¿Hacia una tercera ola nuclear?
Siempre que exista un Estado que disponga de armas de destrucción
masiva, habrá otro Estado que sienta la tentación de producirlas. Hoy en
día, el mundo observa como otros Estados -en lo que se ha llamado el
inicio de una posible «tercera ola nuclear»- están siguiendo esta
escalada. Al mismo tiempo, estamos asistiendo a un proceso acelerado de
modernización y rearme por parte de las potencias nucleares.
Jordi Foix, Materiales de Trabajo, núm 31 (abril 2007)
Siempre que exista un Estado que disponga de armas de destrucción
masiva, habrá otro Estado que sienta la tentación de producirlas.
Estados Unidos y Rusia, junto con el Reino Unido, Francia y China fueron
los primeros Estados que poseyeron la bomba atómica. A ellos se
añadieron después Israel, India y Pakistán. También Sudáfrica las
produjo, aunque fue el primer Estado que renunció a ellas. La Libia de
Gaddafi estuvo coqueteando con ellas, llegando a desarrollar un programa
nuclear, actualmente cerrado. Hoy en día, el mundo observa como otros
Estados -en lo que se ha llamado el inicio de una posible «tercera ola
nuclear»- están siguiendo esta escalada, como es el caso de Corea, que
ha realizado una prueba nuclear, o Irán, desarrollando un programa
nuclear en principio civil, que amenazan con acceder al club de amantes
del holocausto nuclear. Al mismo tiempo, estamos asistiendo a un proceso
acelerado de modernización y rearme por parte de las potencias
nucleares. Sirva como ejemplo el desarrollo actual del escudo
antimisiles por parte de los Estados Unidos y los efectos que produce en
Rusia o China, o la renovación del programa de submarinos nucleares
británico.
Es habitual, casi una banalidad, decir que tras el
fin de la Guerra Fría se produjo un enfriamiento de la carrera
armamentística, especialmente la nuclear, sin embargo ya han pasado años
y la realidad nos muestra unas tendencias que van decididamente en
sentido contrario. La doctrina de la disuasión nuclear, que de alguna
manera funcionó en un mundo bipolar con el llamado «equilibrio del
terror», hoy parece funcionar como estímulo a determinados estados.
Principalmente porque las grandes potencias, especialmente los Estados
Unidos, siguen funcionando con la misma lógica.
A todo ello hay
que añadir la baja conciencia social de una opinión pública engañada
respecto a la realidad del peligro nuclear y de las armas de destrucción
masiva. Se han publicitado desde ya hace años los diferentes acuerdos
nucleares a los que se ha llegado a escala mundial, sin embargo es menos
conocido para la opinión pública que dichos acuerdos están frenados,
incumplidos o no han sido ratificados por las potencias nucleares. Es
por ello que no solo no ha disminuido el peligro nuclear, como
comentaremos mas adelante, sino que al contrario, la realidad multipolar
y fragmentada a nivel geopolítico en la que nos encontramos ha venido a
añadir incertidumbre, a hacer más frágil el equilibrio nuclear y a
deteriorar la credibilidad de los acuerdos actualmente existentes.
El gobierno de Corea del Norte ha aceptado negociar el freno de su
capacidad nuclear, pero tras haber demostrado que la tiene, lo cual era
su objetivo principal. Es difícil que el actual gobierno de Irán siga
los pasos de Corea, proceso que aún no está cerrado positivamente, si no
ve una actitud recíproca por parte de las potencias occidentales,
especialmente de EEUU, por lo que respecta a la disposición a la
negociación. Así como si no ve una actitud reciproca en gobiernos como
el de Israel por lo que respecta a la capacidad nuclear.
Según
un informe hecho público el 5 de marzo de 2007 por el Oxford Research
Group (ORG) difundido por la agencia EFE (05/03/07), si Irán es atacado
militarmente, eventualidad muy plausible, esto aceleraría su capacidad
de desarrollar su programa nuclear orientándolo hacia usos militares.
Como dice Frank Barnaby, experto miembro de este grupo y uno de los
autores del informe: «Para decirlo claramente, ataques militares
acelerarían los avances de Irán hacia una bomba nuclear». Una acción
militar sobre Irán provocaría los efectos opuestos a los que
mediáticamente se dice buscar. Como se dice popularmente y como ha
pasado con Irak, sería mil veces peor el remedio que la enfermedad.
El hecho de que aparezcan realidades como la de Corea o Irán, es, en
buena parte, producto del fracaso del Tratado de no proliferación de
armas nucleares (TNP) por parte de las potencias que deben cumplirlo, es
decir, las que hoy disponen de armamento nuclear. El fracaso en el año
2005 de la Conferencia de revisión del TNP fue un serio toque de alerta
respecto a la situación actual, y la demostración de la voluntad real de
las potencias nucleares respecto al desarme que preconiza el tratado.
Sólo una actitud verificable, transparente y publicitada de los
compromisos a los que obliga el tratado, daría autoridad moral a la
comunidad internacional, en concreto la ONU, para frenar las tendencias
al armamento nuclear por parte de nuevos estados. En la medida que la
disuasión funciona como forma de chantaje, no es extraño que un Estado,
que se sienta amenazado, experimente la tentación de acceder al poder
nuclear.
El jueves 1 de junio de 2006 se presentó ante la
ONU el informe Las armas del terror. Librar al mundo de la armas
nucleares, biológicas y químicas (1). Dicho informe fue elaborado por
una comisión internacional independiente de expertos denominada Comisión
de Armas de Destrucción Masiva (WMDC). Creada en el año 2003 a
iniciativa del gobierno de Suecia, esta comisión está presidida por Hans
Blix, conocido por haber dirigido desde el año 2000 hasta junio de
2003, a los inspectores de la ONU en la investigación sobre armas de
destrucción masiva en Irak. Sus inspecciones demostraron la inexistencia
de dichas armas y toda la construcción de la mentira desplegada por la
administración Bush para justificar la invasión de Irak.
El
informe Las armas del terror es un documento que debería ser mucho más
conocido por su ecuanimidad, no es precisamente un alarmista el ex
diplomático sueco, y sin embargo las conclusiones a las que llega son
sencillamente terribles. El inicio del informe al que nos referimos, no
puede ser más explícito en el diagnóstico de la situación actual. Dice
lo siguiente: «A pesar de que se ha puesto fin al equilibrio del terror
de la guerra fría, las reservas de este tipo de armas siguen siendo
extraordinarias y alarmantemente elevadas. Alrededor de 27.000 en el
caso de las armas nucleares, de las cuales aproximadamente 12.000 siguen
estando desplegadas activamente…a lo largo de la década pasada, los
esfuerzos para lograr el desarme y la no proliferación ha perdido empuje
y rumbo».
Con respecto a las armas de destrucción masiva no hay
otra salida que la prohibición, es la conclusión a la que llega el
informe. Desplegar, como nos dice, todos lo mecanismos
intergubernamentales disponibles, con vistas a lograr tres objetivos
principales: reducir el peligro de los arsenales existentes, impedir la
proliferación y prohibir definitivamente todas las armas de destrucción
masiva.
En palabras de Hans Blix, las armas de destrucción
masiva no pueden desinventarse, pero sí pueden prohibirse. Entendemos
que éste es un reto del movimiento pacifista y antimilitarista, la
necesidad de crear una opinión pública masiva, iniciativas ciudadanas
que recuerden a los poderes públicos aquel 6 y 9 de agosto de 1945,
cuando las poblaciones civiles de Hiroshima y Nagasaki experimentaron en
carne propia el inicio de este camino.
Nota:
(1). Se puede
obtener informe completo, en inglés, a través de la siguiente página
web: http://www.wmdcommission.org. Accediendo en «final report», en
dicha página, se encuentra un resumen en castellano del informe y las
recomendaciones.