Materiales críticos para la industria de defensa
En la fabricación de sus productos, la industria militar utiliza actualmente una gran variedad de materiales, muchos de los cuales hasta hace poco no se habían usado en este ámbito. Sin esos materiales sería imposible la fabricación de la mayoría de los nuevos productos militares. Se consiguen aleaciones con propiedades más ventajosas, dispositivos más pequeños, más eficientes, etc. y se están incorporando muchas prestaciones que dependen de la integración de dispositivos electrónicos. Muchos de estos materiales son necesarios también en el ámbito civil para desarrollar tecnologías asociadas a la transición energética hacia un sistema libre de combustibles fósiles. Algunos de ellos no tienen sustitutivo o equivalente.
La UE y EEUU han determinado cuales son los materiales esenciales para la industria militar. Son los llamados materiales críticos para a defensa.
En un reciente estudio del The Hague Centre for Strategic Studies se hace una valoración de la criticidad de una cuarentena de las materias primas que utiliza la industria de defensa de la UE. Catalogan estos materiales atendiendo a dos parámetros: el uso que hace de ellos el sector de defensa (en cuántas aplicaciones de defensa es usado cada material) y el peligro de interrupciones en su cadena de abastecimiento. La seguridad del suministro de un material depende de si la cadena de suministro de ese material es diversificada y si los centros de producción están localizados en estados fiables y con los que se tienen buenas relaciones. De lo contrario, el riesgo de interrupción podría ser muy alto. La criticidad de cada material se mide con una combinación de estos dos parámetros.
A partir de los datos de dicho estudio, podemos clasificar los materiales en cuatro grupos:
1) Materiales de muy alta criticidad: aluminio, grafito.
2) Materiales de alta criticidad: cobalto, germanio, neodimio, samario, tántalo, tungsteno, vanadio, itrio, disprosio, lantano, platino, praseodimio, sílice metálica, terbio, berilio, cromo, cobre, hierro/acero, níquel, titanio.
3) Materiales de criticidad media: bario, boratos, cadmio, galio, indio, plomo, manganeso, molibdeno, plata, niobio, torio, estaño, zinc, circonio, litio.
4) Materiales de baja criticidad: oro, hafnio, selenio.
China es el mayor productor mundial de muchos de estos materiales críticos y desempeña un papel dominante en la producción de la mayoría de los materiales críticos refinados. Es el mayor productor mundial de 18 de los 23 materiales críticos que constituyen los grupos 1 y 2 citados. En 10 casos su producción es superior al 60% del total mundial (para algunos materiales se podría considerar un monopolio). Además, de los cinco casos en los que China no es el primer productor mundial, en dos ocupa el segundo puesto.
Así pues, en caso de que China suspendiera las exportaciones de algunos de estos 18 materiales, sería prácticamente imposible encontrar una alternativa a su abastecimiento. No habría una sustitución posible.
El panorama a corto plazo no parece que tenga que cambiar demasiado. En un informe reciente, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) realiza una proyección de la demanda y de la producción de estos materiales. Según esta proyección, por ejemplo, en 2040 China se mantendría como primer productor mundial de grafito (con el 92%), de tierras raras (78%), de cobalto (75%), de litio (58%), y de cobre (49%). En definitiva, según las estimaciones de la AIE, China, en 2040, seguirá teniendo un papel predominante en la producción de materiales críticos.
Hay inquietud en la UE y en EEUU debido a esta situación. En todos los documentos que hemos consultado se constata dicha preocupación. La producción de estos materiales imprescindibles se concentra en pocos países y, con demasiada frecuencia, en países que ambos consideran rivales y competidores, concretamente China. En la mayoría de los casos ni la UE, ni EEUU, tienen recursos minerales propios para hacer frente a una interrupción del suministro. Además, en muchos casos no existen materiales sustitutorios como alternativa viable para la fabricación de un determinado dispositivo. No es, pues, de extrañar que la UE y EEUU intenten encontrar alternativas a esta situación. Por ello, se proponen diversificar su abastecimiento exterior, (aunque no siempre será posible), aumentar su propia producción, aumentar el reciclaje y hacer acopio de reservas. Sin embargo, difícilmente compensarán las necesidades causadas por las interrupciones.
Asegurarse el suministro de estos materiales críticos esenciales para la industria militar puede provocar graves tensiones geopolíticas que pueden desembocar en enfrentamientos bélicos. Más allá de la serie de medidas citadas que están llevando a cabo (o que lo harán en el futuro) la OTAN y la UE contemplan también medidas abiertamente belicistas. Ambas afirman que no descartan las intervenciones militares para garantizar el acceso a los productos que son esenciales para el desarrollo de sus estados miembros. La UE elabora periódicamente un documento de Estrategia Global y de Seguridad. En uno de ellos se afirma que la interrupción, por parte de terceros, del suministro de recursos imprescindibles puede considerarse una amenaza y ser susceptible de respuesta militar. Por su parte, en el documento final de la cumbre de la OTAN, de junio de 2022, se explicita que los ataques cibernéticos o las operaciones hostiles contra infraestructuras críticas y cadenas de suministro de recursos energéticos podrían equipararse a un ataque armado y desencadenar una respuesta armada por parte de los miembros de la OTAN.
En resumen, Occidente está dispuesto a salvaguardar su sistema de vida, pese a ser el causante de la emergencia medioambiental y energética, reforzando sus capacidades militares para asegurarse todas las materias primas que necesita.
Es previsible que la demanda (y por tanto, la producción) de armamento aumente ya que el poder político y económico está promoviendo un incremento de la militarización mundial. Los datos lo confirman. Según el Sipri, el gasto militar mundial en 2024 aumentó un 9,4% respecto al de 2023 y es la mayor tasa de incremento interanual desde, como mínimo, la Guerra Fría. También supone ya diez años consecutivos de aumento del gasto militar mundial. La Unión
Europea ha aumentado su gasto militar un 30% entre 2021 y 2024. Un último dato: la diferencia entre el gasto militar mundial entre 2023 y 2024 fue de 275.000 millones de dólares. Ese incremento permitiría financiar la adaptación al cambio climático de los países con mayor riesgo, que se estima entre 215.000 y 387.000 millones de dólares anuales. (UNEP Adaptation Gap Report 2024).
No se puede descartar, teniendo en cuenta el muy buen entendimiento entre los dirigentes políticos de la UE y la industria europea de defensa, que ésta, más tarde o más temprano, consiga una regulación que le otorgue prioridad de acceso a las materias primas críticas, por delante del sector civil. Un escenario así supondría una dificultad adicional para los sectores civiles en las políticas de transición energética y abandono de los combustibles fósiles.
Como conclusión de todo ello, es indiscutible que una reducción drástica del gasto militar y, por tanto, de la fabricación de armas, disminuiría las tensiones geopolíticas derivadas de los problemas de abastecimiento de la industria militar. Paralelamente, disminuiría también el impacto medioambiental del militarismo. Haría de este mundo un lugar más seguro y sostenible.
Quien desee profundizar más sobre el tema, puede consultar el nuevo informe del Centre Delàs: De la mina al campo de batalla.
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