Riesgos y amenazas a la seguridad de Cataluña
Muy a menudo los medios de comunicación nos plantean dilemas o cuestiones en términos de sí o no, blanco o negro y tenemos que posicionarnos en el sí o el no. En los últimos meses los ciudadanos nos plantean preguntas de este estilo: ¿quiere un estado catalán independiente o no?, ¿quiere un ejército catalán o no?
La primera reflexión a hacer, es en la de no caer en la trampa de falsos dilemas, ¿por qué la única respuesta a si quiero un estado o no, debe ser la independencia?, Es como si por el hecho de tener independencia los gobernantes del estado serán menos corruptos, priorizarán servicios como la sanidad o la educación, destinarán más recursos a la protección social, gobernarán bajo los criterios del bien común y no los intereses de las élites económicas o financieras, etc. Hoy podemos decir que vivimos dentro de un estado independiente, el español, pero no podemos decir que ninguno de los atributos mencionados se dé. La cuestión sería si alguien se cree que por tener un estado catalán independiente este nuevo estado se regirá con criterios de gobernabilidad diferentes. Si nos quedamos con la afirmación que queremos un estado independiente y no vamos más allá, es como dar un cheque en blanco a los que gobernarán este estado.
Con este mismo sentido algunos nos quieren hacer abordar en términos de sí o no la posibilidad de que si Cataluña se convierte en un estado independiente, éste debe tener ejército o no. Hay que volver a insistir en que no tenemos que caer en el falso debate del sí o no. La pregunta seria sería ¿un ejército para protegernos de qué o de quién y para hacer qué?, Si hay razones para dotarse de un ejército, si definimos qué debe hacer este ejército (las misiones) y se genera consenso social, habrá que pasar a formular otras preguntas de segundo orden.
Hay que aprovechar el debate que se ha abierto en torno a construir un estado Catalán separado de España, para reflexionar como quisiéramos que fuera un estado del siglo XXI, es en este contexto que hay que plantear una reflexión en torno a la seguridad, no del ejército. El concepto de seguridad debe entenderse como un concepto amplio, complejo y multidimensional, que debe hacer frente a lo que consideramos qué son los riesgos y amenazas.
El concepto clásico de seguridad nacional tiene como objetivo prevenir o repeler ataques militares y por lo tanto defender militarmente valores como la soberanía, la independencia y la integridad territorial. Desde hace unas décadas las críticas a este enfoque se han centrado en poner de manifiesto que esta concepción solo plantea la seguridad del estado, olvidándose de los ciudadanos al tiempo que solo plantea amenazas militares desde el exterior sin considerar otros fondos de inseguridad tanto de carácter global y transfronterizo como internas, económicas o medioambientales.
Estos debates en torno a la seguridad, están sentando las bases para un nuevo concepto, el de seguridad humana, en el que la seguridad queda inextricablemente unida al bienestar de las personas, e implica que todas las personas puedan tener la capacidad de satisfacer sus necesidades básicas en un entorno medioambiental seguro. Este enfoque desplaza la amenaza por la violencia, para poner en primer plano las amenazas a la subsidencia de las personas con condiciones de dignidad, es decir amplía el término de seguridad a la seguridad económica, alimentaria, de salud, medioambiental, personal, política y comunitaria. Este planteamiento muestra que todos los seres humanos estamos profundamente interconectados en un escenario global donde las principales amenazas surgen por la falta de desarrollo humano, educación, salud, igualdades o respeto a los derechos humanos.
Este enfoque de seguridad humana se formula a partir de dos reflexiones quién es el sujeto de la seguridad, produciendo un cambio en el mismo, desde el estado al individuo, y la otra se refiere a qué seguridad o cuáles son las amenazas ante las que hay que protegerse. Su aportación consiste en ir más allá de la violencia física y asumir otros factores como los socioeconómicos o los medioambientales como esenciales para la supervivencia y la dignidad humana.
Desde esta perspectiva cualquier política tendría que tener presente el objetivo de lograr la seguridad de las personas, de los ciudadanos, de protegerlos frente a riesgos o amenazas. El elemento que hay que debatir y consensuar ampliamente será ¿de qué nos debemos proteger?, Cuáles son los riesgos o amenazas a la seguridad que tenemos las personas cuando estamos dentro de nuestro territorio, cuando estamos en un tercer país o cuando nos encontramos en un entorno virtual. Las amenazas más comunes recogidas en diversas estrategias y que a continuación se recogen, son:
Delincuencia organizada. En todas sus diversas formas aparece allí
donde pueden obtener beneficios económicos, sin verse afectados por las
fronteras. Tráfico de drogas, la delincuencia económica, tráfico de
seres humanos, de armas, la explotación sexual de menores, pornografía
infantil, delitos violentos, blanqueo de dinero, la falsificación de
documentos y corrupción son algunas de las formas en las que la
delincuencia organizada se manifiesta. La corrupción constituye una
fuente de inseguridad y amenaza a los fundamentos del Estado de Derecho y
del sistema democrático.
La ciberdelincuencia, representa una
amenaza global, que utilizando medios técnicos – informáticos y
transfronterizos ataca los sistemas de información con fines económicos,
políticas o geoestratégicas.
La violencia directa, como puede ser la delictiva, la violencia de
grupos radicales, la violencia en eventos deportivos u otros, la
violencia de grupos y bandas juveniles, etc.
Desastres naturales o
causados por el hombre. Como incendios forestales, inundaciones,
sequías, fallas en el suministro de energía o agua, fallas en la
tecnología de la información y comunicación (caída de internet), etc.
Accidentes de tráfico, que cuestan la vida a miles de personas anualmente.
Terrorismo. Atentados que por diversas razones acaban con la vida humana y destruyen valores.
Para hacer frente a estas amenazas los estados elaboran estrategias y políticas públicas de seguridad. Cualquier estrategia de seguridad, debe tener unos principios rectores como la protección de los derechos y libertades de las personas, el respeto a los derechos fundamentales, el respeto al Estado de Derecho y la justicia, o el respeto a la privacidad, el diálogo como medio para resolver diferencias en consonancia con principios como la tolerancia, respeto, libertad de expresión, etc. la integración y la inclusión social y la lucha contra la discriminación y la solidaridad.
Cualquier estrategia pone en marcha líneas de acción, estas actuaciones o acciones tendrían que estar sometidas al control democrático y judicial, las actuaciones tendrían que ser eminentemente de prevención y de anticipación, tendrían que contemplar actuaciones de intercambio de información y de cooperación operacional y judicial entre los diversos cuerpos responsables a todos los niveles, desde lo local a lo internacional.
Si consensuamos los riesgos y las amenazas a la seguridad y definimos los principios rectores de las acciones a llevar a cabo, podremos discernir cuál es la mejor manera para hacerles frente. El debate no debe ser ejército sí o ejército no, el debate debe de ser ante estos problemas, ante estas amenazas, cuál es la mejor actuación que se puede llevar a cabo. En caso contrario como sucede muy a menudo el debate que trasciende es el número de soldados que hacen falta, sin definir o hacer el debate previo de las misiones que tendrían que llevarse a cabo.
Avanzando un poco más en esta línea de reflexión, si estamos de
acuerdo en que las amenazas que tenemos los ciudadanos son las
anteriormente descritas, el debate debe centrarse en cómo hacer frente a
las mismas, si hay cuerpos policiales y judiciales suficientes o se
requieren otras herramientas como de carácter educativo. Resulta difícil
pensar que un ejército dotado con aviones de combate, misiles, bombas,
barcos de guerra, etc. sean de utilidad contra el crimen organizado, la
ciberdelincuencia, los robos, los accidentes de tráfico o el terrorismo.
No
nos dejemos engañar, no nos dejemos atrapar en la trampa de cuestiones
simples como, estado independiente o no, ejército catalán o no. La vida
nunca ha sido tan simple.