Reflexiones en torno al Día Escolar de la Noviolencia y la Paz

Reflexiones en torno al Día Escolar de la Noviolencia y la Paz

Campaña Desmilitaricemos la Educación Valencia – 30/01/2019

El 30 de enero celebramos el Día Escolar de la Noviolencia y la Paz. Es un día muy importante, sin duda, por dos motivos. El primero, porque el 30 de enero de 1948 fue asesinado Mohandas Gandhi, a quien le debemos el concepto de la noviolencia. Y segundo, porque es precisamente desde el sistema educativo donde debemos trabajar para que en las mentes de las personas la violencia y la guerra no sean opción.

Sí, mentes. Como bien la UNESCO en su carta constitucional de 1945 promulgó: “puesto que las guerras nacen en la mente de las personas, es en la mente de las personas donde deben erigirse los valores de la paz”.  Han pasado más de setenta años, y tal afirmación no puede estar más de actualidad; ya que, nos guste o no, seguimos viviendo en la tristemente cita romana “si vis pacem para bellum” (si quieres la paz, prepárate para la guerra). La realidad demuestra que siglos de preparación para la guerra no han conseguido la paz. ¿Por qué? Como comunidad educativa, sería bueno hacernos esta pregunta. Aquí algunas reflexiones que nos pueden ayudar a caminar hacia una educación que promueva la cultura de hacer las paces.

  1. Construcción de paz: más allá de la ausencia de guerra.

La paz no es lo contrario de la guerra. La paz es lo contrario de la violencia. Y violencias hay de muchas clases: violencia directa, esto es, asesinatos, torturas, guerras, genocidios etc.; violencia estructural, que tiene lugar en la negación de las necesidades humanas básicas a consecuencia de las estructuras sociales de un país: el paro, el hambre, la pobreza, la falta de acceso a la educación, a una vivienda digna, etc. Y violencia cultural, que legitima las dos violencias anteriores. Dentro de ella se encuentran los fanatismos, el fascismo, el machismo, la xenofobia, los populismos, nuestro uso del lenguaje sexista, etc. Por tanto, cuantos más esfuerzos hagamos para comprender la violencia desde ese enfoque holístico y pongamos medios para su disminución globalizada; más progresaremos hacia estados de seguridad y de justicia social que son la base de una sociedad de paz.

  1. Pero para quién; frente a qué; y por qué medios.

Hemos de buscar la seguridad desde nuestra posición de habitantes de una “aldea global”, interconectados e interdependientes. En consecuencia, los problemas y retos que enfrentamos – crisis medioambientales, climatológicas, violencias de género, corrupción de nuestras instituciones, pobreza, falta de libertades, desigualdad, etc. – son también globales y sus causas y efectos están, de igual manera, interconectados. Entonces, ¿con qué medios podemos enfrentar estos problemas, estos retos?

Claro está que la solución, aunque sea lenta, no pasa de ningún modo por medios violentos ni militares. Debemos poner todos nuestros esfuerzos en la promoción de condiciones sociales, políticas y económicas que garanticen el bienestar de las personas y eliminen brechas entre ellas. ¿Cómo? A través de estrategias diplomáticas, civiles, de cooperación y educación para una ciudadanía global. Solo así la paz cobrará su sentido positivo con un triple objetivo: lograr la satisfacción de las necesidades básicas de todas las personas, la eliminación de todo tipo de violencia, y el respeto efectivo de todos los derechos humanos.

  1. Si queremos la paz, debemos prepararnos para la paz.

Esto precisa de dos caminos. El primero, cambiar radicalmente el paradigma de la defensa y seguridad. En un contexto global el concepto de seguridad debe girar en torno a la Seguridad Humana (servicio sanitario de calidad, seguridad alimentaria, acceso a trabajo digno, sistema político que respeta los derechos humanos, conservación del medio natural, derecho a la educación de calidad…) y no a la seguridad militarizada.

El segundo camino, pasa por reconocer que es contradictorio y caduco seguir transmitiendo esquemas militaristas como solución a los problemas que afectan nuestras sociedades. Miremos los 33 conflictos armados que existen actualmente en el mundo y que muchos de los cuales son conflictos viejos sin resolver: Afganistán, Irak, Libia, Somalia, etc. Durante años, se apostó por medios militares para conseguir la paz. Ninguno ha presentado una mejora. Por el contrario, se ha generado un empeoramiento y/o perpetuación de la violencia armada. Además, es necesario apuntar que estas guerras se llevan a cabo con importantes volúmenes de armamento que, de manera irresponsable, nuestros Estados europeos y otras grandes potencias siguen vendiendo a estos países. Estas ventas de armas, produce lucro a costa de perpetuar condiciones de violencia e inseguridad que fuerzan a las poblaciones a migrar con la idea de encontrar un lugar más seguro. Sin embargo, estas personas se topan con nuestras políticas migratorias basadas en la deshumanización y los cupos.  

  1. Educación desmilitarizada.

Cuando hablamos de Seguridad Humana hablamos de seguridad compartida, poniendo en el centro a los seres humanos, sus necesidades como individuos, sus libertades y oportunidades frente a cualquier relación económica entre Estados. Y para eso es importante una educación desmilitarizada que eduque en los valores de la paz como el cooperativismo, la empatía o la conciencia intercultural.

Las mentes militarizadas necesitan de un enemigo. Y una educación cuya enseñanza está en armonía con las reglas violentas nos hará normalizar la violencia y justificar las guerras. Porque nos habrá educado para competir, para ganar o para alcanzar objetivos que importan más que la relación con las demás personas.

Otro riesgo de que se nos enseñe bajo el paradigma de la competencia y de las jerarquías es que vamos a querer sentirnos superiores. Esto, en efecto, nos llevará a definirnos siempre en contraposición con el “otro” y a estar atentos a ver si con su existencia pretende arrebatarnos algo que es “nuestro”. Y es así como alimentamos nuestros discursos de odio. Este comportamiento paranoico y de inseguridad, no hace más que generarnos miedo. Un sentimiento inducido intencionalmente y que se utiliza de pretexto para aumentar el gasto militar y, de esta manera, poder continuar fabricando nuevas armas. Por tanto, este tipo de educación militariza nuestras relaciones interpersonales hasta el punto de inculcarnos la idea de que tenemos enemigos.

Quienes se benefician del negocio de las guerras y de los esquemas militares, ya sea por poder político o económico, saben que deben dedicar recursos a mantener un elevado nivel de militarización en la ciudadanía. Es la única manera de seguir manteniendo su situación de privilegio.

Si apostamos por la paz, hemos de saber que la paz tiene un componente ético, una conciencia intercultural que nos ubica en un mundo plural en donde no estaremos en paz mientras haya una sola persona que no tenga sus necesidades de supervivencia, bienestar, identidad y libertad satisfechas. La escuela y el sistema educativo deber ser consciente de este reto y que la paz no es ninguna utopía. La paz es una cuestión realista cuando somos capaces identificar a quienes viven del negocio de las guerras y a costa del sufrimiento de millones de personas, incluyéndonos a nosotras y nosotros mismos cuando nuestros derechos básicos no reciben el presupuesto que merece. Si ellos son capaces de producir violencias, ¿por qué no vamos a ser capaces nosotros y nosotras de revertirlas?

Está en nuestras manos que los valores de la paz se erijan en la mente de nuestro alumnado si en sus relaciones humanas aprenden a hacer las paces. Sí, “paces” como tantas formas de cuidado y cultura tenemos los seres humanos entre nosotros mismos y la naturaleza. Y la escuela, precisamente, es el lugar ideal para entendernos como una comunidad en la que todas y todos somos interlocutores válidos para cuidarnos y construir una sociedad de paz.



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