Las Paces Europeas a la deriva

Las Paces Europeas a la deriva

El Día de la Paz es un buen momento para hablar del presente y futuro del proyecto europeo y de si este se basa en la paz o en otras cuestiones. Este último año no ha sido cosa fácil hacerlo sin ahogarse en las profundidades de la crisis que afrontamos. Artículo de Michelle Van Demen publicado en Bez 21/09/2016.

Cabe recordar que Federica Mogherini, la Alta Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, presentó en la todavía Europa pre brexit la nueva Estrategia Global para la Política Exterior y de Seguridad de la UE (PESD) que apunta cada vez más a la cesión de soberanía militar por parte de los Estados miembro. Aunque la estrategia aun no ha sido endorsada, el debate europeo y sus instituciones se centran en ella, en la seguridad y como solución a los problemas internos, de identidad y de integración

Músculo militar de la UE

Esta tendencia no es ninguna novedad, ya en 1999 se decidió añadir el músculo militar a la UE, primeramente concebido como un actor de seguridad asertivo y que hoy se presenta bajo las intenciones contrarias en una Europa que tiende cada vez más hacia una actitud defensiva tanto a nivel interno como externo. La PESD hasta ahora ha fallado en crear una política de seguridad  (y defensa) europea a la altura de los retos. Ahora Junker juega la última carta, la de un Ejército europeo para dar la apariencia de una unión que nunca ha llegado a existir. Para crear unidad aprovecha la emergencia de ambiguas amenazas que difícilmente se verán resueltas con respuestas militares. El problema de fondo de esta oportunista solución es que, en primer lugar, no podemos basar ni la paz ni la seguridad en una teoría económica y en cuestionables amenazas, pues esta debe emerger del deseo público y de acciones conjuntas para la paz y no de la lógica de la guerra y de la promoción y defensa del capitalismo a ultranza.

En la Unión Europea, desde 1990 hasta 2012 el gasto militar por país ha caído del 2,4% del PBI al 1,4% en 2015 (SIPRI). Ahora se pide una escalada de inversiones, tanto por la OTAN como por las instituciones europeas. Se está frenando la tendencia desmilitarizadora en la región, si es que alguna vez ha existido. Mientras que en Estados Unidos encontramos, aunque de manera a veces imperceptible, el fenómeno contrario. Ya ha habido misiones europeas militares. La primera FYROM en Macedonia. Después Bosnia. A las que siguieron muchas más. El próximo paso para recrear Europa no debe de ser militar, no deben de ser propuestas vacías como las de Junker ni barcos a la deriva como el que llevó a nuestros jefes de Estado en Bratislava a asumir el discurso de la seguridad y la defensa como el único clavo al que aferrarse, cayendo en la trampa de los partidos xenófobos y antieuropeístas. La nueva Europa tiene que reconocer que nunca ha habido una unidad total a la que haya que volver, sino una que crear y que no la habrá hasta que no tengamos una consciencia y memoria histórica colectiva que sirva para crear esperanza e ilusión en un proyecto Europeo. Un proyecto que nos prometieron de paz y de promoción de la (verdadera) libertad y los derechos humanos, que puede verse truncado. No solo por el efecto contagioso del brexit, los nacionalismos y demás propuestas antagónicas con la construcción de una verdadera Unión, sino también por mostrar como una salida para el proyecto de Europa el abrazo de la militarización europea, es decir, el abandono de la paz.



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