Sentido común para la paz en Europa
¿Qué ha pasado en Europa, un espacio de paz y bienestar, para llegar a estar a las puertas de una nueva guerra a gran escala en el continente europeo?
La Carta de París para una nueva Europa, documento resultante de la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa, celebrada en la capital francesa del 19 al 21 de noviembre de 1990, a la que asistieron todos los líderes europeos, incluida una URSS en disolución, anunciaba literalmente en su preámbulo: “La era de la confrontación y de la división de Europa ha terminado. Declaramos que de ahora en adelante nuestras relaciones se basarán en el respeto y la cooperación”.
También en París, hace tan solo un año, el presidente francés Emmanuel Macron anunció la posibilidad de enviar tropas a Ucrania. Desde hace unos días, la propuesta de enviar soldados europeos a la guerra de Ucrania es firme por parte de Francia y Reino Unido. El resto de países se muestran divididos, mientras en España el ministro Albares no ve “ningún problema” en enviar soldados españoles a Ucrania, aunque lo ve “prematuro.” El presidente francés ha ofrecido además su arsenal nuclear para dar cobertura a un hipotético enfrentamiento a gran escala con Rusia.
Al mismo tiempo, el ejecutivo de Donald Trump suspende la ayuda militar a Ucrania hasta que el gobierno de Zelenski “demuestre un compromiso con la paz” y la presidenta de la UE, Ursula von der Leyen, propone la movilización de 800 mil millones de euros en gasto militar en la UE en un plan llamado “Rearmar Europa.”
Desde la Carta de París, 16 países del Este de Europa se han adherido a la OTAN, los últimos Finlandia y Suecia en 2023 y 2024, respectivamente. Hoy veintitrés de los veintisiete Estados miembro de la UE lo son también de la OTAN. La OTAN en asociación con la UE tiene “el compromiso inequívoco de promover y salvaguardar la paz” en el continente. Un objetivo que no han conseguido 35 años después.
Insistir en el enfrentamiento militar con Rusia con el objetivo de ganar la guerra ha llevado a que en tres años se haya pasado de enviar armas defensivas a que el envío de soldados europeos y el enfrentamiento nuclear estén sobre la mesa. ¿Son conscientes nuestros gobernantes del camino que están emprendiendo? ¿Quiere la sociedad europea embarcarse en una guerra con Rusia? ¿Existen alternativas a la carrera armamentista y la guerra en Europa? Veamos dos aspectos muy preocupantes de la carrera armamentista y una posible alternativa al enfrentamiento militar con Rusia para conseguir la paz en Europa.
El inasumible riesgo de enviar tropas a Ucrania
Mal que nos pese oírlo de boca de Donald Trump, la guerra en Ucrania puede convertirse en la Tercera Guerra Mundial en Europa. Francia y Reino Unido dicen estar dispuestos a enviar a sus soldados a territorio ucraniano, con la imposible premisa de que será una fuerza de paz. No es posible que soldados de gobiernos que son aliados directos de una de las partes en conflicto puedan desempeñar un rol pacificador en el mismo conflicto del que participan.
Aún es más, en el hipotético caso en que los soldados europeos fueran desplegados en las zonas de combate sin mayor objetivo que patrullar y disuadir a los combatientes rusos y ucranianos, cual fuerza de paz de Naciones Unidas, podría ocurrir que hubiera un accidente, una provocación o un sabotaje que supusiera una agresión contra estos países y así forzarles a responder, en aplicación del Artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte. Esto podría interesar al gobierno de Ucrania para conseguir implicar militarmente a sus aliados y quizá al ruso para legitimar su agresión en la esfera internacional.
Más allá de que quien pudiera ganar una guerra Rusia contra Europa, ¿qué supondría que una coalición de países europeos o incluso toda la UE comenzara una guerra con Rusia? ¿Durante cuántos años estaríamos en guerra? ¿Qué soldados irían de España? Quizá los militares profesionales serían suficientes los primeros meses, pero pasado un tiempo, habría muy probablemente un reclutamiento generalizado. ¿Queremos que vayan nuestros hijos a luchar (y morir) a Lugansk, Donetsk, Mariupol, Crimea…?
Sacrificar el Estado de Bienestar
Ursula von der Leyen ha propuesto una inyección de 800.000 millones € en gasto militar a los 300.000 millones € actuales de gasto militar del conjunto de Estados miembro de la UE. Está proponiendo pasar de un 2% del PIB en gastos militares a alrededor de un 4%. En España esto puede suponer sumar 30 mil millones más al presupuesto militar, además de los 22 mil millones de euros extra anunciados por el gobierno para cumplir con el 2% del PIB, que sitúa en 36.500 millones € anuales en defensa.
El premio nobel de economía Paul Samuelson introdujo el concepto de coste de oportunidad en una economía a la elección entre cañones y mantequilla, para referirse a lo que se sacrifica al tomar una opción en vez de otra. Los 800 mil millones que van a gastos militares en Europa, o los 50 mil millones que puede dedicar España los próximos años habrá que sacarlos de algún sitio. Mark Rutte avisó en diciembre de 2024 de la necesidad de asumir sacrificios para financiar el gasto en defensa, refiriéndose a recortes en pensiones y sanidad, algo que por otra parte ya hizo cuando era presidente de Países Bajos cuando criticó a los ciudadanos que trataban al Estado como una “maquinita de la felicidad”, refiriéndose a la necesidad de recortar el Estado de bienestar.
Ante el temor de que financiar la militarización europea pueda generar el lógico rechazo de la población por ver en peligro sus pensiones, la educación y sanidad públicas, se ha anunciado que se tomarán medidas de flexibilización fiscal que evitarán que esto ocurra. Se propone crear Eurobonos para financiar la deuda militar, que el aumento en gastos militares no afecte al techo de gasto y que además esto no sea contabilizado ni en el déficit anual ni en la deuda. En resumen, una trampa contable, que habrá que devolver con intereses en unos años en el momento en que haya que pagar a los acreedores, cuando efectivamente afectará a los presupuestos europeos y nacionales. Será en ese momento cuando se tenga que aplicar el sacrificio, el coste de oportunidad entre dedicar recursos a cañones o mantequilla. Es decir, aumentar gastos militares, como defiende Rutte, implicará antes o después sacrificar el Estado de bienestar.
Ello nos lleva a recordar que el concepto de seguridad tiene diversas acepciones, dependiendo de quien sea el sujeto de esta. La seguridad, para quienes llevan a Europa a la carrera armamentista y la escalada belicista con Rusia, significa armas y militares. La seguridad para la gente normal y corriente significa tener un hospital al que acudir sin miedo a no tener con qué pagarlo. La seguridad para quienes tenemos hijos es no tener el temor a que nuestros hijos puedan morir en la guerra.
Mejor una mala paz que una buena guerra
En el momento en que comienza una guerra, pararla debería ser la prioridad de cualquier político responsable. La UE parece estar en estos momentos en manos de “halcones” que quieren llevar a Europa a una guerra larga y costosa, que tendrá como resultado los mayores aumentos en gastos militares y en negocio armamentístico de la historia.
No ir a la confrontación directa no significa claudicar ante Rusia, se trata de evitar el inevitable escenario de pérdidas humanas y materiales, inflación, recortes económicos y en libertades y empobrecimiento generalizado que conlleva una guerra. Se trata de llegar a un acuerdo entre políticos para que la gente normal y corriente pueda vivir en paz. Ni la población europea ni la población rusa debieran asumir las disputas entre sus gobernantes. Recordemos que nuestros hijos e hijas podrían ser llamados a filas en un futuro no muy lejano y morir en esta guerra, que nuestros gobernantes tienen la obligación de evitar.
La percepción de la amenaza rusa, estadounidense, de China o de cualquier otra potencia militar, incluidas algunas de las europeas, siempre existirá en muchos países. Gestionar la relación con las grandes potencias de la manera más sensata es lo habitual y el mejor camino para hacerlo no es el enfrentamiento militar directo. Además, el argumento de que Europa está dispuesta a entrar en guerra con Rusia para defender el orden mundial, el multilateralismo y el Derecho Internacional Humanitario es falaz, ya que de ser este su objetivo habría intervenido enviando armas, tropas y todo lo necesario para evitar el genocidio del pueblo palestino, el ejemplo más flagrante e insultante de impunidad y desprecio de las normas internacionales.
La experiencia en Europa y en otros lugares del mundo muestra que antes o después, ante una situación de conflicto armado, la solución ha sido un acuerdo de paz. Recuperemos el espíritu de la Carta de París, que proviene de la creación de un foro multilateral para el diálogo y la negociación entre el Este y el Oeste de Europa en la época de distensión a principios de la década de 1970, del resultado de las reuniones en el marco de la Conferencia sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa (CSCE), que fructificaron en la creación de un mecanismo multilateral de construcción de un espacio de paz y seguridad común en Europa, la OSCE.
En los Acuerdos de Minsk de 2014 y 2015 que buscaron poner fin a la guerra, la OSCE tuvo un papel relevante y podría haber conseguido mucho más ¿por qué no lo puede volver a intentar ahora? La OSCE podría ser el marco sobre el que construir una nueva Europa, después de un acuerdo de paz que ponga fin a las hostilidades en Ucrania y que dé la seguridad que piden todas las partes.
Rearmar Europa, enviar tropas a Ucrania y militarizar la UE incide en la vía que sabemos que solo beneficiará económicamente a unos pocos halcones que nos están llevando a la guerra de manera irresponsable e inmoral. Pero no olvidemos que existen espacios multilaterales que, de ser relegitimados y reactivados, pueden ayudar a cambiar el conflicto en Ucrania del tablero militar al político, social y humanitario.
Es alarmante que el ministro de Exteriores no vea un problema en enviar tropas españolas a una guerra que se puede convertir en la tercera guerra mundial en Europa. Es vergonzoso que el secretario general de la OTAN siga con su cruzada contra “la maquinita de la felicidad”, de los ciudadanos europeos, a costa de Rearmar Europa. Es aterrador que el presidente francés ponga sobre la mesa la posibilidad de una guerra nuclear. ¿Puede, por favor, poner alguien un poco de sentido común y hacer todo lo posible para poner fin a esta guerra?
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