Hacia una militarización global
La guerra en Ucrania ha exacerbado los ánimos militaristas y belicistas en Europa. La temperatura de los discursos del Servicio Europeo de Acción Exterior, Josep Borrell sube a la par que se produce una escalada militar sin precedentes, no solo en el continente europeo, sino en todo el espacio OTAN y en buena parte del mundo. Hemos llegado a una fase en la que se realizan afirmaciones que alejan una negociación por la paz. Se dice sin ambages que la guerra solo acabará cuando se gane, que se utilizará el arma nuclear si fuera necesario o que, en caso de enfrentamiento nuclear, el ejército ruso será “aniquilado.” Pero esta guerra antes o después acabará y, como en todo conflicto armado, hay que echar la vista atrás para imaginar escenarios de confrontación en un futuro a corto y medio plazo y, sobre todo qué Europa y qué mundo quedará cuando todo esto llegue a su fin.
A este respecto, un análisis de la militarización de quienes hoy se enfrentan en Ucrania ayuda a comprender de dónde venimos para saber adónde podemos llegar. La Federación rusa que dividió por 18 su presupuesto militar tras la disolución de la URSS, alcanzó su máximo gasto militar en 2016 motivado por el control militar de Crimea y de las zonas ocupadas en aquel momento del Donbass. Ahora, todo indica que el presupuesto militar de Rusia para 2022 alcanzará cifras récord.
Por su parte, Ucrania y sus aliados alcanzarán este año cifras de incremento de sus presupuestos militares probablemente superiores a los de la Federación rusa. Ucrania lo hará por razones obvias, gracias a la ayuda militar de buena parte de los países de la OTAN. Estados Unidos ha inyectado más 15 mil millones de dólares en Ucrania, la UE otros 3 mil millones €. A lo que hay que sumar la ayuda directa de cada país por separado.
Una ayuda militar que ha impulsado a niveles inimaginables el gasto militar de 2022, pero sobre todo lo hará en el corto y medio plazo. La Comisión Europea estima un incremento de 200 mil millones € en el gasto militar del conjunto de los estados miembro de la UE para los próximos años (100 mil millones corresponden solo a Alemania). En total, 18 países han decidido aumentar su gasto militar y 13 pretenden alcanzar el 2% del PIB. Los mayores incrementos los protagonizarán los países del Este. Polonia alcanzará el 3% del PIB en 2023, Lituania el 2,5% en 2022, Letonia el 2,5% en 2025, Rumanía pretende pasar del 2 al 2,5% los próximos años y Alemania superará el 2% ya en 2022. El resto de países han anunciado llegar al 2% en un plazo más o menos corto. Eslovaquia en 2022, Italia y Países Bajos en 2024, Francia en 2025, Suecia en 2028, España en 2029, Dinamarca en 2033 y Bélgica en 2035.
En Europa, La Brújula Estratégica, cuyo refrendo político coincidió dramáticamente con el inicio de la guerra en Ucrania, establece un esfuerzo militarizador de la Unión sin precedente. Desde la propia Comisión Europea, se prevén importantes presupuestos en diversas partidas militares. Por ejemplo, el nuevo “Defence Package” incluirá un plan de acción en movilidad militar, una propuesta para la ciberdefensa en la UE y cambios en el Programa de Inversiones en Defensa (EDIP, por sus siglas en inglés) para financiar compras de material militar. Por otra parte, el Fondo Europeo para la Paz, con un techo de gasto de 1.500 millones € hasta 2027, se verá con toda probabilidad incrementado.
La militarización provocada por la guerra en Ucrania está destinada en buena medida a la industria militar. No solo para comprar nuevas armas destinadas a reemplazar las enviadas al ejército ucranio, sino que los países que han anunciado elevados incrementos de su presupuesto militar se embarcarán en grandes proyectos armamentísticos que buscarán no mantener sino aumentar sus capacidades militares. Solo en España la partida para los Programas Especiales de Armamento crecerá en 2023 en un 72%.
Con los datos SIPRI de 2021 sabemos que el gasto militar de los cobeligerantes en la guerra de Ucrania (801 mil millones de EEUU i 257 mil millones de los estados miembros de la UE) era 16 veces superior al ruso. Los incrementos anunciados harán que la distancia militar entre los dos bloques sea mucho mayor. Ello quizá sitúe al Kremlin en una situación desesperada desde un punto de vista militar, en la que existe el riesgo de que la opción que encuentre para equilibrar la contienda sea la de pasar al escenario de una guerra nuclear. Aproximadamente 150 bombas nucleares B-61 estadounidenses están desplegadas en Bélgica, Alemania, los Países Bajos, Italia y Turquía. A estás hay que sumar 290 cabezas nucleares de Francia y 225 de Reino Unido, así como 5.550 de EEUU y 6.255 de Rusia. La amenaza del uso de armas nucleares tácticas por parte de Rusia o la sugerencia de Polonia de alojar en su territorio armas nucleares puede llevar a dejar en suspenso la lógica de la arquitectura de seguridad nuclear internacional. Todo ello puede llevar a una fase de proliferación nuclear en la que no solo aumente el riesgo de un ataque nuclear en Europa, sino que tal y como se multiplique el número de países con cabezas nucleares en su poder, la posibilidad de que detone una crisis nuclear está a la vuelta de la esquina.
La militarización causa y consecuencia de la guerra en Ucrania ha militarizado los discursos políticos y militarizará la economía todavía más, aumentando el poder de un complejo militar industrial que, tras el conflicto en Ucrania, no querrá renunciar a los beneficios que le daba una economía de guerra, sin importar que todo ello sitúe a toda la humanidad más cerca de una catástrofe nuclear. La militarización que traerá la guerra de Ucrania será también global. Si el belicismo hegemónico aporta a sus impulsores algún resquicio de éxito, será tristemente el camino elegido para hacer frente a los retos geopolíticos del futuro, cuyo máximo exponente será la lucha por la hegemonía en Asia-Pacífico entre EEUU y sus aliados y China.
*Artículo parte de la publicación de Fundipau «Aprenentatges pendents arran de la guerra a Ucraïna».
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