un elemento cultural, un elemento aprendido que puede desaprenderse y prevenirse con una batería de medidas diversas que vayan más allá del planteamiento “ley y orden” tan recurrente entre sectores políticos faltos de iniciativas. Al problema de la violencia nos podemos acerca desde perspectivas diversas, de salud, de educación, de convivencia de economía, de paz, en definitiva abordando los factores económicos, sociales o culturales. Entender las situaciones que subyacen y las causas que sustentan la violencia ofrece la posibilidad de intervenir para evitar los actos violentos y proporcionar a los responsables políticos una gran variedad de actuaciones o planes políticos que puedan prevenir actos violentos, incidir en cambiar los valores que legitiman el uso de las violencia y en asistir a las víctimas de dicha violencia.
Del 5 al 8 de noviembre tendrá lugar en Madrid el II Foro Mundial sobre Violencias Urbanas y Educación para la Convivencia y la Paz. Este Foro refleja la preocupación por este problema en las ciudades y refleja el compromiso de los municipios para afrontarlo.
Pero mientras que en los municipios, por la relación directa que mantienen con los ciudadanos, buscan actuar sobre las causas que los sustentan implantado planes de acción social que intentan revertir las mismas, los estados suelen inclinarse por instrumentos represivos. En Brasil, el nuevo presidente de extrema derecha J. Bolsonaro, se comprometió a relajar las leyes de control de armas. “Debemos dar a todos el derecho de llevar armas, como en EEUU”, es decir el derecho de ciudadanos a disparar contra otro ciudadano y ha anunciado que sacará a las calles al ejército para luchar contra la violencia y el crimen organizado. Si Bolsonaro lleva a cabo estas medidas, cabe esperar que se incrementara la tasa de homicidios y el número de desaparecidos tal y como ha pasado en México desde que se declaró la guerra al narcotráfico.
Existe el peligro que muchos votantes elijan opciones populistas que ofrezcan soluciones simplistas “de mano dura”, que está demostrado que no resuelven el problema, que simplemente lo van desplazando por el territorio de un lugar a otro. Para evitarlo cabe trabajar con políticas de largo plazo que actúen sobre las causas que los sustentan.
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