Palestina en el corazón
De nuevo la guerra en Palestina, esta vez iniciada por un ataque del extremismo violento de Hamás y contestada con el mismo extremismo violento por Israel y, como siempre, con un perdedor, el pueblo palestino.
La ignominia que sufre el pueblo palestino desde 1948, hace 75 años, cuando Naciones Unidas decidió para limpiar la sucia y criminal conciencia de Europa en el holocausto perpetrado contra los judíos, permitiendo la creación del estado de Israel, en unos territorios donde vivía la población originaria palestina. Nacimiento de Israel que provocó enfrentamientos y la expulsión de 700.000 palestinos, convirtiéndolos en apátridas. Enfrentamientos y guerras después continuados entre la Organización de Liberación de Palestina (OLP) y países árabes frente a Israel, donde, siempre el pueblo palestino fue quien sufrió los agravios: deportaciones, crímenes y colonización de sus territorios con asentamientos de colonos judíos.
Unos enfrentamientos que se pretendió finalizar con los acuerdos de Oslo de 1993, entre el Gobierno de Israel de Isaac Rabin y la OLP de Yasser Arafat. Acuerdos donde la OLP reconocía el Estado de Israel y deponía las armas a cambio de la creación de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) que daría paso a la creación del Estado de Palestina en los territorios de Cisjordania y Gaza, promesa nunca cumplida por Israel.
Este preámbulo sirve para entender las palabras de Antonio Guterres, secretario general de Naciones Unidas, quien, en el Consejo de Seguridad cuando se abordó la actual guerra en Gaza dijo: “Los ataques de Hamás no han salido de la nada. Los palestinos viven una ocupación sofocante desde hace 56 años, su tierra ha sido devorada poco a poco por asentamientos y sus esperanzas de una solución política han desaparecido, pero sus reivindicaciones no justifican los ataques de Hamás ni el castigo colectivo en la población palestina”.
Los 56 años hacen referencia a la “Guerra de los Seis Días” que tuvo lugar en 1967 en que Israel ocupó militarmente los territorios palestinos de Cisjordania y Jerusalén. Guerra que dio lugar a la Resolución 242 de la ONU, en la que, entre otras cuestiones, se establecía que Israel abandonaría los territorios ocupados, lo que no ha hecho nunca, sino por el contrario, ha incrementado la colonización enviando desde entonces unos 750.000 colonos en Cisjordania y Jerusalén y creando un muro para separar a la población palestina de la israelí.
Hasta aquí unos hechos que sin duda tienen diferentes lecturas geopolíticas, porque no pretendo sacar responsabilidades a la OLP, Fatah, Hamás y otros grupos palestinos de extremismo violento, ni a los países árabes de los conflictos que ha sufrido la región. Pero que tienen un denominador común: el pueblo palestino ha sido la gran víctima con más de cinco millones de refugiados y unos territorios expoliados y colonizados.
En la guerra actual se están cometiendo crímenes contra la humanidad y violando el derecho internacional humanitario, tanto por el lado de Hamás como de Israel. Hamás empezó cometiendo crímenes de guerra asesinando población civil (1.400) y secuestrando civiles (más de doscientos). Pero la respuesta de Israel no ha sido diferente, se ha bombardeado asentamientos de población palestina y la ciudad de Gaza, asesinando a personas de todas las edades (dos terceras partes de todos los muertos son niños y mujeres y ya pasan de diez mil), y se ha restringido la entrada de la ayuda internacional de alimentos, agua y medicinas e impedido la salida de refugiados, convirtiendo el pequeño territorio de Gaza en una prisión y condenando a un posible genocidio a sus 2,3 millones de habitantes.
Las bases para resolver este conflicto, como en todas las guerras, deben buscarse en el humanismo, la justicia, el derecho en la vida y la igualdad entre todos los seres humanos. Ahora, lo primero que hay que hacer es que la Comunidad Internacional se movilice para conseguir un alto el fuego y se inicien negociaciones de paz. Y después, la solución quedará en manos de la ciudadanía israelí y palestina. Será necesaria una masa crítica de población favorable a la paz tanto en Israel como en Palestina. Que haya una mayoría de personas que quieran la paz y que voten gobiernos con propuestas de diálogo para construir convivencia, mientras los ciudadanos voten a grupos políticos que no apuesten por convivir pacíficamente en ambas comunidades, será difícil o seguramente imposible la convivencia entre israelíes y palestinos. Cualquier solución para Palestina pasa por acabar con el sistema colonial y crear, o bien un Estado palestino sin colonos israelíes, o un solo Estado confederado con dos comunidades autónomas.
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