Romper el viejo círculo de la violencia
Volvemos a ser testigos del horror de ver como la población es
víctima inocente de una violencia tan ciega como la venganza. Las
palabras se nos antojan demasiado pequeñas para expresar nuestra condena
e indignación ante el terror desencadenado el 11-M en Madrid.
Centre Delàs (abril 2004). Materiales de trabajo, núm.24
Sin embargo, con la perspectiva que facilita el paso de los días, no
podemos dejar de observar algunos hechos que han acabado por dar crédito
a nuestras tesis más pesimistas. Pero no ya a las lanzadas hace un año
ante la invasión inminente de Irak, sino a todas aquellas que forman
parte del corpus del movimiento pacifista, del cual somos parte.
En primer lugar, hemos constatado la máxima de que la violencia sólo
acaba engendrando más violencia. El viejo círculo se cierra. La realidad
pone de manifiesto que la guerra contra el terrorismo, en lugar de
eliminarlo o mitigarlo lo acaba alimentando.
En segundo lugar,
se percibe más que nunca la inutilidad de la nueva carrera de armamentos
justificada desde el otro lado del Atlántico por la necesidad de
combatir la nueva amenaza del terrorismo mediante guerras preventivas,
mientras que a este lado se ampara en la ficticia necesidad de
modernización, eficiencia y unificación de los ejércitos europeos.
Decimos inutilidad porque el fenómeno del terrorismo no tan solo no se
deja circunscribir de forma nítida a territorios, religiones o etnias,
sino que no se deja ni tan solo definir de una forma consensuada. En
este punto cabe recordar que la ONU no ha sido aún capaz de proponer una
definición de «terrorismo» que sea aceptada por todos los países
integrantes.
En tercer lugar, hemos podido observar como la
sociedad civil se ha pronunciado indignada en un doble rechazo a la
violencia: la que se ha vivido en el atentado de Madrid, y la que
comenzó a ejercerse hace ahora un año por parte de la administración de
EE.UU. como puesta en práctica de su Programa para el Nuevo Siglo
Americano.
Este análisis nos lleva a la necesidad de
replantearnos los instrumentos que se están utilizando tanto en las
relaciones internacionales como en la resolución de conflictos. La mala o
nula gestión de éstos es lo que constituye el verdadero caldo de
cultivo para que siga abierto el viejo círculo de la violencia, el odio y
la venganza para acabar generando de nuevo más violencia, más odio y
más venganza.
En el anterior número anunciábamos la inminencia
de un proyecto de Tratado para la Constitución Europea y nos mostrábamos
contrarios al mismo tras un análisis de su contenido en cuanto a paz y
seguridad debido a su manifiesta intención de continuar armando a Europa
buscando la equiparación o quizás la competencia con EE.UU. En este
momento, reafirmamos nuestra postura e insistimos en que es
imprescindible, y el tiempo demostrará que es inevitable, que cualquier
proyecto que plantee la paz y la seguridad en las relaciones
internacionales debe pasar por la promoción de los Derechos Humanos.
Parafraseando alguna metáfora lanzada en la prensa estos últimos días,
de la misma manera que la violencia sólo engendra más violencia, la
mejor forma de prevenir atentados contra los Derechos Humanos es con más
Derechos Humanos.
Desde el Centre Delàs, creemos que la mejor
forma de acabar con el fenómeno del terrorismo en cualquiera de sus
formas es precisamente impidiendo que nazca y se desarrolle. Si los
ejecutores de atentados terroristas son tan inmunes al sufrimiento de
las víctimas inocentes, hagamos que el respeto por la vida y por los
Derechos Humanos sea tan manifiesto en todas partes, que sea imposible
reclutar y manipular nuevos miembros.
Esta línea de actuación
requiere que los estados utilicen la diplomacia preventiva y los
organismos internacionales habilitados para impedir la aparición de
nuevos conflictos armados. Estamos seguros que si los estados tienen la
voluntad política, Naciones Unidas puede desarrollar la capacidad
organizativa que le permita hacerse presente en los conflictos con el
doble objetivo de paliar y organizar las necesidades de las poblaciones.
Por todo lo anterior, en primer lugar reclamamos nuevamente
que el proceso constituyente europeo incluya la redefinición del
concepto de seguridad en términos de las verdaderas seguridades que
deben ser garantizadas a todo ser humano: la sanitaria, la ambiental, la
laboral y económica, la educativa, y así sucesivamente con todas las
que recogen los Derechos Humanos; y en segundo lugar, ampliamos nuestro
grito condenatorio al uso de la violencia para engendrar más violencia, y
al desperdicio de los recursos en mantener y aumentar el militarismo en
las relaciones internacionales.