La OTAN y Europa
La Alianza Atlántica cumple 60 años de su nacimiento y celebra en Estrasburgo, en la sede del Parlamento Europeo, los fastos de este acontecimiento, con la presencia, entre otros jefes de estado, de Barck Obama. Esta es pues, una buena ocasión para reabrir el debate sobre una organización que, pese a presentarse como defensora de la paz, la democracia y los derechos humanos, es para muchos de todo lo contrario.
Artículo publicado en Materials de Treball núm 36, Pere Ortega, 26/3/2009
Ahora hace 60 años, el 4 de abril de 1949, nacía el Tratado del Atlántico Norte, más conocido como la OTAN. Recordemos el marco donde se creó este organismo militar. Europa, en las postrimerías de la II Guerra Mundial, de un extremo al otro había quedado destruida. Estados Unidos, que no había sufrido los desastres de la guerra en su territorio, estaban fuertemente interesados que Europa recuperara rápidamente su tejido productivo y de consumo, e inmediatamente puso en marcha el denominado Plan Marshall. Un programa de reconstrucción que tenía una contrapartida, la permanencia de fuerzas armadas de EE.UU. en suelo europeo. Los países de la Europa Occidental lo permitieron y quedaron atados por la vía militar a los intereses políticos de EE.UU.. Pero también había una segunda razón, no menos importante. Los EE.UU. y sus aliados occidentales se aseguraban que el “comunismo” de la Unión Soviética no se expandiera más allá de las zonas de influencia que habían pactado en la conferencia de Yalta al final de la II Guerra.
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Diversas son las razones para rechazar la OTAN, entre ellas: porque recorta la democracia, pues la presencia de una fuerza militar extranjera coarta la soberanía a los estados que la toleran, como ejemplo recordemos que EE.UU. no ha permitido nunca que el mando militar de la OTAN recayera en manos de un europeo, así, el mando supremo siempre ha sido un general de EE.UU.; por belicista, ya que su función es la utilización de la fuerza militar para solucionar los conflictos; porque impulsa el gasto militar y, en este sentido, es un impedimento para el desarrollo de los pueblos, puesto que los gastos militares destinados al desarrollo son un factor decisivo por acabar con la pobreza en el mundo; porque impulsa la carrera de armamentos con inútiles rivalidades en Rusia, China o Irán que pueden abrir el paso a nuevas guerras, sean frías o calientes, incluida la más letal, la nuclear; porque es una amenaza para la democracia, pues se debe recordar que la OTAN, permitió en su seno a países con dictaduras, como el Portugal neofascista de Salazar, no puso ninguna objeción a los golpes de estado militares sufridos en Grecia (1967) y Turquía (1974); y porque estuvo relacionada con la red Gladio en Italia, relacionada con varios atentados terroristas destinados a desacreditar a toda la izquierda italiana e impedir la llegada del partido comunista al gobierno.
En 1989 acaba la Guerra Fría y EE.UU., con la complicidad de los países miembros de la OTAN, apostaron por convertir la Alianza en el principal organismo militar de ámbito mundial. Así, en la reunión del Consejo Atlántico Norte de Washington de 1999, se definió el Nuevo Concepto Estratégico, introduciendo dos importantes cambios.
El primero, el ámbito geográfico de acción, hasta entonces limitado solamente al Atlántico norte que agrupaba los territorios de los países miembros, quedando ampliado a la zona euroatlántica que va del Polo Norte al Polo Sur. Una indefinición intencionada que permite a la OTAN actuar en cualquier parte del planeta.
El segundo cambio importante fue que en el nuevo redactado, no aparecía ninguna mención a la Carta de Naciones Unidas. Lo que sí que estaba presente en el protocolo fundacional del Tratado, que señalaba que la OTAN solamente tenía un carácter defensivo. La desaparición de toda mención a la Carta de la ONU abrió las puertas a intervenciones militares al margen de la legalidad internacional. Como así pasó en la guerra contra Serbia en Kosovo, en 1999, y en Afganistán, en 2001, donde la OTAN colaboró en la operación Libertad Duradera liderada por EE.UU.. Dos operaciones ilegales, puesto que no existía ningún mandato expreso de Naciones Unidas. También lo pretendió en la guerra de Irak del 2003, pero algunos países europeos lo impidieron. A la vez que se iniciaba una ampliación de la OTAN dentro de Europa, se pasaba de 16 a 26 miembros, con la adhesión de diez países pertenecientes a la antigua área de influencia de la URSS, Letonia, Lituania, Estonia, Bulgaria, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Polonia, Hungría y Rumania.
Esta continua expansión de la OTAN hacia las fronteras rusas fue acompañada de la puesta en marcha de un proyecto militar muy agresivo, el Escudo antimisiles de EE.UU., compuesto de satélites espía, radares y misiles con la misión de detectar ataques contra los EE.UU. Lo cual representaba romper el equilibrio de los tratados nucleares (ABM) firmados con la URSS en el pasado. La decisión de instalar el Escudo antimisiles en las fronteras con Rusia, mediante radares en la República Checa y baterías de misiles en Polonia exacerbó a Rusia, que respondió modernizando su arsenal nuclear y anunciando la construcción de nuevos misiles capaces de traspasar este escudo sin ser detectados. Es decir, se ponía en marcha una nueva carrera de armamentos debido a la agresiva política llevada a cabo por los EE.UU., con la complicidad de la OTAN.
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Entre 1989 y 2001 aparecen, en varios documentos de la OTAN, los principales peligros y amenazas a los que hace falta hacer frente: la inestabilidad de muchos países, señalando los países del desaparecido bloque soviético y los países árabes; la proliferación de armas nucleares; la lucha contra el narcotráfico; la inmigración descontrolada de los países del Sur; y el terrorismo internacional islamista. También se añadía que la OTAN tenía como misión la defensa de los intereses comunes de los países miembros.
Analizados por separado, ni la inestabilidad política ni la proliferación nuclear deberían tener solución a través de opciones militares, porque esto querría decir tomar el camino de la guerra, cuando más bien haría falta utilizar la diplomacia y la presión política de los organismos internacionales adecuados y creados para resolver los conflictos. Así mismo, la proliferación nuclear pasaría por arbitrar medidas de mayor control dentro del Organismo Internacional d’Energía Atómica de la ONU y avanzar en el camino del desarme, desactivando el arsenal nuclear que la misma OTAN tiene actualmente instalado en bases europeas.
Todavía resulta más insensato pensar que el resto de cuestiones podrían tener respuesta militar. En cuanto al narcotráfico y la delincuencia organizada, sería más útil eliminar los paraísos fiscales, lugar dónde se refugia el dinero procedente de las mafias que actúan por todo el mundo. Someter a control a la banca, puesto que son beneficiarios a través del lavado del dinero negro. Y también hacer leyes no punibles con el consumo que regulen e impidan el tráfico ilegal. Respecto a la inmigración, haría falta afrontar la raíz del problema, la pobreza de los países del Sur. La solución pasa por la cooperación, la ayuda al desarrollo, un comercio más equitativo y la regulación de los flujos migratorios.
Respecto a la defensa de los intereses de los países miembros. Aquí la OTAN no esconde la auténtica finalidad de su existencia, asegurar el control de los recursos que son vitales para mantener los privilegios de los países ricos, que pasan por mantener el control militar de las zonas más ricas en hidrocarburos y las vías por dónde circulan.
Por último, la cuestión del terrorismo. Si éste ya estaba en la agenda de las amenazas de la OTAN, los atentados 11/S convirtieron el terrorismo en el enemigo principal. La doctrina de EE.UU. a partir de aquella fecha fue lanzar una “guerra global contra el terrorismo”, e inmediatamente poner en marcha guerras “preventivas” para combatirlo. La OTAN y los países miembros incorporaron la guerra contra el terrorismo como el enemigo estratégico más importante al que se debe hacer frente.
Pero el denominado terrorismo islámico es una abstracción difícil de concretar. Es un enemigo intangible y desconocido sin una ubicación geográfica determinada. Entonces, ¿Cómo se puede combatir mediante la guerra? En cambio, todos los gobiernos de los países de la OTAN aceptaron sin ningún escrúpulo la guerra de Afganistán bajo el supuesto de que allí se escondían los terroristas del 11-S. Continuada después en Irak, aunque esta vez no se obtuvo unanimidad dentro de la OTAN, la guerra se hizo con una coalición encabezada por EE.UU.. Los resultados conseguidos, ocho años después no parecen haber tenido demasiado éxito. Pues en Irak y Afganistán hay una fuerte resistencia a las fuerzas de ocupación, y el terrorismo, en lugar de haber disminuido ha aumentado.
Entonces ¿No sería mejor actuar sobre las causas que originan el terrorismo, en lugar de lanzarse a guerras inútiles? Por ejemplo ¿No sería mucho mejor acabar con la ocupación de Palestina qué el mundo árabe percibe como un agravio y un ataque, y permitir la creación de un Estado haciendo cumplir las resoluciones de la ONU sobre los territorios ocupados y dejar que sean los palestinos los que escojan su destino? ¿No sería mejor retirarse militarmente de Irak y Afganistán, convocar conferencias regionales con los países implicados y destinar los recursos de hacer la guerra a la reconstrucción de los dos países?
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La celebración del 60 aniversario de la OTAN en la sede del Parlamento Europeo en Estrasburgo el 4 de abril de 2009 ha hecho poner en pie al movimiento por la paz europeo que junto a organizaciones de derechos humanos, de solidaridad y de la izquierda social se han agrupado para lanzar una Campaña europea contra la OTAN. Campaña que ha tenido eco en Cataluña y en el Estado español, en la que se pide la disolución de la OTAN, pues considera que esta alianza militar es el principal obstáculo para conseguir la paz y el principal instrumento de la militarización de Europa y del planeta.