Mali, una guerra neocolonial

Mali, una guerra neocolonial

Artículo publicado en La Directa

Francia ha iniciado en Mali una más de las múltiples intervenciones militares en la que fue su gran área de dominación colonial, la denominada hasta la independencia de 1960, África Occidental Francesa. Durante la descolonización, para salvaguardar sus intereses geoestratégicos en la región, Francia tejió unas estrechas relaciones políticas con las élites a quien entregó el poder.

De este modo, podía continuar ejerciendo el control de la zona apoyando a regímenes amigos y de paso preservar sus intereses económicos en esta área. A tal efecto, para ejercer ese dominio Francia diseminó instalaciones y fuerzas militares por muchos países de la región, Níger, Chad, Costa de Marfil, Burkina Faso y Senegal.

Por tanto, cuando François Hollande dice que la intervención militar en Mali está solamente vinculada a una actuación altruista para eliminar el peligro que representan los grupos armados yihadistas que controlan el Norte de Malí, evitar la guerra civil Norte-Sur y la desestabilización de todo el Oeste del Sahel está faltando a la verdad. Son argumentos espurios cuando las intervenciones militares en las ex colonias de África han sido una tónica habitual de los gobernantes del Elíseo. Recordemos que Nicolas Sarkozy inició su mandato, en 2008, con una intervención en Chad, lo hizo más tarde –en 2010–, en Costa de Marfil y después, en 2011 dirigiendo el ataque a la Libia de Gadafi. Ahora, Hollande, inicia su bautismo en el África francófona abanderando una guerra contra el terrorismo que le otorga un prestigio interno y externo devaluado por la crisis económica mientras esconde los intereses estratégicos de Francia en la región. ¿Y cuáles son estos? En primer lugar, los residentes franceses diseminados por toda esta inmensa área francófona que controlan gran parte de la economía de todo el Sahel occidental. Solo en Mali hay 6.000 residentes, unos ligados a la minería extractiva de numerosos recursos minerales, el más importante, el oro que se extrae en el sur del país, pero también aquellos otros ligados a la escasa industria local, las finanzas y el comercio de importaciones. Una segunda cuestión, apuntada en diversas fuentes, es la referida a las exploraciones que confirman la existencia de bolsas de hidrocarburos en el Norte de Malí.

Pero, el principal interés que tiene Francia en el Sahel occidental no está en el Norte de Malí, sino en los distintos países de la zona, donde están ubicadas varias industrias extractivas de fosfatos, gas y petróleo. De estas, la más importante está en Níger, a 180 km de la frontera de Malí donde están radicados importantes yacimientos de uranio. Níger, es el tercer productor y exportador mundial de uranio. Mineral explotado por dos empresas controladas por el gigante francés de la energía nuclear Areva, que extrae un 40% del uranio que abastecen los 59 reactores nucleares de Francia. Un mineral, el uranio, escaso y no renovable, que ha triplicado el precio en los mercados debido a la llegada del cenit en la producción del petróleo, con un continuo incremento de precios porque la demanda es superior a la oferta.

¿Un nuevo Afganistán?

Todas estas son razones suficientes para que Francia impidiera que esta región y el desguazado estado de Malí cayera en manos de los grupos salafistas que practican la yihad, donde conviven grupos dispares, desde los tuaregs de Ansar al-Din con 500 efectivos que demandan un nación tuareg en el norte de Mali; Al Qaeda del Magreb Islámico (AQMI), escindido del GIA (Grupo Islámico Armado) argelino, el grupo más numeroso con 1.500 efectivos y especializado en tráfico de armas y el secuestro de occidentales; y el Movimiento por la unidad y la Yihad de África del Oeste (Mujao), con 1.000 efectivos y enfrentado a AQMI.

Las guerras no suelen solucionar los conflictos, sino al contrario, generan nuevos. Este es el caso de la desestabilización del Norte del Sahel. La mayoría de estos combatientes provienen de la reciente guerra de Libia donde apoyaron a Gadafi, que fuertemente armados se refugiaron y apoderaron del Norte de Mali. Una vasta región de 830.000 km2, descuidada, mejor dicho, abandonada por el gobierno de Mali. Región reivindicada por los habitantes autóctonos, los tuaregs, que se agrupan en el Movimiento Nacional de Liberación de Azawad (MNLA), que reclaman una nación propia, la Azawad. Pueblo tuareg que, en el pasado, ha llevado a cabo múltiples conflictos con el gobierno de Bamako pero también con los diferentes Estados de la región. MNLA que a la vez se enfrenta a los grupos yihadistas que se han instalado en el Azawad.

La intervención militar de Francia en el Norte de Malí demuestra la miopía política, no sólo de Francia, sino también de los países de la Unión Europea, más preocupados por la seguridad de los franceses y europeos que habitan en la región que los problemas que afectan a la población autóctona. Una incompetencia de análisis de cuáles son los conflictos de la región del Sahel, donde hay unos países con estructuras de estado muy débiles, sin capacidad de controlar sus territorios y extensas fronteras, y tampoco en dar seguridad a la sus poblaciones. Así, una vez más, «Occidente» recurre a la intervención armada para resolver un conflicto que no acabará con las causas reales preexistentes. Causas que tenían solución si se hubiera actuado previamente con una acción mancomunada que combinara, ayuda al desarrollo, para dar satisfacción a las demandas de las poblaciones, y dotar de mecanismos de seguridad interna a los gobiernos de la región. Ahora el Norte del Sahel puede convertirse en un nuevo Afganistán.


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Publicado en La Directa, el 25/01/2013
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