Seguridad y defensa en Catalunya
El proceso iniciado en Catalunya por el derecho a decidir sobre su futuro ha abierto un debate sobre la seguridad y la defensa al que este artículo pretende contribuir.
Varias han sido las voces que, dentro y fuera de Cataluña, se han pronunciado sobre qué seguridad y defensa necesitará Cataluña en el caso de que se convierta en un estado. La creación de un nuevo estado, hace necesario, que previamente se profundicen muchas cuestiones y una de las más importantes es sin duda la de la seguridad y la defensa.
Algunas opiniones coinciden en que no se puede desligar la creación de un estado de las dimensiones y la población de Cataluña dentro de la Europa de hoy sin concebir la defensa armada y, por tanto, la necesidad de tener un ejército. Alguien ha ido más allá e incluso apuntó cifras del número de fuerzas armadas que necesitaríamos, y se ha dicho que podrían ser entre 30.000 y 35.000 soldados con un gasto en torno al 1, 5% del PIB catalán. Esto representaría un gasto de 3.000 millones de euros anuales para defender Cataluña. Pero tener un ejército, como alguien ha recordado, requiere tener una industria militar propia, si no se quiere depender del suministro de armas del exterior. Y esto significaría hacer esfuerzos en I + D e inversiones públicas para favorecer la implantación de una industria de armas hoy inexistente. En este sentido, los defensores de la defensa armada esgrimen como principal argumento del gasto militar los enormes beneficios que reporta a la economía nacional la producción de armamentos por los efectos del trasvase de tecnologías en I + D en la producción de bienes civiles. Lo que ha sido demostrado en muy pocos casos y, más bien al contrario, sí se demuestra que el gasto militar entorpece el crecimiento de la economía productiva. De una parte, el gasto militar genera endeudamiento y déficit público (este es el caso de España o de EEUU), por otro, impide que recursos de capital, monetarios y de bienes de equipo fluyan hacia la economía real y productiva, así como mano de obra y conocimientos tecnológicos.
A todo esto, el presidente Artur Mas, opinó que el nuevo estado catalán no tendría ejército, porque en la voluntad de convertirse en un estado dentro de la Unión Europea, Cataluña se integraría en la estructura militar de la OTAN, dando por supuesto que esta alianza militar nos podría ahorrar tener un ejército. A este respecto, hay que precisar que la OTAN es un organismo de defensa militar colectivo presidido por la máxima de «todos para uno y uno para todos». Es decir que, en caso de que algún miembro fuera atacado se aplicará el artículo 5 del Tratado, que dice que todos los demás países miembros deben correr a defenderlo. Entonces, si no tenemos ejército, parece difícil que Catalunya fuera admitida en la OTAN. Está claro que Islandia no tiene ejército y es miembro de la OTAN. Pero este país sólo tiene 330.000 habitantes y en cambio Catalunya tiene 7,5 millones, y con este número no es probable que nos admitan en la OTAN. En cambio, en la UE sí que no hay ningún problema y, contrariamente a los que opinan que no nos admitirán, se puede entrar sin ejército y aún más sin estar en la OTAN, como es el caso de Austria, Finlandia, Irlanda, Malta, Suecia y Chipre.
Pero antes de hablar de un ejército catalán, se debería hablar de cuáles son los peligros y/o amenazas que lo justifican. En este sentido y en primer lugar, un estado catalán no será viable sin llegar a acuerdos con España, porque antes deberemos convencer a nuestros vecinos que la convivencia, la fraternidad y la cooperación serán igual de buenas, o incluso mejores, separados en dos estados que continuando juntos y peleándonos. Porque la separación de Cataluña de España, y en eso deberíamos estar de acuerdo, no debe convertirnos en enemigos. Sería esquizofrénico pensar que necesitamos un ejército para defendernos de España, porque entonces entraríamos en una dinámica perversa y de magnitud imprevisible. Y, al contrario, los lazos que nos unen son tan estrechos que quizá deberíamos compartir, entre otras cosas, también la seguridad. Y digo compartir la seguridad, que no es lo mismo que defensa. La seguridad y la defensa son cosas diferentes, y además, ambas, pueden ser civiles y sin tener necesidad de crear un ejército.
Si Cataluña mantuviera estrechos lazos con España, podríamos llegar a acuerdos en el ámbito de la seguridad. Claro que alguien argumentará que compartir la seguridad con otro estado es perder parte de la soberanía. Pero la soberanía nacional en un mundo tan interdependiente ha perdido mucho de su antiguo sentido. España también tiene cedida soberanía a la UE en muchos ámbitos; y a Estados Unidos y la OTAN en cuestiones de defensa al permitir bases e instalaciones en suelo español.
Luego hay otros argumentos de peso para desconsiderar el hecho de tener un ejército propio. En el concepto clásico, la seguridad se entiende en términos estrictamente militares, donde las fuerzas armadas estaban dirigidas a dar seguridad a personas, territorio, infraestructuras y recursos, incluyendo intereses en el exterior. Así, se intentaba dotar a los ejércitos de las mejores armas posibles y del adiestramiento militar en el arte de hacer la guerra, ya fuera defensiva u ofensiva.
Pero, en cambio, en una concepción actual, la seguridad se articula poniendo al ser humano en el centro de las políticas públicas, con el objetivo de resolver las necesidades de los seres humanos afectados por las inseguridades provocadas por la globalización en los ámbitos político, económico, social, cultural y medioambiental. Lo que Naciones Unidas ha denominado como seguridad humana. Un concepto ligado al de desarrollo entendido como un proceso para ampliar las capacidades y libertades de las personas.
Estas deberían ser razones suficientes para que Catalunya renunciara a tener un ejército propio y buscara la seguridad y la defensa dentro del ámbito civil.