El belicismo del Gobierno de España
En lo que llevamos de año transcurrido, ya ha habido nuevos gastos militares no contemplados en el presupuesto de 2023 que han sido aprobados en diversos Consejos de ministros.
Lo más clamoroso que nos ha traído la guerra de Ucrania es el colosal belicismo que ha despertado en Occidente y en casi todos los países de lo que se puede considerar el bloque occidental. Todos ellos se han lanzado a un desaforado gasto militar: Japón, Australia, Filipinas, Corea del Sur y todos los países europeos de la OTAN han aumentado de manera considerable su gasto en adquirir nuevos armamentos. Por otro lado, los países que no están alineados en el bloque occidental también lo han hecho: China, India, Irán y Rusia, debido al mismo motivo, el belicismo. Belicismo, que tras la guerra entre Hamás e Israel se acrecienta, pues impregna de incertidumbre a la mayoría de los países árabes, que junto a Irán y el propio Israel, aumentarán su arsenal bélico.
Como buen aliado de Estados Unidos y de la OTAN, esa ha sido la posición del Gobierno de España que, tras el inicio de la guerra en Ucrania ha dado su apoyo a todas las decisiones belicistas que ha emprendido tanto la OTAN como la UE de incrementar su gasto militar por el camino de aprobar grandes proyectos de nuevas armas. Esta fue una decisión tomada por el Gobierno español tras los acuerdos tomados en la Cumbre de la OTAN de junio de 2022 en Madrid, donde el presidente Pedro Sánchez se comprometió a llegar en 2029 al 2% del PIB en gasto militar.
Pero como el Gobierno de España solo contabiliza como gasto militar el presupuesto del Ministerio de Defensa y este alcanzaba en 2022 el 1,1% del PIB, se trataba de doblar ese gasto militar. A tal efecto, el Gobierno inició una escalada en adquisiciones de armas para dotar de mayor capacidad militar a sus tres ejércitos. Pues esa era la exigencia de Estados Unidos y del secretario general de la OTAN a los países miembros de la organización, tener unas fuerzas armadas mucho más potentes para los riesgos, que dicen, nos amenazan.
A tal efecto, el presupuesto del Ministerio de Defensa aprobado para 2023 aumentó un 26,3%, 2.672 millones más que en 2022. Algo que no se ha producido en ningún otro ministerio español. Un colosal aumento del gasto militar que en su mayor parte se dedica a inversiones en nuevas armas que han crecido un 69% con respecto a 2022, hasta alcanzar los 7.743 millones y que representan el 30% de todas las inversiones del Estado Central (sin contar las inversiones en la Comunidades Autónomas).
Eso sin contar los Organismos Autónomos de Defensa y las partidas militares repartidas por otros Ministerios, como la seguridad social de los militares y pensionistas, la mutua militar, la Guardia Civil (cuerpo militar) y contribuciones a la OTAN. A parte, de dos fórmulas engañosas a la que se recurre todos los años: una a través de aportaciones que surgen desde el Ministerio de Industria en ayudas de I+D para las empresas militares para financiar programas de armas, una partida que en 2023 ha sido de 1.601 millones y que aumenta un 95% con respecto a 2022. La segunda, la transferencia de crédito que se realiza para sufragar las misiones militares en el exterior y que alcanza hasta octubre de 2023 los 1.368 millones. Sí, además, se le añaden los intereses de la deuda de las inversiones, entonces, el gasto militar final alcanza 27.617 millones de euros en 2023 y llega al 2,17% PIB, sobrepasando ese deseado 2%.
Hasta aquí, se ha descrito el enorme presupuesto militar aprobado para el ejercicio de 2023. Pero no ha sido suficiente, en lo que llevamos de año transcurrido, ya ha habido nuevos gastos militares no contemplados en el presupuesto de 2023 que han sido aprobados en diversos Consejos de ministros. El 18 de abril pasado se aprobaron adquirir siete proyectos de armas por un importe de 2.956,1 millones para drones RPAS, guerra electrónica, ampliar los programas de blindados Pizarro, blindados Dragón 8×8, Helicópteros NH-90 y vehículos VAC. De nuevo, en el Consejo de ministros del 25 de abril, se aprobaba la adquisición de un nuevo programa para adquirir ocho helicópteros MH-60/R Romeo por un importe de 820,5 millones; y el 20 de junio se aprobó adquirir 4500 vehículos todo terreno VMTT por 315,7 millones y 16 aviones C-295 de vigilancia marítima por 2.034 millones.
Por cada puesto de trabajo que se crea en la industria militar, debido a los enormes aportes que se deben hacer en I+D para las cada vez más sofisticadas armas, se crearían más puestos de trabajo en la industria civil
Pero no hubo bastante, tras las elecciones de 23 de julio, el Gobierno en funciones ha aprobado nuevos programas de armas por valor de 7.500 millones: 27 drones Sirtap; dos buques hidrográficos; un detector aéreo POD; dos buques multipropósito; 25 aviones F-2000 (substitutos del F-18); 522 misiles Mistral 3; y modernizar los misiles Nasams. Además de adquirir al poderoso complejo industrial militar de Israel 1.680 misiles Sipke a la empresa Rafael por 285 millones y los lanzacohetes Silam por 297 millones a la empresa Elbit.
Este brutal incremento en adquisiciones en armas pone encima de la mesa el militarismo que subyace en las posiciones de este Gobierno que se ha alineado incondicionalmente junto a la OTAN y Estados Unidos en un rearme que va en detrimento de la economía productiva en España. Lo he descrito en otras ocasiones, pero lo repito: las armas no son bienes de consumo, pues no se intercambian en el mercado, nadie se puede comprar un tanque, una fragata o un avión de combate, solo las adquiere el Estado para su seguridad. Es bajo esa premisa que a las armas se les atribuye el no tener ningún valor social. Además, al ser adquiridas por el Estado, debido a su alto coste, éste deberá endeudarse, produciendo déficit en el presupuesto e inflación. Inflación, por qué un producto que no circula por el mercado y solo lo adquiere el Estado no produce ingresos, pues el Estado no paga impuestos.
Entonces, todas esas grandes inversiones en material militar destinadas a la economía civil, la realmente productiva, producirían mayor crecimiento laboral y social. Pues importantes investigaciones demuestran que por cada puesto de trabajo que se crea en la industria militar, debido a los enormes aportes que se deben hacer en I+D para las cada vez más sofisticadas armas, se crearían más puestos de trabajo en la industria civil.
Para finalizar, los ejércitos están conformados bajo un principio patriarcal de obediencia y sumisión absoluta a la jerarquía y con el objetivo de dar la vida por valores metafísicos como la patria y la soberanía. Una ideología denominada como militarista que se está imponiendo como estrategia de los estados del capitalismo global para imponer su dominio sobre los cada vez más escasos recursos terrestres que necesita para proseguir con su modelo distópico. Ese es el camino por el que transita el Gobierno actual de España.
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