Reflexiones tras Fukushima. Recursos energéticos y militarización

Reflexiones tras Fukushima. Recursos energéticos y militarización

El desastre de Fukushima ha hecho cuestionar el uso de la energía nuclear como fuente de energía. Todavía es pronto para tomar plena conciencia de la magnitud del desastre, los efectos contaminantes que tendrá sobre el mar, el aire y la alimentación y sobre los territorios que quedarán inhabitables para las generaciones futuras.

Pero, ya lo anticipamos, habrá que hacer frente a los intentos de minimizar el desastre, los intentos de justificar la existencia de las centrales nucleares como un mal menor, pero necesario.

Fukushima vuelve a poner en primer plano la crisis energética y el modelo energético dominante que se caracteriza por un consumo desaforado, por la concentración, en unas pocas manos, de la extracción, producción y distribución de los recursos energéticos, y porque utiliza unos recursos energéticos que pronto se agotarán. Además, este modelo energético acentúa el desequilibrio entre los pueblos del Norte y los del Sur.

La utilización civil de la energía nuclear ha estado ligada al desarrollo del armamento nuclear y, por tanto, ha contribuido a la carrera armamentística y el riesgo real de guerra atómica. Ya que cada vez son más escasos los recursos energéticos fósiles, es necesario un cambio de rumbo, rápido y decidido, hacia otro modelo energético. En caso contrario, se abrirá una etapa de incertidumbre y de peligro de aumento de la conflictividad militar por el control y la obtención de estos recursos.

Quién controla las fuentes del petróleo y de las otras energías fósiles y sus de vías de circulación, tiene el poder. De ahora en adelante, el petróleo se tendrá que ir a buscar a lugares donde su extracción es más costosa desde el punto de vista tecnológico y económico, en países del Sur con gobiernos débiles e inestables, donde la extracción provoca desastres medioambientales y conflictos con la población. Los hidrocarburos han ocasionado conflictos armados en Asia Central, Oriente Medio, en Sudamérica y en África. La extracción de recursos es una fuente de corrupción que mantiene regímenes cleptocráticos. Es una fuente de conflicto que despoja a sus legítimos propietarios de territorios ancestrales, como el caso del Delta del Níger o de las selvas amazónicas de Perú y Ecuador.

Este modelo energético va ligado a la obsesión por el control y la seguridad de las fuentes de energía.

El desastre de Fukushima debería poner en la agenda política mundial el compromiso de sustitución del modelo energético actual por un modelo nuevo que priorice la reducción del consumo de energías fósiles y evite así la emisión del temido dióxido de carbono, uno de los causantes del cambio climático. Un modelo capaz de satisfacer las necesidades de toda la población, basado en la utilización de energías renovables, en la producción de energía a partir de fuentes locales y en la descentralización de su distribución. El control del proceso de producción y distribución de energía no puede estar concentrado en pocas manos.

Necesitamos, en definitiva, alternativas energéticas que no nos lleven a conflictos armados. Está en juego la paz y el futuro del planeta.



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