La ignorància i la irresponsabilitat no acabaran amb el terrorisme
Un nuevo ataque terrorista cerca de casa vuelve a hacer sonar las alarmas en todos los países de nuestro entorno. Lo primero, indudablemente, es mostrar solidaridad con los allegados de las víctimas y todo el apoyo necesario. También hay que rechazar sin ambages la violencia de quienes en un ataque suicida han acabado con la vida de personas inocentes ahora en París, ayer en Beirut, hace unos días en Ankara y hace no tanto tiempo en Madrid, Londres, Nueva York, el norte de Nigeria, Malí, Kenya… y así hasta una lista interminable de violencia de carácter terrorista promovida por grupos de desalmados que luchan por sus ideas desde el odio, el rencor y la rabia, optando tan solo por la peor de las violencias para conseguir hacer oír su voz.
El ataque armado que aquí nos ocupa es calificado como terrorismo
yihadista, pero no se diferencia en lo básico de cualesquiera otros
ataques sobre la población civil en nombre de otras religiones. No
olvidemos las terribles fechorías del grupo armado LRA (Ejército de Resistencia del Señor)
en el norte de Uganda y países vecinos en nombre del cristianismo o el
ataque que segó la vida de cerca de un centenar de personas en Noruega
del ultraderechista Anders Behring Breivik entre cuyas motivaciones aparecía la islamofobia. Curiosamente no se calificó la violencia del LRA o de Breivik o como terrorismo cristianista,
por supuesto tampoco quienes se empeñan en utilizar terrorismo
islamista para calificar las atrocidades realizadas en nombre del Islam.
El
nombre de la cosa es en este caso importante, y entre quienes lo
utilizan no puede haber más que ignorancia, irresponsabilidad o claras
intenciones de generar más odio, rencor y rabia, premonitorias de
futuros réditos electorales. La irresponsabilidad se encuentra a menudo
en periodistas, tertulianos y opinadores carentes de la consciencia
necesaria sobre la importancia del lenguaje en la construcción de
dialécticas que lleven a la violencia o a la paz. La ignorancia
afortunadamente tiene mejor solución pero depende en gran medida de los
dos anteriores.
Si ningún objetivo, por muy legítimo que sea,
justifica un ataque como el de París, podemos afirmar lo mismo de otros
ataques en los que la población civil sea finalmente quien pone las
víctimas. Me pregunto porqué no generan la misma consternación,
similar rechazo o igual respuesta, los ataques del ejército sirio,
iraquí, afgano, estadounidense, francés, saudí, israelí o ruso
(por citar tan solo unos ejemplos) en los que mueren no cientos, sino
miles de civiles en muchos de los lugares de donde proceden las personas
refugiadas, que ahora hay quien culpa de estos ataques.
De este
modo, aparece otra de las cuestiones clave a tener en cuenta en este
momento. La ignorancia, la irresponsabilidad y los intereses de quienes
hoy piden cerrar fronteras, detener el proceso de acogida de refugiados e
incluso expulsarlos, con el peregrino argumento de que entre los
cientos de miles de refugiados puede haber algún terrorista como los que
han cometido los ataques en París. No me preocupa tanto la reacción de
la gente, asustada y desconcertada, como que gobernantes y políticos,
periodistas y analistas se dediquen a lanzar mensajes y a tomar
decisiones carentes de la profundidad necesaria que estas circunstancias
requieren.
Quienes ahora tienen que ofrecer seguridad y
tranquilidad deben ser capaces de expresarse con propiedad y de tomar
decisiones a corto, medio y largo plazo para que algo así no vuelva a
ocurrir. A corto plazo es comprensible que haya cierto trabajo de
investigación policial para identificar a los culpables y sus cómplices y
llevarlos a juicio por sus actos. Pero a medio y largo plazo se deben
tomar medias dirigidas a reducir la probabilidad de que algo así vuelva a
pasar. Para ello hay que identificar las verdaderas causas de esta violencia y no solo actuar para reducir sus consecuencias.
Hay que preguntarse porqué son cada vez más quienes identifican a
Occidente como el origen de sus males y el objetivo de sus ataques. Hay
que preguntarse la influencia de los ataques de los ejércitos
occidentales que desde hace décadas han generado muerte, destrucción y
caos en Oriente Medio. El odio, el rencor y la rabia que ahora
podamos sentir aquí por ataques como el de París, es el mismo que se ha
ido generando en Irak, Afganistán, Libia y Siria por los bombardeos de nuestros aviones y por los ataques de nuestros soldados a la población de estos lugares. Hay que preguntarse de donde vienen las armas que matan a unos y a otros, aquí y allá,
armas que ayudan a perpetuar guerras que hacen que el odio, rencor y
rabia caldo de cultivo del terrorismo sean cada vez mayores.